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lunes, 9 de mayo de 2016

La Torre de los Siete Jorobados. Emilio Carrere. Valdemar. 2015. Reseña





     Hace casi un siglo, en 1920, un periodista y escritor madrileño, Emilio Carrere, desconocido por la mayoría de lectores, escribió un relato sobrenatural titulado La Torre de los Siete Jorobados que el año pasado fue reeditado por Valdemar. La narración, que sigue la línea del mejor Edgar Alan Poe en lo fantástico y de Walter Scott en lo aventurero, se ha convertido en un clásico del género gótico. En parte, gracias a la película homónima, dirigida por Edgar Neville en 1944. En las siguientes líneas expondré detalles de la obra e historias poco conocidas --o totalmente desconocidas-- respecto al autor y las circunstancias que ocasionaron la escritura de la novela tal y como es conocida en la actualidad.

     Huérfano de madre al mes de su nacimiento y abandonado en primera instancia por su padre, Carrere fue criado por su abuela hasta que esta enfermó y su padre volvió a ocuparse de él. Estas circunstancias marcarían para siempre el carácter de un niño que hubo de vivir a base de imaginación y fantasía para superar una realidad tan difícil de aceptar a tan temprana edad. Bajo la influencia de los poetas malditos franceses (Verlaine, Rimbaud y compañía), se dedicó a la vida bohemia --gracias a la jugosa herencia recibida a la muerte de su padre--, frecuentando cafés nocturnos y casas de mala reputación social. Experto en temas de ocultismo, viajes astrales y todo lo referido a lo sobrenatural, su obra supuso en su momento una ruptura con lo que era tradicional en la literatura española de principios de siglo XX.

     La Torre de los Siete Jorobados fue su obra más reconocida. Y también la más polémica. Pero no solo por su temática, en un contexto nada dado a este tipo de excentricidades, sino porque, según diversos estudios, como el de Jesús Palacios, autor del prólogo de esta misma edición, no toda la obra sería de su autoría. Palacios asegura que Carrere habría escrito los primeros y los últimos capítulos, dejando plantado a su editor a medio trabajo. El editor, encantado con lo leído, decidió buscar a otro autor que se encargara de terminar el trabajo. Y todo apunta a que ese autor fue Jesús de Aragón, coetáneo de Carrere y también experto en obras de aventura y fantasía. Según Palacios, De Aragón estudió milimétricamente la obra de Carrere y no solo terminó La Torre de los Siete Jorobados sino que aprovechó las enseñanzas recibidas de su estudio para su propio provecho, pues escribió otras novelas similares que tuvieron cierto éxito en la época.

     Sea como sea, ni el editor ni Carrere ni de Aragón reconocieron jamás la verdad sobre la escritura de esta novela. Lo cual hace todavía más misteriosa la concepción de una obra ya de por sí intrigante. Y es que en La Torre de los Siete Jorobados encontramos asesinatos misteriosos, aparecidos, fantasmas, luchas en el medio astral entre voluntades opuestas, una banda de extraños jorobados delincuentes, sabios locos casi de atar y hasta una ciudad desconocida en el Madrid de principios de siglo XX. Todo ello, fruto de una imaginación --o, según parece, dos imaginaciones-- sin fin. 

     El protagonista principal de la historia es Basilio, una especie de alter ego del propio Carrere que, como él, frecuenta lugares extraños y vive una vida bohemia y despreocupada. El doctor Catafalco, un ser al que solo él ve, le persigue por la ciudad y sus tugurios hasta conseguir que Basilio le prometa que esclarecerá su extraño asesinato, sucedido una década atrás. Y ahí comienza lo emocionante de la novela: investigaciones, otras apariciones, jorobados, peligros y gran cantidad de entuertos que solucionar.

     A Basilio le acompañarán en sus pesquisas un periodista y un investigador privado, cada uno de ellos con sus rarezas, manías y majaderías. Hasta el punto de que el lector llega a sonreír en diversos pasajes no exentos de cierto humor, más o menos refinado. No obstante, también llegará a sentir opresión en el corazón, sobre todo en las escenas desarrolladas en las largas y oscuras galerías subterráneas que parecen no tener fin ni (lo más inquietante de todo) salida a la superficie. Lo cual se completa con las persecuciones y tiroteos con la banda de jorobados, dispuestos a no dejar que sus secretos sean descubiertos.

     En la novela asistimos a ritos satánicos e iniciáticos, a conjuras casi medievales, a robos, secuestros y asesinatos imposibles de resolver y a escalofriantes apariciones. Es decir, que contiene todos los ingredientes necesarios para atrapar al lector hasta la última página. Es muy de agradecer que editoriales como Valdemar apuesten por recuperar estos clásicos que, pese a estar prácticamente olvidados, todavía hacen las delicias de los amantes del género fantástico y de aventuras.