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miércoles, 13 de abril de 2016

El tambor de hojalata. Günter Grass. Alfaguara. 1999. Reseña





     Hace un año, tal día como hoy, falleció el escritor alemán Günter Grass, Premio Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias de las Letras en 1999. Nacido en la Ciudad Libre de Danzig (actualmente denominada Gdansk, Polonia) en 1927, al igual que Oscar, el memorable protagonista de la que, sin duda, fue su mejor novela, el autor hubo de vivir desde su infancia algunos de los momentos más dramáticos pero también interesantes del siglo XX: el ascenso del nazismo, su llegada al poder y su estrepitoso derrumbe, una posguerra extremadamente dura y la partición alemana. Momentos, todos ellos, dignos de conocer. Y de ser dados a conocer por parte de alguien que los vivió en primera persona.

     Resulta imposible conocer a Grass y a su personaje Oscar sin conocer las circunstancias de esa Ciudad Libre de Danzig. No es el objeto de esta reseña extenderme sobre el tema, pero sí conviene decir que la Sociedad de Naciones, mediante el Tratado de Versalles (1919), impuso a Alemania la pérdida de esta pequeña pero importante región --desde el punto de vista estratégico y económico, pues su puerto era la única salida al mar de Polonia--, que quedó bajo protectorado diplomático-económico polaco. No es de extrañar, pues, que la Segunda Guerra Mundial comenzara precisamente con la invasión nazi de la ciudad-Estado autónoma, que volvió a ser incorporada a Alemania en septiembre de 1939 para ser transferida definitivamente a Polonia tras el hundimiento de Hitler y el fin de la guerra.

     El tambor de hojalata fue publicada en 1959. Narra los treinta años de vida de un enano llamado Oscar Matzerath que, desde el sanatorio psiquiátrico en el que vive recluido pero muy a gusto desde hace casi dos años, nos cuenta --en primera y tercera persona, pues su personalidad se desdobla en cada una de sus narraciones-- su vida, la de su familia, le evolución de la ciudad y la de su propia enfermedad. Con un cuerpo de niño de tres años muestra, sin embargo, una lucidez que le convierte en objeto de burla por parte de algunos pero en un personaje entrañable para otros. Oscar es, por tanto, una especie de ángel-demonio, niño-adulto, lúcido-loco. La realidad y lo sobrenatural se funden en una narración que, pese a ser complicada de seguir en algunos momentos, ata al lector a sus páginas.

     En efecto, la obra ha sido considerada como de difícil lectura y seguimiento. Sin duda, su carácter único en cuanto a estilo narrativo le otorga ese grado de dificultad pero, en cambio, su intensidad, el carácter aventurero de la vida de su protagonista y ese contexto duro pero real le confieren también un toque especial que ha hecho de El tambor de hojalata un imprescindible clásico universal del siglo XX, de obligada lectura por parte de aquellos lectores vivaces que se precien de serlo. Estamos, pues, ante una novela para la que no todo el mundo está preparado. Aunque bien vale un esfuerzo.

     Tampoco me voy a extender en la polémica abierta desde siempre sobre la figura de Grass y su pertenencia al ejército nazi. Es cierto que a los 17 años de edad entró a formar parte de las Waffen-SS y llegó a ser auxiliar de artillería en la Luftwaffe. También que cayó herido y capturado en Marienbad, donde fue hospitalizado como herido y prisionero de guerra. No obstante, como él mismo lamentó siempre, su generación completa cayó ante el encanto de la seducción del poder nazi. ¿Debemos juzgar a alguien que a los 17 años sucumbe ante tales encantos? Cada cual saque sus propias consecuencias al respecto. Eso sí, la escritura de una obra como la que nos ocupa quizás le sirva como redención o sea digno de nuestro perdón.

     El tambor de hojalata es una novela de aventuras maravillosamente escrita que recuerda en diversos pasajes al Quijote de Miguel de Cervantes. Oscar es una especie de Quijote --medio cuerdo-medio loco-- que decide dejar de crecer a los tres años porque no acepta una sociedad --la que ha tocado vivir-- enferma. Y la fusión de elementos reales y fantásticos puede llevarnos incluso a calificar a la obra como precursora del realismo mágico más tarde tan magníficamente desarrollado por otros genios literarios como Gabriel García Márquez o Isabel Allende. En definitiva, estamos ante una de las obras más justificablemente aclamadas del siglo XX. Y por méritos propios.

     Grass y Oscar se entremezclan en la narración hasta hacerse indisolubles. Y entrañables. Tras rechazar el mundo adulto y decidir dejar de crecer el pequeño se refugia en el tambor de hojalata que le ha regalado su madre. Oscar y su tambor serán uno durante un cuarto de siglo. La obra se divide en tres libros: el primero abarca desde su nacimiento hasta antes del inicio de la guerra; el segundo narra los años del conflicto; el tercero se centra en su huida a Düsseldorf nada más acabar la guerra. Todo ello se acompaña de breves páginas en las que el Oscar de treinta años, recluido en el sanatorio, recibe visitas de familiares y amigos.

     Y nos queda la poesía. Porque Grass, al más puro estilo de Goethe, es todo un poeta. El tambor de hojalata, la música y el arte pueden combatir a la guerra, al odio y al racismo. La voz vitricida de Oscar planta cara a la noche de los cristales rotos. Y toda la novela, en conjunto, ataca y critica al régimen nazi y a la sociedad alemana de la época. Por tanto, el valor de El tambor de hojalata no es solo literario sino también histórico y hasta filosófico --Oscar busca durante toda su vida quién es, de dónde viene y el lugar hacia el que dirigirse--. Y su significado, por tanto, le otorga una vigencia que le hará perdurar para siempre como una obra cumbre y capital de la literatura alemana, europea y universal.