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miércoles, 28 de abril de 2021

La madre. Máximo Gorki. Club Internacional del Libro. 1993. Reseña

 




    

    El escritor y político ruso Máximo Gorki (1868-1936), firme activista del movimiento revolucionario ruso, está considerado también uno de los máximos exponentes del realismo socialista literario. Novelista, ensayista y dramaturgo, trabó una gran amistad con algunos de sus contemporáneos rusos, por ejemplo, Anton Chéjov y León Tolstoi, de quienes llegó a escribir sus memorias. Nominado en cinco ocasiones al Premio Nobel de Literatura --galardón que jamás se le concedió--, alcanzó su mayor notoriedad en el ámbito de la novela, donde destacaron fundamentalmente sus obras Los bajos fondos y La madre. Gran detractor del zarismo, hubo de vivir en el exilio durante buena parte de su vida. Su afinidad hacia la socialdemocracia marxista y el bolchevismo le llevaron a simpatizar con Bogdánov, Lenin y Stalin. En 1932 pudo regresar a la URSS, donde finalmente murió. Su ciudad de origen, Nizhni Nóvgorod, llevó su nombre entre 1932 y 1990.


    La madre, publicada en 1907, fue escrita en 1906. Frustrada la revolución del año anterior, Gorki había sido enviado por los bolcheviques a EE. UU. con la finalidad de recaudar dinero para incrementar sus fondos. Durante la visita a las montañas de Adirondack recibió la inspiración de la que emanó la novela que nos ocupa. Una novela que pasó a la historia como precursora definitiva de lo que hoy conocemos como la Revolución Rusa de 1917. La existencia de la lucha de clases, la crítica despiadada pero realista del régimen zarista, la convencida defensa del derecho a la vida de las clases populares y de los bajos fondos sociales de los que ya escribió en su otra gran obra en 1902 y la imperiosa necesidad de que todos los obreros del mundo unieran sus fuerzas contra los diferentes regímenes opresores de sus derechos son los cuatro pilares fundamentales en los que se asienta la historia que protagoniza, además, una mujer: Pelagia.


    La novela se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, Pelagia enviuda de un marido, Mijail Vlasov, borracho y maltratador --como muchos obreros que, desquiciados por una vida sin sentido, se refugian en el alcohol y en la violencia doméstica--. Su único hijo, Paul Vlasov, se convierte en el centro de su existencia. Solitario y retraído, el joven se refugia en los libros. Pero no solo en libros cualquiera: también en libros perseguidos por las autoridades. Leo libros prohibidos. Se prohíbe leerlos porque dicen la verdad sobre nuestra vida de obreros. Se imprimen en secreto, y si los encuentran aquí, me llevarán a la cárcel. A la cárcel porque quiero saber la verdad. ¿Comprendes? Las ideas marxistas de Paul preocupan a Pelagia. El futuro de ambos, muy incierto, más todavía. La casa familiar se convierte en centro de reuniones de Paul con el resto de jóvenes miembros de un movimiento que comienza a tomar auge. Y Pelagia, muy querida, se convierte en la madre de todos y cada uno de ellos.


    Paul se erige en líder del movimiento socialista en su pueblo. Reuniones secretas, folletos, libros perseguidos, registros, detenciones y mil peligros comienzan a ser parte del día a día de la casa. Pelagia, reticente en un principio a todo, comienza a comprender la verdad de los jóvenes. Unos jóvenes que van pasando por la prisión y la tortura. Los actos del uno de mayo desembocan en un tumulto y en la detención de Paul, que ha de ser juzgado y presumiblemente desterrado a Siberia. Y Pelagia decide seguir la obra de su hijo. Pasa a ser parte activa del grupo y no duda en enfrentarse a las situaciones más peligrosas con tal de seguir llevando la voz de su hijo y del resto de los jóvenes a todo el mundo. Verán que, aunque no esté Paul, su mano los alcanza desde la cárcel. ¡Ya verán! La transformación de la madre es altamente llamativa: de maltratada, miedosa y religiosa a activista, valiente y socialista militante. Nada hay que perder cuando todo está perdido ya, parece poner en práctica.


    En la segunda parte de la novela Pelagia recoge el testigo de su hijo y pasa a ser la gran protagonista de la historia. Así, trata de convencer al resto de padres: nuestros hijos van por el mundo hacia la alegría, por el amor de todos, por el amor de la verdad de Cristo; marchan contra todas las cosas por medio de las cuales los malvados, los mentirosos, los ladrones, nos tienen aprisionados, nos encadenan, nos aplastan. ¡Amigos, nuestra juventud se ha levantado por todo el pueblo, nuestra sangre se alza por el mundo entero, por todos los obreros que en él viven! ¡No les abandonéis, no reneguéis de ellos, no dejéis a vuestros hijos que sigan el camino solos! Tened piedad de vosotros mismos. Tened fe en los corazones de vuestros hijos, ellos han hecho nacer la verdad y mueren por ella. ¡Tened fe en ellos! De esta manera, la Pelagia religiosa da paso a una Pelagia socialista. Y asimila que, en realidad, ambas cosas son lo mismo, puesto que Cristo fue el primer socialista de la historia.


    Tras el encarcelamiento de Paul y otros líderes del movimiento la madre se muda a la ciudad, a casa de Nicolás Ivanovitch. Aunque echa de menos a su hijo cada día y no sabe qué va a ser de sus vidas, alguien le comenta que no debe preocuparse: cuando se es bueno nunca se está solo, y hay muchas personas que la quieren a usted. Pero la imagen que tenía de su hijo ha cambiado para siempre: adquiría para ella las proporciones de un héroe de leyenda; unía a él todas las palabras leales, audaces, que había oído; todos los seres que había amado, todo lo que conocía de amor y de claridad. Entonces lo admiraba, enternecida, entusiasta, y pensaba llena de esperanza: ¡todo irá bien, todo! Y no duda en exponerse a detenciones y torturas ni en viajar por campos, pueblos y ciudades para hacer llegar hasta el último rincón los folletos y los panfletos del movimiento. Y, además, hasta habla en público. Y con gran acierto.


    ¡Campesinos! Buscad esos papeles, leedlos. No creáis a las autoridades y a los popes cuando os digan que los que os traen la verdad son impíos y rebeldes. La verdad camina en secreto por el mundo, se oculta en el nido del pueblo; es para las autoridades como el cuchillo y el fuego que no pueden aceptar, porque los degollará, ¡los quemará! La verdad, para vosotros, es la mejor amiga; para las autoridades es una enemiga jurada. ¡Por eso tiene que esconderse...! Esta nueva Pelagia contrasta con la de su anterior etapa vital, en la que no recordaba las letras, no leía y se dedicaba tan solo a recibir los golpes de su esposo, a llevar la casa y a criar de la mejor manera a Paul. Ahora, en cambio, se sentía capaz de todo. Incluso de abrir los ojos, el corazón y la conciencia tanto de los obreros como de los campesinos. Trabajadores que llegaban a dar sus vidas para que el patrón de turno regalara a su amante un orinal de oro.


    Si Gorki es conocido como el escritor de los oprimidos es por la descripción y la defensa que el autor hizo siempre del mundo del proletariado. Duro, implacable, valiente y obstinado, creó una nueva confianza que, desde la amargura --Gorki significa amargo, y es el pseudónimo de Alexei Maximovich Pieskhov, nombre real del autor--, busca crear un nuevo orden en el que sus personajes alcanzan la libertad a través de la dignidad y la lucha. La madre, escrita en 1906 y aparecida primero en inglés y en alemán, fue revisada en varias ocasiones hasta su versión definitiva, publicada en Rusia en 1922, cinco años después de la Revolución de 1917. El cineasta soviético Pudovkin realizó una versión cinematográfica de la obra. Y Bertold Brecht la llevó posteriormente al teatro. Más de un siglo después, sigue siendo, por méritos propios, uno de los clásicos rusos y universales del mundo de la literatura.