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lunes, 3 de mayo de 2021

Desayuno en Tiffany´s. Truman Capote. Anagrama. 1990. Reseña

 




    En 1958, con tan solo 34 años de edad, Truman Capote publicó en EE. UU. su novela Desayuno en Tiffany´s. Quienes pudieron tener el privilegio de leer aquella edición de Random House durante los tres años siguientes se imaginaron una Holly Golightly diferente de todos aquellos que la hemos ido leyendo después. Y es que en 1961 el director Blake Edwards rodó la película, cuyo título se tradujo en España como Desayuno con diamantes, interpretada por Audrey Hepburn. Y desde entonces resulta imposible ya leerla sin ver el rostro de la actriz cada vez que aparece en escena el personaje de Holly. Lógico, porque hablamos de una de las mejores y más bellas actrices que ha dado Hollywood a lo largo de toda su historia. Razón por la cual la desdichada Holly Golightly adquiere una nueva dimensión. La censura de la época, además, privó al film de las aficiones de la protagonista (fumar marihuana), su forma de ganarse la vida (mediante la prostitución), su bisexualidad y su anterior aborto. 


    Ciñámonos a la novela, que es lo que aquí nos ocupa, puesto que tampoco la mayoría de acciones de la película tienen mucho que ver con ella. La Holly Golightly de Truman Capote oculta un pasado sombrío que antes o después será descubierto por el narrador y el lector. Por eso mismo, jamás habla de su pasado ni de nada que tenga que ver con ella directamente. Es una escort o chica de compañía que vive una vida extravagante. Por ejemplo, tiene por costumbre desayunar frente a la mítica joyería Tiffany´s. Porque me calma de golpe, ese silencio, esa atmósfera tan arrogante; en un sitio así no podría ocurrirte nada malo, sería imposible, en medio de todos esos hombres con los trajes tan elegantes, y ese encantador aroma a plata y a billetero de cocodrilo. Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como se siento allí, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato. En el fondo, en efecto, Holly es una desarraigada y una farsante. Una desgraciada. 


    Y, además, en el pasado más reciente ha rechazado un papel para la película de Hollywood The Story of Dr. Wassell. ¡De David O. Selznick, ni más ni menos! ¿Por qué abandona Los Ángeles y la posibilidad de ser una actriz rica y famosa y se establece finalmente en Nueva York para ejercer una profesión tan humillante? Así se lo explica ella misma al narrador de la historia, un escritor de poca monta del que desconocemos hasta el nombre: ser una estrella de cine es demasiado esfuerzo, hay que ser tremendamente narcisista. No quiero decir que el ser rica y famosa fuera a fastidiarme. Ésas son cosas que ocupan un lugar importante en mis planes, y algún día trataré de conseguirlas; pero, si las consigo, querría seguir gustándome a mí misma. Quiero seguir siendo yo cuando una mañana, al despertar, recuerde que tengo que desayunar en Tiffany´s. Pero, bajo ese halo de seguridad en sí misma se oculta la verdadera Holly. Una mujer que solo busca, sin encontrarlo, un camino que seguir en la vida.


    La verdad es que la protagonista vive en un edificio medio destartalado del Upper East Side de Manhattan y tiene como vecinos al escritor narrador de la historia, a Mr. Yunioshi y a la temible Madame Spanella, vieja que critica sus comportamientos y sus fiestas nocturnas y que siempre la amenaza con denunciarla a la policía. Bebe a menudo en el bar de Joe Bell, es la protegida de O. J. Berman, hombre de cine que sigue queriendo introducirla en Hollywood pese a sus demostradas reticencias, sale con el millonario Rusty Trawler, que quiere prometerse con ella a toda costa, y acaba compartiendo su piso con Mag Wilwood, una chica altísima que ansía marido. Además, a través de Mr. Shaughnessy, se gana un dinero extra visitando en la cárcel a un mafioso de nombre Sally Potato, de quien afirma ser su sobrina. En realidad, sin saberlo --o quizás sí lo sabe--, pasa el parte meteorológico antes de cobrar. Un parte y unas visitas que acabarán complicándole mucho la vida en cualquier momento. Más pronto que tarde, además.


    Holly enamora de forma irremediable a todos los hombres que pasan por su vida. Entre ellos, al narrador, a Joe Bell, a Mr. Yunioshi, a O. J. Berman y a Rusty Trawler. Y no solo lo hace por su belleza. También porque, pese a su modo de vida, es una buena chica. Una buena chica que huye de unos problemas mientras se mete en otros incluso más graves. Una buena chica que no quiere cambiar de vida o que simplemente ya no puede hacerlo porque es algo imposible para ella. Una buena chica capaz de regalar una preciosa jaula de tres cientos cincuenta dólares para hacer prometer al nuevo dueño de la misma que jamás meterá en ella a ningún ser vivo. Una buena chica que, no obstante, también va partiendo los corazones de todos esos hombres que forman parte de su vida de una u otra manera. Algo que, según se irá viendo con el discurrir de su historia, viene ya de lejos. De su vida anterior. De esa que quiere mantener oculta. De esa que acabará por explotar ante sus ojos en cualquier momento.


    Sobre la bisexualidad y la libertad sexual, temas que rehúye la película, hay una frase en la novela que lo dice todo. Su amiga y compañera de piso, Mag, afirma que me conformaría también con la Garbo. ¿Por qué no? Tendríamos que poder casarnos con hombres o mujeres o... Mira, si me dijeras que pensabas liarte con un buque de guerra, yo respetaría tus sentimientos. No, hablo en serio. Habría que permitir toda clase de amor. Arriesgada frase para una novela de los años cincuenta del siglo pasado, la verdad. Y Holly opina igual. Porque, aunque es una farsante, es una farsante que siente. Una farsante auténtica. Solo alguien como ella diría que tu país es aquel en donde te sientes a gusto. Y aún estoy buscándolo. Solo alguien como ella añadiría que no estoy dispuesta a dar testimonio contra un amigo. Trato a las personas como ellas me tratan a mí, y el viejo Sally, de acuerdo, no fue del todo sincero conmigo, digamos que se aprovechó un poco de mí, pero de todos modos sigue siendo un buen tipo, y prefiero que esa policía gorda me secuestre antes que ayudar a que esos leguleyos fastidien a Sally.


    No obstante, la gran frase de la novela, la que resume el pasado de Holly, y también quizá lo que está todavía por venir, es esta que le dice a Joe Bell: No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje. No hay que entregarles nunca el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo. Pero créeme, es mejor quedarse mirando al cielo que vivir allí arriba. Es un sitio tremendamente vacío. No es más que el país por donde corre el trueno y todo desaparece. Es cierto. A veces, caminar con el peso a cuestas de tu pasado es algo muy complicado. Se hace difícil seguir caminando de esa manera. Y a Holly se la ve cansada, además de desarraigada. Y piensa en una huida hacia adelante.


    Desayuno en Tiffany´s es una magnífica novela corta que se acompaña --en esta edición de Anagrama-- de tres relatos breves, titulados Una casa de flores, Una guitarra de diamantes y Un recuerdo navideño, en los que queda de manifiesto la gran capacidad de Truman Capote a la hora de combinar un tono mundano, un bello lirismo y un mundo repleto de sentimientos a flor de piel. Tanto la novela como los relatos demuestran que no hace falta alargar las historias sin motivo y que la belleza literaria no está formada por páginas sino por palabras. Las justas y necesarias. Así, apenas cien páginas pueden consagrar a un autor para siempre. Y este Desayuno en Tiffany´s es un buen exponente de lo afirmado.