De entrada debo confesar que no pude con la novela. Sé que es un best-seller, sé que la han leído más de veinte millones de personas en todo el mundo. Pero son cosas que pasan. No pude pasar de la página 90. Lo mismo me ocurrió con "La bodega", otra obra del escritor Noah Gordon. Por tanto, aclaro que el presente artículo se ciñe únicamente a la película dirigida por Philipp Stölzl, dejando de lado la polémica sobre si está o no bien adaptada la novela en esta versión para la gran pantalla.
El director alemán ("El último testigo" o "Goethe!") se apoya en el guión adaptado por Jan Berger ("Somos la noche" y "En busca de la piedra mágica") para acercarnos a la aventura épica que originó la medicina casi tal y como la conocemos a día de hoy. El personaje de Rob Cole, soberbiamente interpretado por un desconocido, Tom Payne, nos arrastra merced a sus ansias de conocer los secretos de la medicina.
Todo comienza a sus siete años de edad, a raíz de la muerte de su madre y a su instinto de supervivencia, lo que le llevará a conseguir que le acoja un viejo barbero inglés, también muy bien interpretado por el actor sueco Stellan Skarsgard ("El indomable Will Hunting" o "Mamma mía!"). Con él comenzará a aprender pequeños aspectos de la por entonces primitiva medicina británica. El gran cambio, sin embargo, se dará al asistir a cómo un joven judío cura la ceguera del barbero. Su interés le llevará a preguntar. Y de esa pregunta surgirán un lugar (Ispahan, Persia) y un nombre (Ibn Siná, más conocido por todos nosotros como Avicena).
Tras no conseguir convencer a su acompañante para viajar hasta allí emprenderá el viaje en solitario. Un año de penurias. Pero también un año que cambiaría su vida. En ese viaje conocerá al amor de su vida, una joven judía española que viaja hasta Ispahan para casarse con un conocido mercader local. Emma Rigby, bellísima actriz inglesa también prácticamente desconocida, borda su personaje.
Al llegar a tierras persas logrará ser admitido por Ibn Siná, el más gran sabio de su tiempo, magistralmente interpretado por el inglés Ben Kingsley ("La invención de Hugo", "Oliver Twist"), de la mano de quien aprenderá los mil y un secretos de la medicina oriental, la verdadera medicina en aquella época. Merced a su relación con el sabio, llegará a trabar amistadv personal con el Sha de Persia, encarnado por el francés Olivier Martínez ("Infiel", "Antes que anochezca").
En la madraza de Ibn Siná se relacionará con estudiantes árabes y judíos por igual. Pero deberá guardar su gran secreto: obviamente, es cristiano. Se esforzará en aprender los ritos judíos para conseguir su gran propósito: convertirse en un gran médico. La película nos va ilustrando con sus progresos médicos, además de situarnos en el ambiente de gran intolerancia religiosa (cristiana, judía y musulmana) y de enseñarnos cómo su relación con la joven judía española se va estrechando más y más.
Todo ello con un vestuario, una ambientación, una escenografía, una fotografía (Hagen Bondanski) y una música (Ingo Frenzel) que deleitan nuestros sentidos de inicio a fin. Y es que, pese a durar dos horas y media, el film no se hace largo ni pesado, sino que es fácil de ver y de digerir dada la belleza de sus imágenes y su colorido. Ciertamente, no es nada que no se haya visto antes (es más, recuerda ese cine de Hollywood de los años cincuenta o sesenta - nada que ver, por ejemplo, con "El reino de los cielos" y demás atrocidades cometidas en la actualidad -), pero uno se va a casa muy contento y satisfecho.
De todo lo anterior surge una reflexión en forma de pregunta: ¿por qué se ha tardado 27 años en llevar esta historia al cine? La explicación más plausible es que la novela fue un éxito en todo el mundo, sobre todo en Europa, pero no en EE. UU.. De ahí que Hollywood no se haya lanzado nunca a la aventura. El dinero manda, como siempre. Por esa razón ha habido que esperar a que un director alemán y este maravilloso elenco de actores (europeos todos) se decidieran a dar el paso hacia adelante.
En definitiva, y repitiendo que debo dejar de lado las críticas acerca del escaso acierto a la hora de adaptar la novela de Gordon al cine, debo aconsejar a todo el mundo ver esta magnífica película. No creo que nadie se arrepienta de pasar dos horas y media visionando una historia dramática pero épica desarrollada en el siglo XI, una época que, visto lo visto, no fue tan oscura. No en vano, alumbró las bases de la civilización moderna.