Tras ganar el premio Círculo de Lectores con "Una dama en juego", Carla Montero regresó el pasado año a la primera línea editorial con la obra que a continuación paso a reseñar. En ella encontramos un par de historias relacionadas entre sí y desarrolladas con setenta años de diferencia: una en el París ocupado por los nazis y otra a caballo entre el Madrid actual y, nuevamente, la ciudad de la luz.
El tema del expolio nazi de obras de arte está de moda en los últimos tiempos. En este mismo blog reseñé hace tiempo "La frontera dormida", de José Luis Galar, novela desarrollada en Canfranc. Y actualmente triunfa "The monuments men", de Robert M. Edsel, la cual verá la luz en su versión cinematográfica estas navidades de la mano de George Clooney. Si en la obra de Galar el cuadro protagonista de la trama es "El alquimista", pintura ficticia de Vermeer, en "La tabla esmeralda" lo es "El astrólogo", de Giorgione.
El cuadro, del siglo XV, supuestamente encierra un gran secreto: las claves para interpretar con éxito la tabla esmeralda, texto breve, críptico, atribuido al mítico Hermes Trismegisto, en el cual está condensado o resumido todo el arte de la Gran Obra, objetivo principal de la alquimia. La codidia por poseer el cuadro y resolver los misterios que éste encierra lo convertirá en maldito a través del tiempo.
La primera historia que encontramos en la trama de Montero es la que protagonizan en el París de 1942-44 Sarah Bauer, joven judía poseedora del cuadro; Jacob, un sirviente del clan de los Bauer que ayuda a Sarah a huir a la capital francesa al ser detenida toda su familia; y George Von Bergheim, un comandante de las SS al servicio personal de Himmler que busca la pintura de Giorgione a toda costa. Las acciones se nos cuentan mediante la técnica del narrador omnisciente en tercera persona.
La historia actual la protagonizan Ana García-Brest, historiadora del arte que trabaja en el Museo del Prado; Konrad Koller, un rico empresario alemán coleccionista de obras de arte; y Alain Arnoux, un doctor en arte de la Universidad de La Sorbona especialista en la recuperación de obras expoliadas por los nazis en Francia. La propia Ana, en primera persona, es quien nos va contando esta parte de la trama.
Cómo ambas líneas argumentales se acaban entrelazando es algo que, obviamente, no debo desvelar. Será el lector quien lo descubra según vaya avanzando la lectura de esta gran novela. No obstante, sí creo conveniente puntualizar algunas cosas sobre ella. A saber: en las dos partes argumentales hay sendas relaciones de amor (dos triángulos amorosos, para ser más exactos). Una de ellas mucho más sorprendente y atrayente que la otra. Y también una de ellas más esperada desde bastante pronto; quizás demasiado. Es decir, una historia sorprendente y bella y otra menos atractiva pues su desenlace es bastante obvio desde al menos unas tres cientas páginas antes.
Respecto a los protagonistas principales he de reconocer que, pese a que son Sarah y Ana las más importantes, el personaje que más me ha impactado, con diferencia, ha sido George Von Bergheim. Sarah es una jovencita luchadora y enamoradiza que deberá buscar su camino tras perder a su familia a causa de "El astrólogo", el maldito astrólogo. Ana, en cambio, está totalmente supeditada a su novio, no tiene personalidad propia y vive al antojo de aquél, el cual hasta le dice cómo ha de vestir y peinarse. Sin embargo, Von Bergheim tiene una personalidad mucho más atractiva: debe decidir entre seguir sus propias convicciones políticas, lo que conlleva cumplir las órdenes de Himmler y Hitler, y sus valores como persona, lo cual está reñido con lo anterior y le llevará a tener que afrontar el dilema de elegir su bando en la guerra. ¿Debe entregar a Sarah o quizás protegerla y dejar que el rastro del cuadro se pierda para siempre?
Temáticamente, "La tabla esmeralda" es una novela difícil de encuadrar. Puede ser una novela histórica al narrar los acontecimientos acaecidos en el París ocupado por los alemanes (sección muy bien documentada, por cierto). También puede ser un thriller al contar con elementos como la intriga o la violencia física en determinados momentos. Incluso puede calificarse como una novela romántica pues cuenta dos historias (quizás una solamente) cuyos protagonistas han de vencer sus propios temores para poder estar juntos. Y, finalmente, se puede etiquetar como metanovela al constar de dos líneas argumentales perfectamente delimitadas (por más que ambas acaben encontrándose finalmente).
Etiquetas al margen, estamos ante una trama muy atractiva que creo puede gustar a todo tipo de lectores. Sin duda, una novela cuya lectura recomiendo abiertamente. Pese a sus setecientas páginas tiene aspectos que le hacen atrapar al lector e interesarle en las distintas historias que la conforman. Una lectura pues que no defraudará a aquellos lectores que se atrevan a buscar el secreto encerrado en un cuadro del siglo XV...