Cuando el pasado 8 de enero, fecha del 66º aniversario de David Robert Jones, éste anunció el inminente lanzamiento de un nuevo trabajo discográfico una década después de "Reality", el mundo musical se detuvo sorprendido. En plena era digital, en la que guardar un secreto es imposible a todas luces, Bowie consiguió mantener su gran noticia a salvo de los grandes medios mundiales. Y, además, nos regaló el primer sencillo del mismo, "Where are we know?", un tema que anunciaba un disco melancólico y nostálgico. El clip de presentación, con un Bowie notablemente envejecido, pausado y lánguido, al borde la catarsis personal, reforzaba la tesis de una especie de aceptación de la edad por parte del artista.
El lanzamiento del CD se produjo el 8 de marzo, sólo dos meses después de su anuncio. Para entonces ya se conocía el segundo adelanto de "The next day", titulado "The stars (are out tonight)", canción que recuerda al Duque Blanco en los principios de los ochenta, cuando aparecía siempre tan bien trajeado. Tema bailongo y pasional que recuerda a su conocido "Let´s dance". En definitiva, un Bowie diametralmente opuesto al presentado en "Where are we know?". ¿Qué nos depara este disco pues?
He esperado tres semanas a escribir sobre él porque los trabajos de este genio londinense necesitan de muchas escuchas para hacerse una idea más aproximada de todos y cada uno de sus contenidos. "The next day" es el vigésimo cuarto disco de estudio de El gnomo sonriente, como también se le conoce. Lanzado por Columbia Records y grabado con el productor Tony Visconti durante diversas sesiones repartidas entre 2011 y 1012 (¡todo ello en extremo secreto!), presenta 14 canciones con una duración total de 53 minutos. La portada, obra de Jonathan Barnbrook, superpone un recuadro blanco sobre la original carátula de "Heroes", de 1977, y con el título antiguo tachado. Lo pretendido con ella se ha conseguido: "sacudir a la gente".
"The next day", homónimo al disco, abre la lista de temas de una forma demoledora. Su potencia arrolla desde el principio al oyente. Tanto que hasta le asusta. Sus palabras "Aquí estoy / no del todo moribundo" anuncian que quiere dar todavía mucha guerra. Y vaya si lo consigue desde su primera nota. Canción potente, con profusión de voces y percusión trotona y unas guitarras crudas y directas. Tema setentero que recuerda a su época glam berlinesa. "Dirty boys" es una canción con un saxo retorcido y amenazante que sorprende e hipnotiza.
Le siguen "The stars (are out tonight)", "Love is lost", que vuelve a recordar a la época berlinesa mediante un teclado catedralicio y unas guitarras punzantes e hirientes, "Where are we know?" y "Valentine´s day", en la que predominan las guitarras a lo "Ziggy stardust" al principio y los coros a lo Arcade Fire durante el resto de sus minutos, constituyendo un medio tiempo típico de Bowie. "If you can see me" pone el punto final a lo que sería la cara A de la versión cassette. Se trata de una canción ochentera total, plena de psicodelia y vanguardismo. Caótica e inquietante.
La segunda parte del CD se abre con "I´d rather be high", dominada por unas poderosas guitarras y un marcado ritmo de batería, "Boss of me", tema rockero setentero con una simbiosis perfecta entre la línea rítmica y el saxo y con la voz de David sonando poderosa, y "Dancing out in the space", probablemente la menos buena de las canciones que componen el retorno del Camaleón, en la que la guitarra hormiguea de fondo bajo la voz del cantante.
"How does the grass grow", histriónica y genuinamente Bowie, recuerda a "Space oddity" en algunos momentos. Es un duro alegato contra la guerra acompañado por unos coros que llaman poderosamente la atención ya desde la primera escucha. "(You will) set the world on fire" es un zarpazo hard-rock con estribillo totalmente Arcade Fire y unas guitarras nuevamente poderosas. "You feel so lonely you could die" es una balada dramática, solemne, casi de homilía, que expresa un sentimiento colectivo de desamparo y soledad, algo muy común en estos tiempos que corren. "Heat" cierra este disco con un preocupante y misterioso "yo soy el profeta / pero soy el mentiroso" en el que la voz del artista suena dramática.
Como conclusión: 53 minutos de un Bowie que parecía sosegado y calmado, melancólico y nostálgico en su primer single de promoción pero que, al escucharle con atención, nos vuelve a sorprender con un disco rockero como hace años (y no sólo diez) no había hecho. Quizás desde 1980, con el inmortal "Scary monsters". Un trabajo que creo no va a defraudar ni a los que forman la legión de críticos del artista del ojo de cristal. Si es su despedida definitiva o el comienzo de algo más en su ya dilatada carrera es algo que el tiempo se encargará de demostrar. Lo que está claro es que ha vuelto. Y lo ha hecho con un disco que sólo él es capaz de hacer, lo que, por sí solo, ya es motivo de alegría para fans y no fans.