Hace más de cincuenta años el autor de novelas históricas norteamericano León Uris escribió sobre las andanzas de los revolucionarios judíos del gueto de Varsovia durante la ocupación nazi en plena II Guerra Mundial. Y lo hizo tras una notable labor de investigación y documentación histórica que le llevó a reflejar con total detalle todo lo acaecido en la barriada judía de la capital polaca entre agosto de 1939 y abril de 1943.
Su gran capacidad novelística de ficción le movió a introducir personajes inventados en la sucesión de los hechos reales narrados con gran maestría periodística, algo habitual en todas sus obras. Así, quien nos cuenta la historia es Cris de Monti, un periodista de la agencia suiza de noticias que cubre la capital polaca. Otros personajes de ficción se mezclan con los reales, algunos de ellos "disfrazados" con nombres ficticios, aunque a los conocedores del tema no les costará demasiado reconocer a personajes como Antek Zukierman y Zivia Lubetkin (a quienes dedica el autor la obra aquí reseñada), Mordejai Anilevich y Marek Edelman, líderes del movimiento sublevacionista; Adam Cherniakov, presidente del Consejo Judío o Judenrat; Emanuel Ringelblum, historiador clave en la recogida de los Archivos Oneg Shabbat; o Heinz Auerswald, comisario alemán de Varsovia.
A través de las anotaciones en su diario, Alexander Brandel (Emanuel Ringelblum) va contando todo lo ocurrido en el gueto y en el resto de Varsovia. Desde las acciones nazis hasta la paulatina aglutinación o unión de todos los movimientos clandestinos judíos, desde comunistas hasta derechistas pasando por los propios rabinos, en su lucha por defender la libertad y la dignidad de su comunidad. En efecto, los nazis, en su intento de acabar con el pueblo judío, conseguirán un efecto claramente contrario: la unión de todas las confesiones judías en una sola facción de lucha y resistencia.
Desde el refugio de la calle Mila 18 Andrei Androfski (Mordejai Anilevich), Tolek Alterman (Antek Zukierman) y el resto de jóvenes van construyendo un improvisado ejército capaz de plantar cara a los nazis, sembrando la semilla de lo que acabará siendo, pocos años después, el ejército del Estado de Israel.
León Uris también cuenta detalladamente el difícil papel jugado por el Cosejo Judío, con Paul Bronski (Adam Cherniakov) a la cabeza, y el paso de los nazis de un estado de euforia desatada a otro de rabia no disimulada ante las sucesivas proezas conseguidas por un "ejército" judío capaz de aguantar, y hasta de humillar, al más poderoso de los ejércitos de la época.
Quizás, de todo lo narrado por el autor, podría pensarse que el declive nazi en la II Guerra Mundial no vino por las derrotas de Stalingrado, el Afrikan Korps de Rommel o la entrada en la contienda de EE. UU. sino por las consecuencias que tuvo en el resto del mundo el levantamiento judío de Varsovia, el cual demostró y mostró al mundo que el potente ejército alemán distaba mucho de ser invencible si se le atacaba con verdadera pasión y fe en la victoria. En ese sentido, la sublevación judía sería el ejemplo a seguir por el mundo occidental en su lucha contra el imperio hitleriano.
Estamos, sin duda, ante una novela de valor eterno e incalculable, tanto desde el punto de vista histórico (pues narra con todo detalle la verdadera historia del levantamiento) como desde el novelesco (pues realiza una perfecta simbiosis entre los personajes reales, los inventados y los "disfrazados"). En ocasiones, hasta cuesta discernir si determinados hechos contados en esta novela son reales o ficticios.
Una novela no recomendable sino obligatoria para los amantes de la historia que nos enseña que los judíos no fueron "como ovejas al matadero" y que destierra para siempre el falso mito de la cobardía judía (fruto de un aplastante aparato propagandístico nazi). Un libro sobre el amor, la valentía y la lucha por la supervivencia presente y futura de una comunidad condenada a muerte por la barbarie. Un ejemplo de que en las peores situaciones siempre cabe esperar la ayuda de una mano amiga. Un canto a la vida desde el más allá...