LIBROS

LIBROS

martes, 8 de febrero de 2011

De nuestros padres, de nuestros hijos y de nosotros mismos

     Todo el mundo recibe una educación de parte de sus padres. Nuestros padres nos educaron a nosotros y nosotros educamos o educaremos a nuestros hijos. Los valores, sean buenos o malos, se suelen transmitir de generación en generación. Normalmente se educa según lo que se conoce. Incluso aun siendo conscientes de que no es la mejor forma de hacerlo. “Mis padres me educaron así, por tanto no pasa nada si yo educo a mi hijo así también”, piensa mucha gente.

     Pero si algo está claro es que NINGÚN PADRE BUSCA HACERLE NINGÚN MAL A SU HIJO CONSCIENTEMENTE. Cuando los valores transmitidos son positivos no hay ningún problema. El hijo crece “como Dios manda”. Pero es diferente cuando esos valores no son tan positivos. El hijo desvía el camino que debería seguir normalmente.

     Evidentemente, cada persona es un mundo. Algunos prefieren educar a sus hijos como buenas personas, honestas e incapaces de hacer el mal; otros como futuros acaudalados materialistas, algo que deberán conseguir sea como sea. Algunos intentan convencer a sus hijos de que en la vida hay que elegir entre dos cosas que te gustan, pues normalmente no se puede conseguir todo; otros los acostumbran desde pequeñitos a tenerlo todo, sin saber si en el futuro éstos podrán seguir teniéndolo todo o no… Allá cada cual con su moral y sus valores.

     Como dije antes, estos valores se suelen transmitir de generación en generación. De ahí que muchos nietos sean como sus abuelos. Pero esto, afortunadamente, NO SIEMPRE ES ASÍ. La cadena se puede romper. Todo se puede cambiar. Y ello es posible a algo maravilloso. Cada uno de nosotros tiene las riendas de su vida. Solo hace falta querer dirigirlas, de verdad, hacia donde nosotros queremos llegar. Y esto no solo cambiará nuestras vidas, sino también las de nuestros hijos. A lo que voy.
    
     La educación recibida nos marca de forma irremediable. Pero todo tiene un pero. Nosotros, en cualquier momento de nuestra vida, podemos elegir otra forma de vida. Podemos tomar un camino diferente al marcado en nuestra niñez. Conozco a mucha gente que echa a sus padres la culpa de ser como es. Tienen razón. Pero solo en parte. Nosotros, en edad adulta, podemos y debemos tomar las riendas de nuestra vida.

     Nuestros padres, solo por el hecho de habernos dado la vida, merecen TODO NUESTRO RESPETO (salvo muy contadas y reservadas excepciones). Nuestra vida es nuestra y culparlos a ellos de nuestras desgracias no nos hará más felices, sino desgraciados y, además, deshonrados con nuestros padres. NADIE ES PERFECTO, ni falta que hace.

     Debemos COGER EL TORO POR LOS CUERNOS y VIVIR. Pero, ante todo, vivir sin rencor ni falta de respeto ni culpando a nadie de nuestros defectos. Nunca es tarde para empezar a vivir nuestra vida. Será mucho mejor para nosotros y para nuestros hijos. Nos lo agradecerán algún día. Y si no almenos tendremos la conciencia tranquila por haberlo intentado.

     Honrad a vuestros padres y educad (de verdad) a vuestros hijos. Pero, ante todo, VIVID VUESTRA VIDA!