Escrita en 1950 y publicada por primera vez en México en 1953 bajo el título Mosén Millán, la novela corta del escritor español en el exilio Ramón J. Sender tomó el título definitivo de Réquiem por un campesino español en 1960. La historia de su huida de la persecución franquista, el fusilamiento de su esposa y su posterior exilio en Francia primero y en EE. UU. después tras pasar por un campo de concentración galo es tan rocambolesca como apasionante. Llegó a Nueva York en 1939 y terminó por establecerse de forma definitiva en San Diego, donde vivió junto a sus hijos hasta su muerte, acaecida en 1982. A día de hoy sigue siendo considerado como uno de los grandes escritores españoles de la posguerra.
Antes de escribir la novela que nos ocupa Ramón J. Sender ya había alcanzado una gran fama gracias, sobre todo, a los primeros volúmenes de la serie Crónica del Alba, una trilogía de trilogías --o enealogía-- autobiográficas de su infancia, adolescencia y compromiso político, que se fueron publicando sucesivamente hasta 1966. Además, en 1935 ya había recibido el Premio Nacional de Literatura por su obra Mr. Witt en el Cantón. En su exilio estadounidense se dedicó a escribir y a dar clases de literatura en diversas universidades del país. Entre sus numerosos alumnos y alumnas cabe mencionar a Lucía Berlin, autora de reconocido prestigio en la actualidad gracias a la reciente publicación de sus obras en castellano. Más vale tarde que nunca.
Réquiem por un campesino español recoge los recuerdos del cura del lugar, Mosén Millán, respecto a la vida y muerte del campesino Paco el del Molino. El párroco se dispone a oficiar la misa en sufragio del alma de un joven al que quiso casi como a un hijo. Mientras espera la llegada a la iglesia de los asistentes al réquiem, reconstruye los hechos que llevaron al conocido Paco a la muerte. Un relato sobrio, casi frío, pero a la vez estremecedor que profundiza en la naturaleza humana. La narración aterra por su enorme realismo. También por el hecho de que tanto el párroco como el lector ven llegar una tragedia sin poder hacer nada por evitarla. La impotencia y el horror ante los hechos narrados constituyen una de las claves de que esta novela corta llegue directa al corazón del lector.
La historia se ubica cronológicamente en los momentos inmediatamente anteriores y posteriores a la decisión del rey Alfonso XIII de abandonar España en abril de 1931 tras el triunfo electoral de los republicanos. Triunfo cimentado en las grandes ciudades, pero no en los pueblos pequeños. Es allí, en un pequeño pueblo aragonés, donde se desarrolla la reacción de determinadas fuerzas monárquicas que se resisten a dejar el poder sobre los lugareños. El propio Sender describió este episodio como el esquema de toda la guerra civil nuestra, donde unas gentes que se consideraban revolucionarias lo único que hicieron fue defender los derechos feudales de una tradición ya periclitada en el resto del mundo.
Paco el del Molino, joven idealista, puro y sincero se convierte en el líder de la lucha del pueblo. Y Mosén Millán trata de justificarse pese a ser consciente de ser en parte el culpable de la captura y posterior asesinato del joven. Sus reflexiones nos muestran un cuadro de oscuros colores que representan el pensamiento de la época. La maestría de Ramón J. Sender a la hora de mostrarnos cada detalle, por sutil que este sea, es digna de mención. Porque la historia de Paco se nos antoja una excusa para trasladarnos de primera mano el ambiente social del momento, la verdadera historia, y el compromiso del autor ante el choque entre dos ideologías diametralmente opuestas. En torno a ellas, la ya clásica hipocresía española. Que parece que viene desde muy atrás en el tiempo.
La antítesis entre comunismo y fascismo se muestra con total claridad en las páginas del relato. Por un lado, Don Valeriano, Don Gumersindo y Don Cástulo, los señoritos del pueblo. Por otro, Paco el del Molino, su padre y familia, y algunos otros personajes. Y en el centro, la iglesia, es decir, Mosén Millán. El cura representa el papel que jugó en la preguerra, en la guerra y en la pos guerra la iglesia católica española. Inacción, falta de compromiso y hasta cobardía. Para él, todo es cuestión de resignación, de aceptación y de poner la otra mejilla. En suma, el autor da un serio correctivo no solo al párroco sino a la iglesia católica en su conjunto. Y es que historias parecidas a la aquí narrada hubo demasiadas en esa etapa histórica de nuestro país.
Para terminar, transcribo algunos de los fragmentos que más me han llamado la atención y que muestran las acciones de unos --los republicanos-- y las reacciones de los otros --los fascistas--: Hubo que repetir la elección en la alcaldea porque había habido incidentes que, a juicio de Don Valeriano, la hicieron ilegal. En la segunda elección el padre de Paco cedió el puesto a su hijo. El muchacho fue elegido... En Madrid suprimieron los bienes de señorío, de origen medieval, y los incorporaron a los municipios. Aunque el duque alegaba que sus montes no entraban en aquella clasificación, las cinco aldeas acordaron, por iniciativa de Paco, no pagar mientras los tribunales decidían... La respuesta telegráfica del duque fue la siguiente: doy orden a mis guardas de que vigilen mis montes, y disparen sobre cualquier animal o persona que entre en ellos. El municipio debe hacerlo pregonar para evitar la pérdida de bienes o de vidas humanas... Había oído decir que aquellos señoritos iban a matar a todos los que habían votado contra el rey... Nadie sabía cuándo mataban a la gente. Es decir, lo sabían, pero nadie los veía. Lo hacían por la noche, y durante el día el pueblo parecía en calma... Al día siguiente hubo una reunión en el ayuntamiento, y los forasteros hicieron discursos y dieron grandes voces. Luego quemaron la bandera tricolor y obligaron a acudir a todos los vecinos del pueblo y a saludar levantando el brazo cuando lo mandaba el centurión... Ahora yo digo en sufragio de su alma esta misa de réquiem, que sus enemigos quieren pagar.
La novela está considerada, por méritos propios, una de las grandes obras sobre la Guerra Civil Española. Y leerla bien vale la pena. Además de entretener, enseña historia contemporánea de nuestro país. Por todo ello, es altamente recomendable.
La historia se ubica cronológicamente en los momentos inmediatamente anteriores y posteriores a la decisión del rey Alfonso XIII de abandonar España en abril de 1931 tras el triunfo electoral de los republicanos. Triunfo cimentado en las grandes ciudades, pero no en los pueblos pequeños. Es allí, en un pequeño pueblo aragonés, donde se desarrolla la reacción de determinadas fuerzas monárquicas que se resisten a dejar el poder sobre los lugareños. El propio Sender describió este episodio como el esquema de toda la guerra civil nuestra, donde unas gentes que se consideraban revolucionarias lo único que hicieron fue defender los derechos feudales de una tradición ya periclitada en el resto del mundo.
Paco el del Molino, joven idealista, puro y sincero se convierte en el líder de la lucha del pueblo. Y Mosén Millán trata de justificarse pese a ser consciente de ser en parte el culpable de la captura y posterior asesinato del joven. Sus reflexiones nos muestran un cuadro de oscuros colores que representan el pensamiento de la época. La maestría de Ramón J. Sender a la hora de mostrarnos cada detalle, por sutil que este sea, es digna de mención. Porque la historia de Paco se nos antoja una excusa para trasladarnos de primera mano el ambiente social del momento, la verdadera historia, y el compromiso del autor ante el choque entre dos ideologías diametralmente opuestas. En torno a ellas, la ya clásica hipocresía española. Que parece que viene desde muy atrás en el tiempo.
La antítesis entre comunismo y fascismo se muestra con total claridad en las páginas del relato. Por un lado, Don Valeriano, Don Gumersindo y Don Cástulo, los señoritos del pueblo. Por otro, Paco el del Molino, su padre y familia, y algunos otros personajes. Y en el centro, la iglesia, es decir, Mosén Millán. El cura representa el papel que jugó en la preguerra, en la guerra y en la pos guerra la iglesia católica española. Inacción, falta de compromiso y hasta cobardía. Para él, todo es cuestión de resignación, de aceptación y de poner la otra mejilla. En suma, el autor da un serio correctivo no solo al párroco sino a la iglesia católica en su conjunto. Y es que historias parecidas a la aquí narrada hubo demasiadas en esa etapa histórica de nuestro país.
Para terminar, transcribo algunos de los fragmentos que más me han llamado la atención y que muestran las acciones de unos --los republicanos-- y las reacciones de los otros --los fascistas--: Hubo que repetir la elección en la alcaldea porque había habido incidentes que, a juicio de Don Valeriano, la hicieron ilegal. En la segunda elección el padre de Paco cedió el puesto a su hijo. El muchacho fue elegido... En Madrid suprimieron los bienes de señorío, de origen medieval, y los incorporaron a los municipios. Aunque el duque alegaba que sus montes no entraban en aquella clasificación, las cinco aldeas acordaron, por iniciativa de Paco, no pagar mientras los tribunales decidían... La respuesta telegráfica del duque fue la siguiente: doy orden a mis guardas de que vigilen mis montes, y disparen sobre cualquier animal o persona que entre en ellos. El municipio debe hacerlo pregonar para evitar la pérdida de bienes o de vidas humanas... Había oído decir que aquellos señoritos iban a matar a todos los que habían votado contra el rey... Nadie sabía cuándo mataban a la gente. Es decir, lo sabían, pero nadie los veía. Lo hacían por la noche, y durante el día el pueblo parecía en calma... Al día siguiente hubo una reunión en el ayuntamiento, y los forasteros hicieron discursos y dieron grandes voces. Luego quemaron la bandera tricolor y obligaron a acudir a todos los vecinos del pueblo y a saludar levantando el brazo cuando lo mandaba el centurión... Ahora yo digo en sufragio de su alma esta misa de réquiem, que sus enemigos quieren pagar.
La novela está considerada, por méritos propios, una de las grandes obras sobre la Guerra Civil Española. Y leerla bien vale la pena. Además de entretener, enseña historia contemporánea de nuestro país. Por todo ello, es altamente recomendable.