Las novelas de Juan Gómez-Jurado -de las mejores que se escriben en la actualidad- son catalogadas como literatura de ficción. Sin embargo, todas se basan en hechos reales o al menos posibles. Hecho este que les confiere mayor credibilidad por parte de los lectores. Quizá sea esta una de las claves de sus éxitos literarios. No obstante, a ello hay que unir otras variables más: su innata capacidad para escribir y describir situaciones, ambientes y personajes; su ácido sentido del humor -que se presenta incluso en las escenas más agobiantes de la trama-; o la manera que tiene de desentrañar los misterios de cada protagonista, los cuales va desmenuzando a su debido tiempo para mantener la intriga.
Tratándose de thrillers -de todas sus novelas solo La leyenda del ladrón se puede catalogar en un género diferente (novela histórica)-, lo que acabo de decir parece de perogrullo. No, no he descubierto América. Las referencias citadas son las claves de un buen libro de intriga, misterio, etc. Escribir de esta manera parece sencillo y muchos son los autores que van pariendo historias de este estilo unas tras otras, y casi todas parecen copias de sí mismas. Vuelvo a no descubrir con ello nada nuevo bajo el sol. Pero en este caso concreto, no es así. Porque Gómez-Jurado es genuino. Fiel a sí mismo, nos sorprende con cada uno de sus trabajos. Y eso es digno de valorar.
Cicatriz nos habla de muchos aspectos por todos -o casi todos- conocidos: las mafias rusas que se dedican a sucios negocios por todo el mundo (en este caso, Chicago); las páginas de internet dedicadas a la búsqueda de mujeres eslavas jóvenes y dispuestas a casarse con ricos (y necesitados) occidentales (aquí, Irina y Simon); la presencia en sus países de excombatientes medio locos tras haber vivido experiencias traumáticas a miles de kilómetros de sus hogares (es más conocido el caso norteamericano en relación a Vietnam, pero en Cicatriz se nos presenta el de El Afgano); el amor hacia un hermano que padece trisomía del 21 (o síndrome de down, enfermedad de Arthur, hermano de Simon); o las miserias familiares por causa del alcoholismo y los malos tratos (la familia de Simon).
Por supuesto, no me olvidaré de citar a los avances tecnológicos, cuyo valor sobrepasa el científico y hace que los hombres sean capaces de cometer los actos más inmorales que uno pueda imaginar. LISA es el gran invento del futuro del que ya se habla en la actualidad -y, para muestra, este botón-: el típico artilugio que bien usado puede hacernos la vida mucho más fácil y cómoda pero que si cae en manos erróneas puede acabar con el mundo tal y como es conocido. Podrá el lector de esta reseña pensar: ¡bah, más de lo mismo! Pues no. Porque para que no sea más de lo mismo cuenta el autor con su gran baza: su maestría a la hora de enlazar los temas, las situaciones, los pensamientos, las causas y las consecuencias.
Simon Sax es un ingeniero informático que ha dedicado su vida a cuidar de su hermano Arthur y a desarrollar a su gran pasión, LISA. Se trata de un hombre solitario, inmaduro y poco preparado para cualquier aspecto de la vida cotidiana que no tenga que ver con la informática o la enfermedad de su hermano. Por eso es tan importante para él su gran y único amigo: Tom. Mucho más decidido y desenvuelto que él, se ocupa de intentar vender el invento de Simon a alguna empresa puntera del sector informático. El objetivo: hacerse millonarios.
Absorbido por el trabajo, y consciente de la posibilidad de convertirse pronto en un rico solitario -Infinity, la empresa del todopoderoso Myers, está dispuesta a apoyar su trabajo (o a quedarse con él)-, decide que no desea ser únicamente querido por famoso y millonario, por lo que se propone encontrar pareja antes de que ello ocurra. ¿Dónde encontrar a la mujer de sus sueños? En internet. Así, conoce a Irina, una joven y bella ucraniana que le cambiará la vida. Y ahí, precisamente, comienzan los problemas. Porque Irina esconde una historia personal dominada por la tragedia, el horror y un solo objetivo en la vida: vengar la muerte de su familia.
Cómo Irina sobrevive a la tragedia familiar, conoce a El Afgano y prepara su venganza es algo que deberá descubrir el lector. Cómo logra encontrar a los asesinos a los que desea dar caza, también. Y cómo se relaciona en la vida cotidiana con su futuro prometido (Simon) se puede casi adivinar. Lo apasionante de la novela es, sin duda, cómo el autor va enlazando los temas y envolviéndonos en su tela de araña, hasta dejarnos pegados a sus páginas. Porque, como en sus obras anteriores, Gómez-Jurado nos deja sin aliento y sin capacidad para soltar el libro.
Aunque me parece mejor novela su anterior obra, El paciente -como todas las demás (a excepción de La masacre de Virginia Tech, una copia de la cual ya tengo sobre mi mesa), reseñadas en este mismo blog-, Cicatriz es digna de ser leída y disfrutada por la legión de fans que siguen a un autor que cada día cuenta con más y más fieles. Su buen hacer literario, su cercanía en redes sociales y el hecho de saber vender muy bien sus productos le han catapultado por méritos propios a la cima de la literatura española contemporánea. Eso sí, de todas sus obras, me sigo quedando con La leyenda del ladrón. ¿Para cuándo otra novela histórica?