Cuando escribo sobre algún trabajo musical suelo hacerlo desde la información, el conocimiento y la documentación previa sobre el disco en sí. En este caso he rehusado este método, pues me apatece reflexionar y divagar sobre él sin nombrar apenas sus canciones, su producción y su método de grabación y trabajo. Este es un artículo diferente. Voy a exponer mis recuerdos y mis sentimientos acerca de un LP legendario y, en mi opinión, sobrevalorado y sacado de contexto. No voy a escribir con la cabeza sino con el corazón. Porque creo que la ocasión lo merece. Allá voy.
Han pasado treinta años. Treinta. Mis recuerdos de aquello son algo ambiguos. No sé si en realidad son recuerdos o únicamente cosas que he leído y escuchado a través de los años. Trataré de ser lo más sincero posible, con vosotros - que me estáis leyendo - e incluso conmigo mismo - que os escribo -. Treinta años. Son muchos años. Sobre todo para alguien que tenía apenas nueve cuando algo tan grande como Born in the USA entró en su vida.
Conocí a Bruce con este disco, gracias a una prima tres o cuatro años mayor que yo que se volvió loca por él y por su música con estas canciones. Reconozco que yo estaba en aquella época a otras cosas. En España triunfaba La Unión, con su disco Mil siluetas, que incluyó temas también míticos como Lobo-hombre en París o Sildavia. El grupo español, representante de la Movida madrileña junto a otras legendarias formaciones - Gabinete Caligari, Nacha Pop, Los Secretos, Burning, Radio Futura o la mismísima Alaska - había acabado con la supremacía del Thriller de Michael Jackson, que había arrasado la escena musical a nivel mundial.
Pues bien, de entre los zombies, las largas coletas y las caras pintadas (o demacradas) del momento surgió él, un guitarrero musculoso que vestía vaqueros y camisetas sin mangas y enardecía a las masas con sus movimientos de caderas. Porque Bruce no es Elvis, pero que le digan a más de una cómo mueve las caderas - y más todavía hace treinta años -. Las imágenes de aquella gira, con estadios repletos de gente día sí y día también, todavía agitan mi cerebro. De alguna manera, a mis inocentes nueve años, sentí que algún día formaría parte de aquella marabunta humana rockera. Gracias a mi prima, por cierto, esté donde esté.
En plena Guerra Fría Born in the USA, el tema que dio título al disco, fue muy mal entendido por la sociedad. Así que lo que en realidad fue una crítica exacerbada a los gobiernos estadounidenses de los últimos años fue tomado como un himno patriótico. Los mismos jefes de campaña de Ronald Reagan optaron por esta canción como promoción de su candidatura. Nada más lejos de la realidad. Lo que Bruce hizo con el tema fue un homenaje a la lucha diaria de todos los trabajadores de su país que perseguían el sueño americano.
Ni que decir tiene que yo, un españolito de solo nueve añitos, también sucumbí a la banderita de barras y estrellas. Cómo no. Era la época de E.T. El extraterrestre, de Superman y de los controvertidos JJ.OO. de Los Ángeles. También de la carrera espacial entre los USA (los buenos) y la URSS (los rusos, es decir, los malos). Y a mí Vietnam me sonaba solo por algunas películas que ni siquiera había visto todavía porque no eran toleradas para menores - Apocalypse now, Air America, El regreso, El cazador y, por supuesto, ¡la archi famosa Rambo! -. En fin, que no fue difícil americanizarme.
Sí, 1984 fue un año que cambiaría mi vida para siempre, aunque yo no tenía ni idea entonces. Conocí a Springsteen, vi por primera vez jugar al baloncesto a un tal Michael Jordan, asisití (televisivamente hablando, a mis primeros JJ.OO.) y salió al mercado un disco en vivo, grabado en Red Rocks (Denver, Colorado), tras una devastadora tormenta, de unos irlandeses que se hacían llamar U2. Casi nada. No está nada mal la mezcla, ¿verdad? ¡Como para no cambiar!
Pero volvamos al Boss y a su Born in the USA. Decir que es su disco más relevante y que su canción homónima es la más conocida aporta poco nuevo. Sin embargo, esto es así solo para el gran público, es decir, para los simples fans o conocedores de Springsteen. Porque si preguntamos a los entendidos y a los super-fans, a aquellos que no dudan en tomar autobuses, trenes o aviones para verle decenas de veces (o incluso centenas en muchos casos - y no exagero: conozco algunos casos así ) la respuesta no es la misma prácticamente nunca.
Ni la canción ni el disco son los preferidos de sus fans de verdad. Algo que resulta extraño para la mayoría de mortales. ¿Por qué esto es así? Podría haber múltiples respuestas. Pero, por no alargarme en exceso, me quedo con una explicación (que no tiene por qué ser la más válida de todas, pero seguramente sí será compartida por muchos de vosotros): quien de verdad ama y conoce al Boss sabe que se trata de un tipo auténtico, directo y nada artificioso. Y, dejando de lado las letras (magníficas) de las canciones, en varios casos mucho más cercanas a Nebraska, su disco folk inmediatamente anterior, Born in the USA resulta demasiado producido, demasiado comercial. El incesante uso de los sintetizadores le dieron al trabajo un marcado carácter comercial que lo alejó de la línea marcada por el músico desde sus inicios. Nada que ver con sus anteriores discos, desde luego.
En definitiva: sin negar la inmensa calidad del disco, Born in the USA demuestra una vez más que no tienen por qué coincidir las ventas y la valía real de un trabajo. Es más, estas suelen ir juntas de la mano en muy contadas ocasiones. Probablemente esta cuestión explique que, pese a contar con algunas de sus canciones más conocidas, rara vez suenan en directo. Y, de hacerlo, son tocadas de forma más rockera e improvisada que como aparecieron en su día en el disco, hace ya treinta años.
Como veis, no he hablado de las doce canciones que formaron parte del LP. Son muy conocidas. Pero, por si acaso, os dejo el disco entero para quien se anime a escucharlo. Quizás podáis darme la razón el algunas cosas; a lo mejor me las rebatís. Así es la música y así es la vida. En cualquier caso, larga vida al Boss y al rock and roll...