La venden como la novela indignada de Eloy Moreno. Ciertamente, lo es. La segunda novela del joven autor castellonense confirma lo que ya se vio en El bolígrafo de gel verde - también reseñada en este mismo blog hace un par de años -, es decir, que este creador de historias debe ser seguido muy de cerca ya que, al margen de sus grandes dotes para contar varias historias encadenadas en las mismas páginas, se está erigiendo en un agitador (en el buen sentido de la palabra) de conciencias.
Durante buena parte de las páginas de esta novela Moreno critica la sociedad en la que vivimos. Y lo hace con crudeza y sencillez a la vez, no dejando títere con cabeza ni siquiera entre los propios ciudadanos, los primeros que tratamos de ahorrarnos unos eurillos fotocopiando cosas particulares en nuestros lugares de trabajo, sustrayendo cartuchos de impresora o paquetes de folios de nuestras oficinas, o estafando - aunque sea en menor medida - a esa Hacienda que se supone que somos todos aunque se libran siempre unos cuantos (generalmente, los mismos).
En efecto, tras la lectura de la obra uno llega a ver con total claridad que si los políticos son unos corruptos y unos ladrones es debido a que el pueblo también lo es: que cada cual roba en la medida de sus posibilidades. Lógicamente, esto no exime en absoluto a unos políticos que deberían buscar el bien común y no el particular. En el libro encontramos un compendio de los grandes males de nuestra sociedad. Prácticas ilícitas, recortes injustificados, corruptelas y amiguismos entre (se supone) enemigos políticos a ultranza, pasotismo (y hasta colaboracionismo, más o menos pasivo) ciudadano, indignación, etc.
Subyace, además, la cada vez más extendida idea de que todo esto debe cambiar y que, por desgracia (o quizás por fortuna, que nunca se sabe), puede que sea de manera violenta. Y es que la clase política vive amparada por una policía entre la que también es probable encontrar a personas - que lo son, aunque a veces se nos olvide - igual de indignadas que nosotros los ciudadanos. Sin duda, no estamos ante una novela pesimista, ni mucho menos. Más bien al contrario: se dejan ver recovecos para la esperanza de un futuro mejor para este país.
El referido contexto de la obra sirve para presentarnos a unos personajes que dudan hasta de sí mismos. Unos personajes que viven de la mejor manera posible pese a los acontecimientos a los que deben hacer frente. Unos personajes que aman, que sufren, que toman decisiones o que se dejan llevar por los sucesos que acontecen a su alrededor. Todos ellos forman una serie de historias cotidianas, de las que a cualquiera de nosotros les podría ocurrir, lo que crea una empatía que atrapa al lector de principio a fin.
Las relaciones son complejas. La distancia entre amor y desamor en ocasiones es tan corta que cuesta dilucidar en qué momento de nuestra existencia dejó de hacernos reír nuestra pareja. Una ausencia de risas que desemboca, antes o después, en el aburrimiento, el tedio, la dejadez y el alejamiento de la persona que tenemos al lado. ¿Qué ocurre si aparece, de la noche a la mañana, una persona que nos vuelve a hacer reír, que nos hace volver a sentir, que nos vuelve a enamorar? De ello trata también Lo que encontré bajo el sofá: de todos esos secretos que casi todo el mundo guarda bajo su cerebro, junto a su corazón...o debajo del sofá.
Dentro de las evidentes diferencias existentes entre los protagonistas de la novela sí hay algo que todos comparten sin saberlo si quiera: todos ellos guardan secretos que condicionan el resto de sus vidas. En ocasiones, para bien; en otras, para mal. Cada persona reacciona de forma diferente ante un mismo hecho. Y ello es debido a que no hay dos personas iguales. Y también a que la realidad - si es que existe la realidad absoluta - se puede analizar desde tantos puntos de vista, más o menos interesados, que cuesta demasiado hacerse un juicio objetivo sobre ella. De esto trata también la segunda novela de Eloy Moreno.
El qué dirán y los convencionalismos sociales nos llevan a actuar en numerosas ocasiones - muchas más de las deseables - de manera diferente a como nuestro corazón nos indica. Este hecho ocupa determinados pasajes de las historias que componen esta gran obra. Como con El bolígrafo de gel verde, en Lo que encontré bajo el sofá Eloy Moreno nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas, sobre nuestras relaciones y sobre lo fácil (y, por supuesto, absurdo e injusto) que nos resulta a los humanos enjuiciar los actos de los demás para sentirnos mejor con nosotros mismos.
¿Sobre el argumento? Prefiero no entrar. Sólo es sugiero que os hagáis de inmediato con un ejemplar de esta novela. Os indignaréis, sí, pero también reflexionaréis y hasta disfrutaréis de una de las mejores narrativas actuales en el panorama nacional. ¡Ah! Y comprobaréis el embrujo de Toledo, sobre todo cuando el sol se pone y los fantasmas salen a pasear por la ciudad...