El 5 de noviembre de 1973, hace justamente cuarenta años, se publicó el segundo disco de Bruce Springsteen. Llevó por título "The wild, the innocent and the E street shuffle" y se grabó entre los meses de mayo y septiembre en los 914 Blauvelt Sound Studios de Nueva York. Compuesto por sólo siete piezas se catalogó como LP al tener una duración total de casi 47 minutos.
Escuché por primera vez este disco en 1988. Por aquel entonces tenía trece años y acababa de conocer al Boss por "Tunnel of love" y sus directos recogidos en aquella maravillosa caja titulada "1975-1985", en la que se había recopilado lo mejor de lo mejor de su primera década de conciertos. He de reconocer que la escucha de este segundo LP me dejó frío, muy frío. Durante años, fue uno de sus discos que menos escuché. No me decía nada. Por suerte, las personas solemos madurar con el paso de los años. Hasta que, tras sucesivas escuchas y el transcurrir de la vida, fue escalando posiciones dentro de la discografía del Boss y, a día de hoy, se ha convertido en mi disco preferido (junto a "Darkness on the edge of town").
De la mano de Columbia, Jim Cretecos y Mike Appel, Springsteen nos dejó la máxima expresión de la música hecha arte, poesía y sentimientos a flor de piel. En mi opinión, el trabajo más cercano a la perfección que puede realizar un artista. Y todo ello a sus escasos 24 años de edad. Todo un prodigio de la naturaleza.
"The E Street Shuffle" abre el disco con el sonido de varios instrumentos de viento embriagados a los cuales releva una endemoniada guitarra acompañada del bajo, la mandolina, el saxo y el acordeón. Bruce canta sobre los acontecimientos de la calle E, donde vivía el componente de su banda David Sancious, en Nueva Jersey. Curiosamente, de ahí tomó su nombre la famosa banda de acompañamiento del Boss, la E Street Band, aunque Sancious abandonó el grupo no demasiado tiempo después. El tema narra los bailes y los ligues de los adolescentes en los calurosos veranos.
"4th Of July, Asbury Park (Sandy)" supone un paso en la maduración de los adolescentes, el momento en el que del deseo de diversión y desenfreno (de perseguir "a todo ese montón de vírgenes tontas de New York") se llega a un estado de mayor quietud en el que se siente la necesidad de decir que "esta vida del paseo marítimo se ha acabado y tú también deberías dejarla", para acabar con un "ámame esta noche y prometeré amarte siempre". En la canción se cita por primera vez a Madame Marie, una conocida pitonisa que trabajaba en pleno paseo marítimo de Asbury Park. Y lo hizo hasta no hace demasiados años.
"Kitty´s Back", de más de siete minutos de duración, es una obra épica (musicalmente hablando) en el pleno sentido de la palabra. Una auténtica sinfonía llevada al rythm and blues de mayores quilates de la historia de la música. Sus numerosos giros y el estremecedor sonido de sus pianos, órganos y sus múltiples instrumentos de viento la han convertido en mi pieza favorita de toda la carrera del Boss (con el permiso de "Jungleland"). Su guitarra hiriente al inicio del tema nos anticipa lo que viene a continuación. Sus coros, más bien alaridos en ocasiones, le otorgan un toque dramático que pone los pelos de punta. La letra supone una continuación de la parábola del "hijo prodigo" que retorna destrozado y con "el rabo entre las piernas". No queda claro si se hace referencia a una gata o a una mujer. Cualquier tipo de interpretación en este sentido puede ser perfectamente válida.
"Wild Billy´s Circus Story" cierra la cara A en sus versiones LP y cassette. Cuenta las pequeñas historias que componen el día a día de los miembros del circo. Y no se deja a ningún personaje en el tintero. Es una balada cuyo ritmo, también dramático, viene marcado por la guitarra, el órgano y los instrumentos de viento. Bruce casi recita la letra.
"Incident On 57th Street", de casi ocho minutos de duración, abre la cara B. El piano y la punzante guitarra otorgan a la pieza un toque de solemnidad que poco a poco se irá diluyendo ante el órgano y el acordeón, quienes conducen la canción en la mayor parte del tema. Los coros y la batería de Vini "Mad Dog" López, el otro componente que abandonaría poco después la formación, marcan el ritmo. Al final se vuelve a la guitarra y al piano, a la solemnidad del comienzo. La letra narra la complicada relación entre un español (Johnny) y una puertorriqueña (Jane) en el mundo de navajas automáticas, prostitutas y dinero fácil al que se han visto abocados.
"Rosalita (Come Out Tonight)" es uno de los temas estrella de la carrera discográfica del Boss. Toda una declaración de intenciones ante la protagonista femenina de la historia, cuya madre odia a su pretendiente "porque toco en una banda de rock and roll" y cuyo padre "sabe que yo no tengo dinero". El cantante se muestra como el libertador de su chica, a la cual pretende "requisar" de las garras de sus padres para hacerla suya y llevarla al sur de California, donde existe un café "donde tocan las guitarras toda la noche y todo el día". Los coros acompañan la voz de Springsteen, que se desgarra por momentos en su intento de convencer a Rosalita para que salga con él por la noche.
"New York City Serenade" es la pieza que pone fin a un disco pletórico. Una balada de esas que apetece escuchar con las luces apagadas para no tener la tentación de perderse ningún detalle de la misma. Sus dos primeros minutos se desarrollan como si de música clásica se tratara. Los ocho minutos restantes componen otra sinfonía en la que los instrumentos y los coros entran y salen de la escena cuando así lo requiere la letra, que cuenta la relación imposible entre Billy y Jackie, una mujer cuyos temores e inseguridades echan por tierra la posibilidad de estar con el protagonista del tema (¿quizás el propio Bruce?).
Como su predecesor, "Greetings from Asbury Park, NJ", "The wild, the innocent and the E street shuffle" recibió muy buenas críticas desde el principio, aunque vendió bastantes menos ejemplares que aquel. Algo que hace bueno aquello de que no siempre lo más vendido es mejor. Estamos, sin duda, ante un disco excepcionalmente elaborado, melódico, agitado, con solos de guitarra épicos y unos coros que lo mismo son guerreros como románticos. Un cóctel musical que, como el mejor vino, gana con el paso de los años. La combinación de temas rockeros y hasta bailables con otros mucho más realistas y personales (historias que construyen música desde la anécdota más simple) acabarían consagrando a Bruce Springsteen como el genio al que hoy todo el mundo idolatra.