Este fin de semana ha finalizado la liga en el grupo B de la EBA 2012-13. Y lo ha hecho con el Gandia Bàsquet en una décima posición que deja a propios y extraños bastante cariacontecidos. Se ha salvado la categoría, cierto, pero muchos esperábamos mucho más de un equipo que debería haber luchado por metas bien diferentes. Los de La Safor, con 12 victorias y 16 derrotas, han terminado a 3 partidos del descenso directo y a 6 de los play-offs de ascenso.
Tras el descenso de la temporada pasada la directiva, previa asamblea de socios, acordó junto a éstos no aceptar la invitación recibida por parte de la FEB para salir de nuevo en LEB Plata. La situación económica demandó entonces poner los pies en el suelo y no asumir riesgos innecesarios y difíciles de cumplir en los tiempos de crisis que vivimos en la ciudad y en todo el Estado español. Algo que aplaudo desde estas líneas. ¿Qué es lo que ha fallado pues para que un club de notable fama en el basket nacional haya naufragado en este curso baloncestístico, tirando por tierra buena parte del renombre alcanzado en épocas no tan lejanas?
Comencemos por los objetivos y las aspiraciones. La directiva, poco contenta con ciertas actitudes del entrenador Víctor Rubio, y consciente a la vez del merecido buen cartel de éste en la ciudad, le ofreció un proyecto deportivo falto de ambiciones y de objetivos motivadores, amén de reducir su nómina al cincuenta por ciento, nada más y nada menos. Conociendo a Víctor, ganador nato, estaba claro que no la aceptaría, sobre todo por la parte deportiva. Problema resuelto.
Roberto Hernández fue el elegido para capitanear la nave morada tras "deshacerse" de Rubio. El objetivo: mantener la categoría EBA. El técnico duró cinco jornadas (consiguiendo una victoria y cosechando cuatro derrotas). Atraído por una oferta deportiva del baloncesto femenino húngaro decidió marcharse, como habría hecho cualquier hijo de vecino en su situación. El club debió moverse rápido para buscarle un recambio. Y llegó Quique Roig, proveniente del Godella, equipo situado a la cola de la tabla en Primera División Nacional.
Continuemos con la plantilla. Para mi gusto, bastante descompensada. Aunque no soy entrenador (¡Dios me libre!). El quinteto titular, ciertamente, uno de los mejores de la liga. El juego interior muy potente pero sin recambios de garantías. Guille Gitterer (15 puntos, 9 rebotes y 17 de valoración de media en los 21 partidos que disputó antes de ser invitado a marcharse tras ser ofrecido a algunos equipos valencianos, alguno de los cuales ha contado con la presencia de otros exgandienses...) y Chemari Morales (10 puntos, 7 rebotes y 13 de valoración de media en los 28 encuentros disputados) han sido los mejores del equipo con diferencia. En cambio, el juego exterior, mucho más nutrido en cuanto a efectivos, ha carecido de un referente claro en ataque, algo que se intentó subsanar con el fichaje de Griffin Reilly, el cual podría haber aportado más que esos 14 puntos, 6 rebotes y 9 de valoración de media en sus 24 partidos (eso sí, con porcentajes de tiro bastante mediocres en muchos de ellos).
¿El resto? Salvo la explosión del canterano Carlos Gil, la sorpresa positiva del año, muy poco más. La falta de continuidad de Antonio Segovia (sólo ha podido disputar 18 encuentros debido a sus problemas físicos), la irregularidad e intermitencia de los bases Álex Camarena y Carlos Alagarda, el bajón de Piti Catalá en ataque, la escasa o nula presencia en cancha de Alberto Triguero, Carles Mañó o Vicente Úbeda, la garra pero escasa calidad de Manu Campi y la notable falta de confianza de los técnicos en Vicente Santamatilde (un hombre que debería haber sido más importante en este equipo) han contribuido al naufragio de un barco que contaba con un quinteto potente pero carecía de recambios de garantías.
Resultado de todo ello: esta temporada el Gandia Bàsquet ha sido el tercer peor anotador de la competición (1954 puntos, 69,8 de media por encuentro), sólo por detrás del Santa Cruz de La Palma y del San Isidro, y el cuarto peor defensor (2117 puntos, 75,6 de media por encuentro), sólo por delante de Albacete, Universidad Politécnica de Valencia y Santa Cruz de La Palma. El equipo ha competido razonablemente bien en casa, donde ha conseguido 8 victorias y 6 derrotas. Sin embargo, como visitante, el balance ha sido de 4-10, perdiendo por una media de 18,4 puntos de diferencia. De esos diez encuentros perdidos no se pudo ni competir en cinco de ellos (derrotas apabullantes en Azuqueca (por 24 puntos), Rivas (25), Santa Cruz (29), Quintanar (30) y Alcobendas (35)), dando una imagen lamentable.
Sí, ya sé: las estadísticas son frías y no siempre sirven para explicar ciertos aspectos. Pero a veces sí. Las cuatro victorias como visitantes fueron en Santa Cruz de La Palma (ante el colista de la competición, un equipo que se fue desintegrando a lo largo de la liga y que al final disputaba sus encuentros con sólo 6 o 7 efectivos, algunos de ellos demasiado jóvenes), Albacete, Murcia y Valencia (curiosamente, las pistas más cercanas a Gandia geográficamente hablando). ¿Casualidad? Me temo que no.
Los viajes del equipo a lo largo de la liga han sido, como en temporadas anteriores, dignos del más ilustre representante del esperpento, don Ramón María del Valle-Inclán: noches sin dormir esperando enlaces en aeropuertos, interminables viajes en bus para llegar a los pabellones con una hora de antelación a la disputa de los encuentros, jugadores comiendo de tuppers que traían de sus respectivas casas, etc. Difícil dar la cara después en la cancha, ¿verdad?
Dada la situación económica que vive el club, con una fuerte deuda acumulada de temporadas anteriores (buena parte de la cual es justo reconocer ha sido amortizada por la actual directiva entre las temporadas pasada y actual) y a la espera de un par de resoluciones judiciales que, en caso de ser contrarias al club, podrían suponer el adiós de la entidad al baloncesto, se impone reflexionar sobre el futuro inmediato: la temporada 2013-14.
Creo firmemente que el hecho de ir amortizando la deuda acumulada, pese a ser muy importante para cualquier club, no compensa si es a costa de construir un equipo que no dé la talla en la competición. Personalmente, prefiero un equipo potente en Primera Nacional, que recupere tanto el prestigio perdido como la comunión con la grada (también seriamente dañada este último año), que una repetición de la EBA de este año. Una EBA bastante más floja que en años anteriores, todo hay que decirlo. Urge, por tanto, la convocatoria de una nueva asamblea para tratar todas estas cuestiones y planificar bien la próxima campaña, sea en la categoría que sea.