Lorenzo Silva, madrileño de 46 años, ganó el Premio Nadal en 2000 gracias a esta novela, la segunda de una serie de seis libros (hasta la fecha) protagonizados por el sargento Rubén Bevilacqua y su ayudante, la guardia Virginia Chamorro. Tras ser finalista del mismo Premio con "La flaqueza del bolchevique" en 1997 y merecer el Premio El Ojo Crítico con "El lejano país de los estanques", la primera de las aventuras de la misma pareja protagonista, se embarcó en esta nueva aventura.
Como en el caso de "La flaqueza del bolchevique", "El alquimista impaciente" fue llevada a la gran pantalla en 2002 de la mano de Patricia Ferreira. Roberto Enríquez hizo el papel de sargento e Íngrid Rubio el de guardia.
El cadáver de Trinidad Soler, ejemplar persona y trabajador de una central nuclear, aparece en un motel de carretera de la província de Guadalajara. Lo hace atado a una cama pero sin rastros de violencia. ¿Muerte accidental? ¿Asesinato? Rubén Bevilacqua, apodado Vila debido a lo dificultoso de su apellido, y Virginia Chamorro reciben la orden de su superior, Pereira, de resolver el caso. Sin embargo, la dificultad a la hora de encontrar grietas por donde comenzar a buscar al responsable de su muerte (los agentes tienen claro desde el principio que sí se trata de un crimen) conllevan que el caso quede finalmente archivado durante unos meses.
No obstante, la casualidad querrá que la aparición de un segundo cadáver, y la relación directa con el anterior asesinato, comporte que la investigación se reabra. En esta segunda oportunidad los agentes decidirán cambiar de táctica y estudiar, en primer lugar, la personalidad y las relaciones del asesinado. Sus pesquisas demostrarán que Trinidad no era ningún santo y que sí había hecho méritos como para buscarse enemigos.
A pesar de ello, las investigaciones siguen sin dar los resultados buscados. Todas las puertas parecen cerrarse a la llegada de la pareja de guardias civiles. En lugar de esclarecerse los hechos la situación se torna agobiante para ellos al descubrir tramas urbanísticas no del todo legales, pequeños problemas en la seguridad de la central nuclear y relaciones nada claras entre el fallecido y ciertas personas de mucha influencia en la sociedad y el mundo de los negocios de la capital de España. La mayoría de personas a las que interrogan parecen esconder determinadas informaciones, aunque no por ello han de ser culpables de asesinato. La acción les llevará hasta la Alcarria y Málaga. En ambos lugares conseguirán información primordial para tratar de esclarecer un caso que para ambos se ha tornado ya en una cuestión de orgullo.
Como suele ocurrir en las buenas novelas de corte policíaco encontrar al asesino será como hacer un puzzle cuyas piezas no hay manera de encajar hasta que, súbita e inesperadamente, todo dá un giro que permite ver cómo encajar el resto de las piezas del rompecabezas. La paciencia, pues, será clave para poder desemmascarar al autor, o los autores, del asesinato. Finalmente, se descubrirá que no todo es como parecía en un principio y que lo blanco puede convertirse en negro en determinados casos. En efecto, a través de sus investigaciones los agentes descubrirán al verdadero Trinidad Soler, lo que les ayudará a esclarecer un enigma que parecía imposible alcanzar. Descubrir a la víctima será prioritario para poder descubrir a su asesino.
Lorenzo Silva nos describe en esta novela los aspectos más humanos de los personajes de la trama. Y lo hace con maestría y unos toques de humor que hacen más digeribles algunas de las escenas de semi-desesperación por parte de unos guardias que, a veces, ven que no prosperan en sus averiguaciones. Los errores de ambos, sobre todo de Vila, les harán más humanos, alejándolos de la típica imagen de super-detectives a los que ningún detalle se escapa. Es ese lado humano el que a mí me ha enganchado a ambos protagonistas.
En resumen, una novela digna de ser recomendada por todo lo anteriormente reseñado.