Marina Lomar, Doctora en Cultura y Literatura Francófona, profesora en la Universitat Jaume I de Castellón y articulista, ensayista y autora de relatos, ha dado el salto a la novela este 2019 de la mano de Ediciones Babylon (Ontinyent) con su primer trabajo como narradora, Trampantojo. Una novela en la que, como su título indica, nada ni nadie es lo que parece. Una historia de superación personal y de hacer frente a la soledad a la que, en definitiva, nos vemos abocados en determinados momentos de nuestra existencia. En el mundo actual, en efecto, casi todo el mundo vuelca sus intenciones a tratar de aparentar lo que no es y en ocultar la realidad de sus vidas. Sobre todo en unas redes sociales que, muy a menudo, más que unir socialmente crean mundos paralelos en los que dominan las apariencias.
Un Café Literario --claro guiño a Bibliocafé--, regentado por Andrea y Carla, es el nexo de unión de las historias personales de cuatro mujeres --las dos referidas y sus amigas Paula y Elda-- que ocupan las 180 páginas de la novela. Andrea es la protagonista principal. Divorciada de Paco, vive con su hija Gisela y su nueva pareja, Andrés. La relación entre hija y padrastro no es nada buena, lo cual redunda en la familia recién creada. Andrea se empeña en hacer ver a sus amigas (y también a sí misma) que es feliz, pero no lo es. Andrés es un mujeriego y Andrea, aunque quiere creer que no está siendo engañada, tampoco puede poner la mano en el fuego por su pareja. La relación entre ellos parece resquebrajarse por momentos y Gisela disfruta de ello.
Carla, su socia en el Café Literario, y una década mayor que Andrea y Paula, ha estado durante años cuidando de su esposo, Evaristo, gravemente enfermo. Tampoco era una relación sana la suya, y la muerte de su marido se le presenta como una oportunidad para iniciar una nueva vida. Parece anquilosada, amargada y aburrida, pero vive una tórrida aventura sexual muy peculiar con un extraño hombre que esconde su verdadera identidad tras un bigote postizo y una gabardina. Por supuesto, Carla guarda su secreto a los ojos de sus amigas. Hasta que Andrea observa cosas extrañas y la realidad cae por su propio peso y es ya tan evidente que ha de hacer frente a su situación y confiar en ellas a pesar de los pesares.
Paula también está en los cuarenta. Es pintora, da clases en academias y busca en los chats a alguien con quien acabar con su soledad --para mí, la soledad y el miedo a padecerla es uno de los hilos conductores de la trama de la novela--. Junto a Andrea, acude al Centro Benéfico a un curso de cocina afrodisíaca que imparte Mara, una belleza de persona que pronto hará amistad con ellas y se sumará al grupo de protagonistas. El gerente del mismo, Álvaro, el típico galán que se encapricha de Andrea y cree que puede seducirla con facilidad, contribuye a que la imagen de los hombres en general no salga muy bien parada en este conjunto de historias. Suerte que Graham, profesor de Gisela, mantiene alto el pabellón masculino.
Elda es la más jóven de las protagonistas. Tiene treinta años, echa de menos a una antigua pareja con la que no tuvo un final feliz, es una buena traductora de textos y busca pareja hasta debajo de las piedras. Curiosamente, siempre se fija en hombres casados o con pareja. Relaciones imposibles o casi imposibles que no la conducen por el buen camino. Hasta que establece una relación, también extra familiar, que amenaza seriamente la estabilidad de la joven. Y del mundo tal y como está construido en esa etapa de su vida. Como ha quedado dicho más arriba, de nuevo el miedo a la soledad es capaz de crear estragos en la vida de las personas. Algo solo superado por la infidelidad como aspecto generador de sufrimiento humano.
Las escenas desarrolladas en la Albufera de Valencia, el Oceanográfico, el Bioparc y ese Café Literario que bien podría llamarse Bibliocafé nos sitúan la historia en la capital valenciana. Además, las cinco partes en que divide la historia transcurren entre un indeterminado mes de octubre de un año y el julio siguiente. Los diálogos son directos y correctos, dando en ocasiones la información necesaria que no aparece en la narración. Una narración, por cierto, que en ocasiones está cerca de la prosa poética y que explica las sentimientos y las sensaciones de las protagonistas con una gran sensibilidad. Y es que a veces la poesía puede salvarnos de los golpes más fuertes. Algo que la autora parece conocer y saber transmitir con maestría.
El diario de Gisela, hija de Andrea, con el que se inicia la novela, mantiene a través de la lectura de Andrea un aura de misterio que dura hasta sus últimas páginas. ¿Es real todo lo descrito en él? ¿Es una invención? Andrea se debate, junto a sus amigas, en torno a un par de encrucijadas de difícil resolución: creer o no lo leído en ese diario y determinar si es ético o no leer unos escritos privados. El lector puede ir estableciendo sus criterios en relación a estos temas e ir montando las piezas del rompecabezas en que se convierte la información que va apareciendo en el diario. Eso sí, debe estar muy atento a cada detalle, pues a menudo algún aspecto puede parecer poco importante y acabar estallándole en la cara más adelante.
Trampantojo es una novela ágil, bien estructurada y montada, narrada de forma detallista y real a través de unos personajes que lo son a causa de sus bondades y sus defectos, sus fortalezas y sus debilidades. Una novela de soledades compartidas y de sentimientos y emociones cotidianos que podrían corresponder a las vidas de todos los lectores. Una novela de gran profundidad psicológica que nos hace reflexionar sobre nuestras propias vidas. Porque qué fácil resulta siempre ver la paja en el ojo ajeno, y cuánto nos cuesta juzgarnos a nosotros mismos. Quizá por ello recurramos a ese trampantojo particular del que tan bien nos habla Marina en esta novela de debut que hace presagiar otras y más exitosas todavía.