Madrid, esta ciudad que es mujer, que reparte hostias como panes, también sabe encandilar con dulces besos de violetera. La frase, que aparece casi en la recta final de la acción de la novela, sirve para ejemplarizar y demostrar la presencia de la ciudad capital de nuestro país en cada una de las páginas del segundo trabajo de la madrileña Luisa Ferro (1967). Como un personaje más de la trama, Madrid y sus calles adoquinadas, múltiples tipos de carruajes tirados a caballo, elegantes palacios, jardines, fuentes, puentes, museos y villas circundantes se nos muestra de tal manera que nos parece estar viajando en el tiempo por lo que fue la ciudad hace más de un siglo.
Monitora de taller literario, correctora de estilo y escritora, Luisa Ferro comenzó escribiendo relatos que fueron apareciendo en antologías como Crónicas de la Marca del Este II, Legendarium III o Fantasmagoria. Otros de sus primeros trabajos breves recibieron premios y menciones en importantes certámenes literarios de nuestro país. En 2014 dio el salto a la novela, publicando su opera prima Alcander (Click Ediciones), una novela romántica de fantasía paranormal, género en el que destaca especialmente, tal y como se puede apreciar también en diferentes pasajes de El círculo del alba, su segundo trabajo como novelista.
Pese a que la acción se desarrolla en 1903, las primeras páginas hacen referencia a un asesinato acaecido en enero de 1878, justo el día de las bodas reales entre el rey Alfonso XII y María de las Mercedes de Orleans. Alba, la víctima, tenía nueve años y había aparecido muerta, desnuda, con el pelo y las cejas rasurados, con una enorme cicatriz a lo largo del esternón y la manita derecha cerrada sobre el corazón. Como las otras cinco pequeñas aparecidas días atrás, todas ellas casi idénticas, presentaba claros síntomas de haber estado recluida en un cubículo de reducidas dimensiones. Además, entre los dedos de la mano que descansa sobre el pecho de cada víctima siempre aparece una cría de golondrina muerta. Y en el interior de su buche, una libélula azul común. Y todas las niñas han sido abiertas en canal para extraerles el corazón. De ahí la inmensa sutura que fragmentaba en dos el diminuto tórax.
Arturo del Romo, jefe de policía, y Ernesto Olmedo, joven estudiante de último curso de Medicina y Cirugía que se encarga de los temas forenses como asesor policial, se encargan de la investigación del caso. Caso que, pese a los enormes esfuerzos, quedará finalmente sin resolver. Hasta que, casi olvidado, en 1903, justo veinticinco años más tarde, todas estas circunstancias se repetirán de nuevo con los mismos patrones. Del Romo contará entonces con la colaboración de Bruno Moreto, sobrino de Olmedo, recientemente fallecido en extrañas circunstancias (supuesto e increíble suicidio). Juntos, tratarán de cerrar de una vez por todas el inconcluso caso.
Sin embargo, el testamento de Olmedo encierra un secreto que pronto será desvelado: deja la herencia de su funeraria, La Luz de Helios, incluidas todas sus deudas, a un hermano suyo desconocido por Bruno. La llegada de Hugo Bonaventura, un conde italiano con fama de vividor, pondrá patas arriba la vida del joven, al que le cuesta asimilar todo lo que está ocurriendo a su alrededor. El incierto futuro económico de Bruno, sus preguntas sobre la gravedad de lo ocurrido entre ambos hermanos (suficiente como para dejar de hablarse durante tantos años) y la repetición del ciclo de extraños asesinatos dará un giro inesperado a su hasta entonces relajada vida.
Bruno y Bonaventura, pese a sus diferencias iniciales, se verán obligados a confiar el uno en el otro para salir de sus problemas: recuperar el resuello económico perdido y destapar un misterio que se hunde en el pasado más oscuro de su hermano y tío respectivamente. Tras décadas de silencio, el recolector de cadáveres ha reaparecido, y dar con él será mucho más que un caso policial: una manera de rendir cuentas a quien pueda estar detrás del asesinato de Olmedo. El papel de Del Romo será clave de todo ello en un principio. En este sentido, la caracterización psicológica de los personajes y su evolución a través del tiempo es una de las cuestiones más destacables de la novela.
La sociedad madrileña de principios del siglo pasado también está magistralmente trazada en las páginas de El círculo del alba. Desde la opulencia más burguesa hasta la pobreza más absoluta; desde el mundo de las apariencias hasta la realidad más cruel; desde los clubs de alterne y perversión hasta los privados solo para ricachones; desde las sesiones espiritistas hasta los revolucionarios y todavía no muy divulgados estudios de Sigmunnd Freud. Todo tiene cabida en una novela que atrapa desde la primera línea y que, por tanto, debe ser recomendada por cualquier tipo de lector: aventura, fantasía, romanticismo, pasiones, asesinatos, investigaciones policiales, medicina, botánica, etc.
En definitiva, estamos ante una gran novela. De las que puede atraer a todo tipo de público, pues abarca prácticamente todos los grandes temas de la historia de la literatura. Y, todo ello, a través de una narrativa impecablemente sugestiva, descriptiva y reflexiva que, además, recuerda a las formas narrativas de antaño, haciendo un claro guiño a los estilos narrativos de la época que tan bien recrea la novela.