El pasado viernes, por primera vez en la historia de la todavía corta democracia española, un candidato a la presidencia del gobierno fue rechazado, también en segunda votación, por 219 diputados. Y ahora, ¿qué? El líder del PSOE y el resto de su órgano de dirección siguen sin hacer la más mínima autocrítica. No la hicieron tras el 20D, cuando obtuvieron los peores resultados electorales de su historia pese a haber estado cuatro años en la oposición de un gobierno, el del PP, que ha resultado una enorme infamia para nuestra nación. Y siguen sin hacerla tras el 4M pese a haberse quedado solos debido a un NO rotundo por parte de la totalidad de la izquierda española.
En lugar de ello, la estrategia de los socialistas es echar la culpa de sus propios fracasos a Podemos. Olvidando, dicho sea de paso, que los compañeros de Pablo Iglesias no han sido los únicos en darle la espalda a él y a su deslumbrante pacto con Ciudadanos. Ese que, además, fue votado en contra por el 21% de los propios militantes del PSOE en una votación en la que solo participó el 51% de la militancia. ¿Para qué?, debieron pensar el resto de sus militantes. Total, una vez firmado dicho acuerdo con Rivera, ya no había marcha atrás.
Dicen desde el PSOE que 130 suman más que 161 y que Podemos --y el resto de diputados de izquierdas, me permito añadir yo ya que no lo quieren hacer ellos-- ha votado con el PP en contra de su investidura. Y, digo yo: por la misma regla de tres --parece que de matemáticas no van muy bien los socialistas--, los populares han votado con ERC, Democràcia i Llibertat o Bildu, por lo que Rajoy se ha convertido en independentista como por arte de magia. En fin, que olvidan también que no es que Podemos no quiera nada con Ciudadanos, sino que tampoco estos entrarían en un pacto en el que estuviera Podemos. ¿Padecen también los socialistas de memoria selectiva?
Sánchez ha estado empeñado en un acuerdo imposible desde el primer momento. Unir a Podemos y a Ciudadanos es algo impensable, imposible. ¿Cómo se pueden coordinar las políticas sociales de los primeros con las económicas de los segundos? Nunca el aceite y el agua se han disuelto. Tampoco este hecho parece ser conocido en Ferraz. Quizás se viva allí en otro mundo, un universo paralelo en el que todo es posible. Pero, por si todo esto fuera poco, afirma el PSOE que las causas del no acuerdo con los morados se basa en la indivisibilidad del Estado español. Y llegamos, probablemente, a la gran falacia del asunto.
Porque decir que Podemos es un partido político independentista es querer engañar a la ciudadanía. Una cosa es defender el derecho a decidir y otra muy distinta abogar por la independencia. ¿Tampoco esto se puede entender en Ferraz? Pues claro que sí. Idiotas no son. Faltaría más. No obstante, el PSOE ha de buscar cualquier diferencia con Podemos para justificar su negativa a sentarse de verdad a negociar con él. Porque, lo que le ocurre al PSOE es que tiene miedo. Un pánico indescriptible a dejar de ser el partido mayoritario de la izquierda española.
Y, de nuevo, en lugar de hacer balance interno, dejar de mirarse el ombligo y tratar de discernir el por qué de sus debacles electorales y en el debate de investidura el PSOE prefiere marcar muy bien las diferencias e intentar hacer ver a la opinión pública que los de Podemos son los malos de la película. Como lo son los indios en las películas del oeste. Incluso, se atreven a afirmar que no entienden por qué Iglesias los odia tanto. Todo menos pararse a pensar un instante un hecho de sobra ya constatado: no solo los odia Iglesias. Cada vez somos más los españoles que nos sentimos traicionados por un partido que ya hace años dejó de ser socialista y obrero para iniciar un viaje al centro-derecha que parece no tener ya vuelta atrás. Algo que deja bien patente ese pacto con el partido de Rivera.
Pese a todo lo anterior, Sánchez sigue teniendo una gran ocasión para ser presidente. Eso sí, ha de ser valiente y dejar de seguir los dictámenes de los grandes barones de su partido --todos sabemos quienes son y lo que opinan sobre la gran coalición junto a Ciudadanos y PP-- para apostar decididamente por retornar al camino de progreso que jamás debió abandonar. Porque, de seguir por él, no debería extrañar a nadie que Podemos le coma definitivamente la tostada y pase a ser ese referente de izquierdas que tanto perseguimos los ciudadanos que hemos mamado desde nuestra infancia la ideología socialista en este momento perdida.
Seré sincero. Estoy muy pesimista. Creo que al final la gran coalición se hará efectiva. Ahora o después del verano (suponiendo que, como todo parece indicar, haya nuevas elecciones en junio). Las presiones que nos acercan a ella son muy fuertes. Y no me refiero solo al PP --que, además, tiene mayoría absoluta en el Senado y podría bloquear muchas de las medidas salidas del Congreso--, a Ciudadanos y a una buena parte del PSOE. También a las grandes empresas y a los bancos les interesa. Y no digamos a las instituciones europeas y hasta mundiales. Porque --y esta es otra cuestión trascendental--, los anteriores gobiernos (tanto del PP como del PSOE) han dejado que la economía y la capacidad de decisión nacional sea secuestrada y dirigida desde fuera de nuestras fronteras. En definitiva: seguimos camino del desastre...