En 2002 un pequeño equipo de periodistas de investigación del Boston Globe, denominado Spotlight, publicó una serie de artículos en los que destaparon los escandalosos casos de pederastia cometidos durante décadas en el estado de Massachussets por parte de decenas de párrocos católicos, así como los intentos de silenciar los hechos por parte de la archidiócesis de Boston, a cuya cabeza estaba el cardenal Bernard Law. La investigación, que duró casi tres años, vio finalmente la luz, sacudiendo la opinión pública estadounidense. Y el Boston Globe fue premiado con el Premio Pulitzer en 2003 por su gran labor divulgativa y denunciante de una realidad que mucha gente no quiso reconocer.
Los periodistas hubieron de hacer frente a numerosos obstáculos para poder desempeñar su trabajo: rastrear archivos, entrevistar a testigos y víctimas de los abusos, contrastar sus testimonios y, sobre todo, vencer el secretismo de una Iglesia Católica que seguía encubriendo a sus párrocos pedófilos y que no dudó en utilizar cualquier tipo de argucia, legal o ilegal, que pusiera en jaque las investigaciones de los cuatro integrantes de Spotlight. Sobre esta realidad, probada y demostrada, trata una película que debería ser premiada con varias estatuillas en los próximos Oscars.
Thomas McCarthy (The Visitor y Con la magia en los zapatos), también co-guionista de la cinta, dirige en Spotlight a un amplio elenco de grandes actores que otorgan una mayor credibilidad a la historia: Mark Ruffalo (En carne viva, A ciegas, Shutter island), Rachel McAdams (Morning glory, Midnight in Paris, El hombre más buscado), Michael Keaton (Birdman, Batman returns, White noise), John Slattery (Banderas de nuestros padres, Destino oculto), Stanley Tucci (El quinto poder, The lovely bones) y Liev Schreiber (Salt, Resistencia, El velo pintado). Todos y cada uno de ellos están inconmensurables en sus papeles, como principales y como secundarios.
Con seis nominaciones a los Oscars y otras tres a los BAFTA y a los Globos de Oro, Spotlight es una película que homenajea a los periodistas que destaparon los escándalos y también a los abogados que, llevando la ética como bandera, denunciaron a la Iglesia Católica y a sus párrocos pederastas para dar a conocer al mundo la magnitud de lo que estaba sucediendo durante las últimas décadas. Y la verdad es que uno no puede evitar sentirse inquietado y hasta enojado ante un problema que, visto lo visto en la cinta, alcanza unas dimensiones mucho más perversas de lo que ya cabía suponer de antemano.
Si los artículos del Boston Globe de 2002 ya animaron a multitud de supervivientes (como se les califica en el film, pues no todos tuvieron la misma suerte y no fueron pocos los que acabaron suicidándose --otro dato estremecedor más a tener en cuenta--) a dar a conocer sus historias personales, parece apropiado pensar que en la actualidad sucederá lo mismo a raíz de esta película, por lo que esta puede ser vista como un puente de esperanza para las víctimas de estos aberrantes abusos sexuales que, más allá de los daños físicos y psíquicos, conlleva también los espirituales. Porque, como señala una de las víctimas, se trata de un proceso por el cual a uno se le arranca la fe.
La película constituye un serio golpe a la cuestión del celibato en la Iglesia Católica. Cuestión de triste actualidad, incluso en nuestro país --véase la polémica del caso del clan de los Romanones en Granada--, pero también en el resto del mundo. Porque, quizás lo que más llega a inquietar de este film, es que todo lo que en él se relata es solo la punta del iceberg de una situación que, de no mediar la propia Iglesia Católica con urgencia, amenaza con socavar sus pilares centrales. Y es que, como se aprecia en la cinta, no estamos ante unas pocas manzanas podridas sino que el problema es mucho más grave. Y, todo ello, con el conocimiento de las altas jerarquías eclesiásticas, mucho más preocupadas por que no trasciendan las informaciones que por acabar con una cuestión que amenaza con no tener ya solución.
En Spotlight se nos describen las mil y una argucias empleadas por la Iglesia Católica para acallar las voces de los niños y jóvenes víctimas de los abusos. Desde prometer apartar de la práctica religiosa a los abusadores --en la práctica, simplemente se les daba un destino nuevo, alejado del lugar de los hechos, donde seguían con nuevos abusos-- hasta pagar a sus víctimas a través de abogados escasos de ética que mediaban entre abusador y abusado a cambio de una pequeña gratificación o comisión. Y, en mi opinión, lo mejor de la película es que todo está contado con todo lujo de detalles, pero simplemente a modo informativo y carente por completo de morbosidad y de detalles poco agradables para el estómago del espectador, que ya sufre bastante, por cierto, con lo que tiene ante sus ojos.
Spotlight es una película que debería ver todo el mundo. Desde los periodistas --especialmente los de investigación-- hasta los abogados --sobre todo los que tocan temas eclesiásticos y de abusos sexuales a menores--; desde las personas ávidas de conocer las injusticias --quiero creer que todas-- hasta las que en el cine simplemente buscan entretenerse --que también las hay--; desde los no católicos --cada día más-- hasta los católicos --cada día menos--. Pero, especialmente, estos últimos. Porque no querer ver la realidad --no hay más ciego que el que no quiere ver-- no solo no impide que esta siga sucediendo sino que convierte en cómplice a quien mira hacia otro lado y niega la más clara evidencia...
En Spotlight se nos describen las mil y una argucias empleadas por la Iglesia Católica para acallar las voces de los niños y jóvenes víctimas de los abusos. Desde prometer apartar de la práctica religiosa a los abusadores --en la práctica, simplemente se les daba un destino nuevo, alejado del lugar de los hechos, donde seguían con nuevos abusos-- hasta pagar a sus víctimas a través de abogados escasos de ética que mediaban entre abusador y abusado a cambio de una pequeña gratificación o comisión. Y, en mi opinión, lo mejor de la película es que todo está contado con todo lujo de detalles, pero simplemente a modo informativo y carente por completo de morbosidad y de detalles poco agradables para el estómago del espectador, que ya sufre bastante, por cierto, con lo que tiene ante sus ojos.
Spotlight es una película que debería ver todo el mundo. Desde los periodistas --especialmente los de investigación-- hasta los abogados --sobre todo los que tocan temas eclesiásticos y de abusos sexuales a menores--; desde las personas ávidas de conocer las injusticias --quiero creer que todas-- hasta las que en el cine simplemente buscan entretenerse --que también las hay--; desde los no católicos --cada día más-- hasta los católicos --cada día menos--. Pero, especialmente, estos últimos. Porque no querer ver la realidad --no hay más ciego que el que no quiere ver-- no solo no impide que esta siga sucediendo sino que convierte en cómplice a quien mira hacia otro lado y niega la más clara evidencia...