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domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez González (1932-2014): hasta siempre, Presidente





     Sonriente, tranquilo y acompañado de sus hijos, nietos y resto de familiares y amigos más íntimos. Así nos ha dejado el primer Presidente del Gobierno de España (1976-1981) posterior a la dictadura franquista. Desde hace años no recordaba que había sido el hombre encargado de liderar la transición democrática de nuestro país. Da igual. Nosotros, el pueblo, lo haremos por él. Y digo nosotros porque prefiero excluir de todo ello a tantos y tantos periodistas y políticos que ahora, tras su muerte, se suben al barco de la defensa de la figura del que fuera Presidente. Sin duda, existe un alzheimer periodístico y político que causa, si cabe, males mayores que el alzheimer como enfermedad degenerativa.

     Retirado de la escena pública desde 2003 a causa de la enfermedad neurológica que finalmente se lo ha llevado, por sus servicios al país, le fue concedido el ducado de Suárez, con grandeza de España (1981), y fue nombrado caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro (2007), además de ser reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1996) por su importante contribución a la transición democrática española, de la que se le considera el gran artífice.

     No fue un buen estudiante. Le costó Dios y ayuda licenciarse en Derecho por la Universidad de Salamanca, doctorándose finalmente por la Complutense de Madrid. Vinculado al Opus Dei y a FET y de las JONS, ascendió en el Movimiento de la mano del falangista Herrero Tejedor, quien le nombró Vicesecretario General del Movimiento (1975). Meses después, la muerte en accidente de tráfico del propio Herrero Tejedor, le llevó a la Secretaría.

     En 1976 el Rey Juan Carlos I le encargó formar un gobierno que desmontara las estructuras franquistas. Suárez aglutinó en él a liberales, socialdemócratas, democristianos y falangistas conversos (como él mismo se autodenominaba). Además, se ganó la complicidad de los dos grandes perseguidos por el franquismo: el PSOE y el PCE. El mismísimo Santiago Carrillo le calificó de anticomunista inteligente tras la legalización de su partido en abril de 1977. La concordia, el respeto a los ideales diferentes y el diálogo fueron siempre sus señas de identidad como político. La colaboración del Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado, a quien Suárez se empeñó en nombrar vice Presidente, fue clave para aplacar a las altas esferas militares proclives al régimen franquista.

     En las primeras elecciones generales democráticas españolas desde 1936, celebradas en junio de 1977, venció la UCD (Unión de Centro Democrático), lo que le encumbró por fin como Presidente electo por el pueblo, tal y como él siempre pensó que debía ser elegido el Presidente de un gobierno democrático. Las Cortes emanadas de dicho proceso electoral prepararon el texto de la todavía vigente Constitución Española de 1978, refrendada el 6 de diciembre por sus conciudadanos. Sin embargo, en las nuevas elecciones generales, celebradas en marzo de 1979, pese al nuevo triunfo de la UCD, las cosas se torcieron para él debido a la victoria de la izquierda en las municipales - PSOE y PCE se aliaron para hacerse con la mayoría de las grandes alcaldías del país - y a la traición de muchos de sus compañeros de partido - quienes ya viraban hacia la derecha representada por la Alianza Popular de Fraga Iribarne.

     El incremento de la presión de las fuerzas militares - había incesantes rumores que hablaban de un posible golpe de Estado - y la cada vez más deteriorada sintonía con el Rey Juan Carlos I - quién lo habría dicho en 1976 - provocó, junto a lo anteriormente referido, la dimisión del Presidente (enero de 1981). El intento de golpe de Estado de febrero de 1981, durante la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como sucesor de Suárez, nos dio la oportunidad de asistir quizás a la imagen más recordada por todos nosotros: aquella en la que él y Gutiérrez Mellado se negaron a echarse al suelo ante Tejero y sus compañeros golpistas. Suárez hizo gala, hasta el último momento, de cuál debe ser el comportamiento de un Presidente de gobierno ante un intento de destruir una democracia recientemente implantada.

     Ocupó su escaño de diputado en las Cortes hasta 1991, año en que dimitió como Presidente del CDS (Centro Democrático y Social), partido que él mismo había fundado tras su salida del gobierno en 1981. Los cada vez peores resultados electorales de esta nueva formación provocaron su definitiva retirada de la política. Luego llegarían los malos momentos familiares - las muertes a causa del cáncer de su esposa (2001) y su hija Marian (2004) y las dolencias, también de cáncer, de otra de sus hijas, Sonsoles - y su propio deterioro a causa del alzheimer (desde 2003).

     Adolfo Suárez se ha ido en un fin de semana de grandes noticias: las Marchas por la Dignidad de ayer sábado y el Clásico Madrid-Barça de esta noche dominical. Como no queriendo hacer ruido. Como queriendo pasar desapercibido. No obstante, la noticia, por muy esperada que fuera desde hace años - más todavía desde el pasado viernes -, no ha quedado ensombrecida por todo ello. El Rey Juan Carlos I le ha definido como un leal amigo y un excepcional colaborador. Sería en un principio, porque en los ochenta la situación cambió, vaya usted a saber por qué... Rajoy ha afirmado que Suárez es un ejemplo a seguir para todos los políticos que quieren lo mejor para su país. A ver si es cierto y hace lo mejor para España y dimite de una vez... Y Rubalcaba, miembro del PSOE desde 1974, ha hablado de él como el padre de la democracia española, pareciendo olvidar que su partido presentó una moción de censura contra él en 1980, tan sólo dos años después de aprobarse la Constitución Española. En fin, volvemos al alzheimer político del que hablaba en un principio. Pero ahí lo dejo. Más que nada porque no vale la pena hacer un mayor hincapié. 

     Su conocida frase puedo prometer y prometo se ha convertido en una de las más famosas de la escena política nacional de todos los tiempos. Y su persona ya es historia de nuestro país. Y es que, más allá de ideologías y del evidente fracaso - visto lo visto en la actualidad - de la mal llamada transición democrática, Adolfo Suárez González será recordado siempre por su integridad, su gran sentido de la responsabilidad, su enorme carisma, su sencilla honestidad y su sensata elocuencia. Además, claro está, por ser uno de los pocos políticos capaces de dimitir por el bien de España. Algo que, en estos tiempos que corren, es digno de admirar. Por todo ello, desde aquí, gracias, DEP y hasta siempre, Presidente.