Un par de personajes y una buena historia. Son las únicas cosas necesarias para escribir una gran novela. Parece fácil, ¿verdad? Y, sin embargo, no lo es. En absoluto. Si lo fuera, todo el mundo sería escritor. No, la realidad es mucho más complicada que todo esto. Lo que se necesita, ante todo, es ser un buen "juntaletras", un buen "expresador" de sentimientos, un buen descriptor de personajes, ambientes y objetos. Un gran escritor, vamos.
Y, aún así, sigue siendo harto difícil conseguir construir una gran novela. Para ello, se requiere poseer un basto bagaje cultural y léxico, una maestría para saber cambiar el ritmo y el tono de la narración en cada escena, en cada situación. Señoras y señores: ante ustedes, Jesús Carrasco, escritor extremeño (Badajoz, 1972) afincado en Sevilla que, con "Intemperie", su primera novela, ha hecho que servidor se emocione leyendo una historia sencilla pero magníficamente construida y magistralmente escrita.
Elena Ramírez, de Seix Barral, dice de él en la solapa interior de la novela, entre otras cosas, que tiene "la riqueza de Miguel Delibes". Estas palabras podrían entenderse como una forma de márketing, de querer vender bien a un escritor hasta ahora desconocido. Pero yo, que nada tengo que ver con la editorial ni con el autor, no puedo estar más de acuerdo con las palabras de Ramírez. "Intemperie" bebe directamente de "Los santos inocentes" del genio vallisoletano.
Su riqueza léxica (recomiendo leer la novela con un diccionario a mano), sus grandes dosis de realismo, su alto valor descriptivo (de personajes, ambientes y objetos) y el hecho de que los diálogos entre los personajes sean los justos otorgan a la obra una originalidad extraordinaria en los tiempos que corren. Por todo ello, esta genialidad merece, desde ya mismo, ser elevada a la categoría de clásico de la literatura nacional.
Y, por si todo lo anteriormente reseñado fuera poco, "Intemperie" constituye todo un manual de supervivencia en el campo y el desierto y del oficio del pastoreo; un compendio de, a la vez, todo el esplendor y la peligrosidad de una naturaleza cambiante que emociona pero que también puede matar; y una honda reflexión sobre la condición humana, de las buenas y de las malas personas.
Una novela atemporal y ageográfica en la que no conocemos los nombres de los lugares ni de los personajes pero sí su naturaleza, su modo de vivir la vida y cómo se relacionan con el medio que los rodea. Que combina la violencia con la solidaridad, la codicia con la bondad, la malicia con la entrega a los demás. Un cruce de caminos entre dos personajes muy diferentes, pero a la vez parecidos, cuyas vidas ya no serán igual.
Una historia emocionante, íntima y psicológica. Dura, muy dura. Un fiel relato de la "España profunda" (¿probablemente de principios del sigo pasado?), con interesantes flash-backs que hacen entendibles los comportamientos de los personajes (sobre todo, del joven y del alguacil) y con algunos cambios de ritmo que nos hacen vibrar y no nos dejan cerrar el libro.
Y, dentro de ese ambiente agobiante, tanto por el medio hostil como por la situación que viven el cabrero y el joven ante la persecución del alguacil y sus hombres, un sentimiento cristiano que no deja de asombrarnos. Entierros, cruces, promesas y un intento de evitar que los cadáveres sean pasto de los carroñeros.
Parece fácil, pero no lo es. Y si Jesús Carrasco ha logrado esta obra maestra en su debut literario, ¿qué podemos esperar de él en el futuro? El tiempo lo dirá. Pero es un autor a seguir muy de cerca. Sin duda.