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lunes, 23 de septiembre de 2013

Un bronce decepcionante pero meritorio





     Cuando un equipo viaja a en campeonato que ha ganado las dos últimas veces y regresa a casa con una medalla de bronce la decepción suele ser la nota más característica. Pero en muchas ocasiones ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Estos chicos nos han acostumbrado tan mal (o tan bien) durante los últimos años que el hecho de no triunfar puede hacer parecer un fracaso algo que realmente no lo es.
 
     Cierto es que la selección española de baloncesto se ha mostrado demasiado irregular en el Eurobasket 2013. Ha jugado once partidos y ha perdido cuatro (contra Eslovenia, Grecia, Italia y Francia), algo impensable a priori. Sin embargo, más que demérito de los jugadores españoles, creo que perfectamente se puede achacar este hecho a la nefasta actitud de la FIBA a la hora de organizar este tipo de campeonatos.
 
     Demasiados equipos y demasiados partidos, más de la mitad de ellos total y absolutamente intranscendentes, han convertido la mitad del campeonato en un soberano aburrimiento más allá de los pocos estudiosos del tema baloncestístico. Todos sabemos, los equipos y los jugadores también, que cuando de verdad se juegan el ser o no ser es en el cruce de cuartos. ¿Para qué tantos equipos y tantos partidos si a la hora de la verdad son los mismos los que van a jugarse las medallas? Para muestra, tres botones: Francia, la selección campeona, se va con el oro tras haber perdido tres partidos (Alemania, Lituania y Serbia); Lituania, la subcampeona, cayó ante Serbia, Bosnia y Francia; y Serbia, séptima clasificada y eliminada en cuartos, ha ganado a los dos finalistas del torneo.
 
     Personalmente, me atraían muchísimo más los torneos de hace un par de décadas (quizás, no tanto). En aquella época todos los partidos eran interesantes. Participaban las dieciseis mejores selecciones, había menos partidos y los finalistas eran los que más partidos habían ganado durante el campeonato. En aquellos campeonatos una derrota condicionaba a ese equipo durante todo el torneo. Creo que era todo mucho más lógico. Y también emocionante. Pero la FIBA busca el negocio. Reunir a personas de muchas nacionalidades diferentes durante tres semanas (una barbaridad, desde luego) para llenar la saca es su objetivo principal. Y hasta eso hace mal. ¡Qué pena ver los pabellones vacíos durante todo el campeonato! Excepto cuando jugaba Eslovenia, claro. En fin, ellos mandan. Pero con su actitud y su sistema de competición sólo están consiguiendo aburrir hasta a las ovejas. Ellos mismos. Pero centrémonos en nuestra selección.
 
     Bronce, sí. Decepcionante, también. Pero si echamos un vistazo a las estadísticas podremos ver que España ha tenido el mejor ataque (78,3 puntos por partido, por encima de los 78,1 de Francia, los 78 de Grecia o los 74,6 de Italia) y la mejor defensa del campeonato (62,8 puntos por partido, por delante de los 68 de Lituania, los 71,5 de Eslovenia y los 71,6 de Francia). Es decir, que la actitud de los jugadores está fuera de toda duda, tanto en defensa como en ataque. Algo que queda demostrado con otros tres datos demoledores. España ha sido la tercera máxima reboteadora (38,7 por partido, sólo superada por Croacia, con 40,6, y Eslovenia, con 40,3), la que más balones ha robado (¡7 por partido!) y la cuarta en perder menos balones (11,8 por partido, por 11,6 de Francia, 10,8 de Italia y 10,7 de Eslovenia). 
 
     ¿Qué ha fallado entonces para no regresar a España con el ansiado oro? Pienso, desde mi modesto punto de vista, que básicamente han fallado estos aspectos:
1- el equipo no ha sabido jugar los minutos decisivos de los partidos igualados. Los cuatro partidos perdidos han sido los únicos que han llegado a los minutos finales muy igualados (Eslovenia, Grecia, Italia y Francia). Los dos últimos se resolvieron en las prórrogas.
2- los jugadores no han sabido matar, deportivamente hablando, esos cuatro partidos. En los cuatro se llegó al último cuarto con ventajas más o menos amplias en el marcador. Ventajas que se diluyeron como el azúcar en el agua a partir de malas decisiones y pérdidas de balón que se deberían haber evitado. Sobre todo cuando es el rival el que debe arriesgar para recuperar el terreno perdido.
3- la excesiva dependencia de Marc Gasol, probablemente el mejor pívot del mundo. Las diferencias de puntos encajados y convertidos cuando no estaba en pista han sido alarmantes, demostrando que no había las suficientes alternativas defensivas y atacantes. Siempre he pensado que por muy bueno que sea un jugador el juego no puede pasar por él siempre. 
4- la falta de un cuatro tirador (tipo Garbajosa). Aspecto básico en los éxitos del pasado que, por desgracia, ha perdido este equipo. Ni Claver ni Aguilar ni Gabriel son ese jugador clave en los esquemas de una selección que quiere ganar el oro. Y eso que los tres, cada uno en sus facetas, han estado a un gran nivel en este campeonato. Lástima que Mirotic no quisiera apuntarse a esta selección.
5- falta de fluidez en los ataques decisivos de los partidos. Y repetición hasta la saciedad de movimientos como el pick and roll. Las defensas pueden adelantarse a un equipo que casi siempre ataca igual, señor Orenga.
 
     En definitiva, que no conviene dramatizar nunca. Y menos cuando el equipo ha dado casi todo lo que tiene. Las ausencias de Pau Gasol, Navarro, Ibaka y Reyes se han notado. Con ellos todo habría sido diferente. Por eso mismo, debemos valorar lo que ha conseguido un equipo con cuatro caras nuevas (un tercio del equipo) y con varios jugadores ejerciendo un rol hasta ahora distinto (véase el ejemplo de Claver, que ha pasado de calentar banquillo a salir de titular). Lo más esperanzador de todo: que sin Gasol, Navarro e Ibaka se ha ganado una medalla en un campeonato, algo muy meritorio. Y, de entrada, el reto era enorme. Sólo la antigua URSS y la antigua Yugoslavia han sido capaces de ganar tres oros continentales seguidos. Y ni la URSS ni Yugoslavia existen ya.
 
     Además, más vale un bronce en el cuello que una coz en la cara...