Como ya hiciera en "El círculo alquímico", su primera novela publicada, Paco Gómez Escribano nos sumerge en una historia que trata sobre el Císter, los templarios, las intrigas vaticanas y los viajes alquímicos. En ella vuelve a reunir, utilizando una fórmula muy similar a la de su anterior obra, a personajes de muy diversa índole que, no obstante, irán descubriendo que tienen mucho que ver entre sí. Y sí, vuelve a ser una novela no apta para quienes estén intentando dejar el tabaco o el café.
Carmen Cifuentes, periodista que desea adentrarse en el complicado pero magnífico mundo de la literatura, busca información para su primer trabajo, que debía versar sobre un campo de prisioneros franceses, el de Vernet, donde estuvo preso su propio abuelo, destinado a ser el protagonista principal de la historia. Sin embargo, por azares del destino (o eso cree ella en un principio), el tema de su debut literario variará radicalmente a causa de la existencia de un antiguo manuscrito escrito entre el siglo XIII (por Jacques de Molay, supuestamente el último Gran Maestre de la Orden del Temple) y el XIV (terminado por su sucesor, Juan Marcos Larmenius) y que había sido custodiado en la abadía de Seary (condado de Cork, Irlanda), donde llegó de la mano del sucesor de Larmenius, Tibaldo de Alejandría.
El caso es que la existencia del manuscrito indica claramente que la Orden del Temple continúa existiendo en la actualidad aunque sea en la clandestinidad. Y Carmen, junto a su inseparable amigo, el medievalista Juan Carlos Checa, viajará a Burgos y a Seary para encontrarlo y tener el material indispensable con el que documentar la que promete ser una novela best-seller desde el principio.
En dichos viajes conocerán a la abadesa del monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, Teresa Migueláñez; al abad del monasterio de Seary, Sean O´Donnell; a un matrimonio de historiadores especialistas en el Císter, Antonio Valera y María Benavides; y a otros personajes más o menos enigmáticos que acabarán ayudando a Carmen, de una u otra forma, a escribir su primer libro.
El manuscrito en cuestión es ambicionado por otros personajes, también más o menos siniestros, e incluso por el propio Vaticano. La acción acaba retornando a una extraña casa del centro de Madrid, más concretamente en la calle Serrano, donde se seguirán una serie de sucesos que podríamos caracterizar como fantásticos pero muy interesantes, lo que creará la circunstancia que todo escritor anhela en sus libros: intrigas, tramas y ambientes que le otorguen misterio, suspense e interés de cara al lector. Sin duda, objetivo bien conseguido por Paco.
Para aquellos que crean en los viajes iniciáticos o la alquimia y estén interesados en todo lo referente a lo esotérico y al mundo templario, sin duda, será una novela más que interesante. Pero también para los que no se sientan atraídos por estas temáticas. La forma de narrar y describir escenarios y ambientes del autor harán que su lectura sea atractiva. Y, por supuesto, el interés de saber cómo acaba la historia. Algo que, por otra parte, me ha encantado. Sí, como en todo buen libro, el final sorprenderá a quien llegue a terminar las 450 páginas que conforman "Al otro lado".
Como en su primera novela, Escribano nos presenta una minuciosa descripción de elementos artísticos y arquitectónicos que harán las delicias de los entendidos en las materias. Además, nos introduce algunos de los platos típicos de los distintos escenarios de la historia contada (por ejemplo, las fabes asturianas) y nos enseña que, en ocasiones, la realidad que nos rodea es muy diferente a la que nosotros vemos con nuestros propios ojos. En definitiva, nos aclara que todo se ve diferente desde "el otro lado".
Al margen de las innegables similitudes existentes entre ambas novelas ("El círculo alquímico" y "Al otro lado") Paco demuestra haber crecido como escritor, algo que todos los que nos dedicamos a contar historias (con mayor o menor éxito) perseguimos con cada una de nuestras obras. La segunda es también más sorprendente, sobre todo al final, y sus páginas desprenden más fantasía.
Y para finalizar, un dato que no debe pasar por alto nadie: la editorial Ledoria trata muy bien a sus lectores. Al menos en este libro. Sus letras grandes y en negrita permiten disfrutar, más si cabe, de su amena lectura. Detalle éste muy de agradecer en estos tiempos que corren. Felicidades a ambos, editorial y autor.