Un nieto que observa las arrugas en la cara de su abuela y acaba dándole "todavía" tres años más de vida y una pregunta en una conferencia sobre lo que la nostalgia ha influido en la literatura de la escritura chilena a lo largo de su carrera literaria son los motores que propulsan esta pequeña-gran obra. Isabel Allende decidió escribir este ensayo por dos motivos bien diferenciados pero con bastante fondo común en definitiva.
A través de la inteligencia y el sentido del humor de los que siempre hace gala la escritora viva que más libros (de todo tipo) vende en el mundo, la sobrina de Salvador Allende reflexiona en voz alta sobre el pasado y el presente, tanto personal como de su patria chilena, desde su más tierna infancia hasta el presente (de 2003), pasando por los sucesos más importantes de su vida, siempre ligados a los grandes acontecimientos acaecidos en su país.
Su amor por Chile, la melancolía por la pérdida del país que ella había vivido años atrás, la conciencia de haber sido peregrina y forastera en todas partes y la nostalgia que de todo ello fue naciendo a través de los años hacen de este ensayo también una crónica de la historia reciente - y no tanto - de ese país de esencias longitudinales, tal y como ella llama a su patria (algo que, a su vez, toma del gran maestro Pablo Neruda).
La ausencia de dicho lugar provoca, tal y como reconoce la propia autora, que ese país que ella conoció se vaya transformando en su mente, resultando una nueva patria que será real y fantástica a la vez. En efecto, Chile aparece como una tierra preciosa, estoica y hospitalaria dominada por el racismo y el machismo.
Con gran maestría, Allende vuelca todos sus sentimientos y recuerdos - reales o no - para enlazar dos historias, la de su país y la propia, con un tono intimista y poético que dará como resultado una obra que debe ser leída sí o sí: por quienes quieran saber más sobre la historia reciente del país, por aquellos enamorados de la literatura de la autora que estén ávidos de conocer aspectos de su vida personal y hasta por aquellos que deseen sentir el placer de leer una narrativa poética tan repleta de giros humorísticos y poéticos.
Hacer una reseña sobre una obra de tan variados contenidos y pensamientos me resulta algo complicado. Desde luego, no estamos ante una novela que tiene una trama determinada sino ante una gran cantidad de recuerdos, sentimientos y divagaciones varias que no me permite definirla mucho mejor de lo que acabo de hacerlo. Simplemente, para terminar, he decidido extraer tres frases que creo definen bastante bien lo que llevó a la autora chilena a escribir "Mi país inventado":
- La escritura es un intento de comprender las circunstancias propias y aclarar la confusión de la existencia, inquietudes que no atormentan a la gente normal, sólo a los inconformistas crónicos, muchos de los cuales terminan convertidos en escritores después de haber fracasado en otros oficios. Esta teoría me quitó un peso de encima: no soy un monstruo, hay otros como yo.
- Así es la nostalgia: un lento baile circular. Los recuerdos no se organizan cronológicamente, son como el humo, tan cambiantes y efímeros, que si no se escriben desaparecen en el olvido.
- Soy escritora porque nací con buen oído para las historias y tuve la suerte de contar con una familia excéntrica y un destino de peregrina errante. El oficio de la literatura me ha definido: palabra a palabra he creado la persona que soy y el país inventado donde vivo.
La afirmación de que de no ser por el golpe de estado auspiciado por la CIA contra su tío en 1973 jamás se habría dedicado a la escritura me ha llamado poderosamente la atención. Como se suele decir: "no hay mal que por bien no venga".