Escribí hace unos meses en un libro que ahora sé que no verá la luz que las grandes gestas baloncestísticas no tienen por qué estar protagonizadas por las mega-estrellas de los super-equipos de las grandes ligas. Pueden ocurrir en cualquier cancha de cualquier liga menor de cualquier país. Sin embargo, jamás serán escritas por cualquier equipo ni grupo de jugadores. Porque para ello hace falta un conglomerado de cosas muy difícilmente reunible: valía, valentía, raza, pundonor, profesionalidad, coraje y orgullo.
Pues bien, el Gandia Bàsquet de los últimos años sí reúne cada uno de los aspectos reseñados con anterioridad. Sólo de esa manera ha logrado jugar este año en LEB Plata. Capitaneado por Víctor Rubio, que ya ha conseguido dos ascensos (2006 y 2011), dos salvaciones (2008 y febrero de 2010) y un Campeonato (2010), este equipo nos ha regalado grandes tardes-noches a todos los aficionados. Y, lo que es todavía más importante, nos ha enseñado cómo exprimirse al máximo para hacer posible lo imposible. Sin embargo, los milagros no existen. Esta pasada noche el Gandia Bàsquet perdía la categoría en la pista del Andorra tras luchar durante demasiados meses contra todo tipo de problemas, deportivos y extradeportivos.
La compañía de mi hijo esta noche ha hecho que las primeras horas tras el partido hayan discurrido de forma tranquila y pausada. Su alegría e inocencia me han consolado y curado, como cuando un enfermo toma una medicina milagrosa. ¡Hasta he conseguido cenar! No obstante, cuando el sueño le ha vencido, me he acostado para tratar de descansar. Pero prácticamente no he pegado ojo. Entre vuelta y vuelta en la cama no podía evitar pensar, una y otra vez, en esos técnicos y jugadores que sé que viajan en autobús desde Andorra a Gandía. ¡No quisiera imaginar el viaje que deben estar teniendo! Y, sin embargo, no puedo pensar en otra cosa. Sin duda, la noche se les estará haciendo eterna.
Maratonianos viajes en el día de los partidos como visitantes (¡hasta 16 horas de bus para llegar al pabellón del equipo local!), una plantilla demasiado corta (sólo 9 jugadores, ¡en una liga profesional!), las numerosas lesiones (en algunos partidos únicamente ha habido disponibles 7 jugadores) y la mala calidad de los entrenamientos resultante de lo anterior (en muchos de ellos ha habido que convocar a la mitad del equipo filial para poder completar las rotaciones y ensayar jugadas) han sido las causas del resultado final de la temporada.
La vida y el baloncesto a veces no entienden de justicia. Este equipo no merecía el descenso. De la misma manera que no mereció perder el ascenso hace dos años en el último cuarto del último partido de la temporada (después de escribir la página más emocionante de la historia del club). No obstante, al año siguiente sí se consiguió el objetivo deseado. La vida da tantas vueltas que nunca podemos saber lo que nos deparará el futuro.
El año próximo habrá baloncesto en Gandía. Se desconoce en qué categoría. La Federación primero y la directiva del club después deberán decidir qué tipo de competición habrá la próxima campaña y si el equipo sale en ella o en otra menor. El verano se antoja largo y complicado. Pase lo que pase la afición estará con el equipo. Como siempre.
Sin duda, por calidad, compromiso y entrega, tanto jugadores como técnicos merecen estar en ligas y equipos de mayor categoría. Muy probablemente el año próximo veamos muchas caras diferentes en la plantilla (¿quizás en el cuerpo técnico?) de este equipo. Así que, desde este humilde blog, no puedo terminar esta entrada sin dar las gracias por todo a Víctor Rubio, Roberto Hernández, Guillermo Puchol, Javi Alvarado, Álex Camarena, Antonio Segovia, Fabio García, Vicente Úbeda, "Piti" Catalá, Javi Rodríguez, Guille Gitterer, Shay Miller y Anthony Oha. Algunos seguiréis aquí. Otros partiréis.
Como tantos y tantos otros grandes jugadores que han pasado (y pasarán) por Gandía a lo largo de los años, siempre os recordaremos y seguiremos vuestras andanzas en otros clubs, alegrándonos de cada éxito que alcanzéis. Incluso os aplaudiremos cuando vengáis como rivales. Os lo merecéis. ¡Muchas gracias por todo, espartanos! Esta es y será vuestra casa...