LIBROS

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viernes, 15 de agosto de 2025

El maestro que prometió el mar. Francesc Escribano (y otros). Blume. 2024. Reseña

 




    Conocí la historia de Antoni Benaiges gracias a la formidable película dirigida por Patricia Font y protagonizada por Enric Auquer, Laia Costa y Luisa Gavasa. Me impactó tanto que busqué más información sobre el maestro catalán y descubrí, entre otras muchas cosas, la existencia de este libro. Un libro que también produce conmoción. Que, como la película, debería ser leído -la película, vista- por todo el mundo. Especialmente en un momento como el actual, en el que muchos románticos del fascismo se frotan las manos ante una más que probable vuelta al pasado -en todos los sentidos posibles del término-. A Antoni Benaiges lo asesinaron los gloriosos revolucionarios -como todavía hoy se les llama en determinados círculos- durante los primeros días del levantamiento golpista contra la República. Fue en julio de 1936, muy pocos días antes de que el maestro cumpliera la promesa de llevar a sus alumnos desde Bañuelos de Bureba (Burgos) hasta Mont-roig del Camp (Tarragona). ¿Para qué? Para que vieran el mar.

    Según los defensores de la nación los delitos de Benaiges fueron traicionar y pervertir España y sus cimientos y no enseñar a sus alumnos como Dios manda. La filosofía de Benaiges era que los niños deben ser ante todo niños. ¿Deben aprender? Por supuesto. Pero divirtiéndose. Aspectos que, complementarios, no deberían estar reñidos. Así, fue uno de los difusores en nuestro país de la conocida técnica Freinet, ideada por el maestro y pedagogo francés Célestin Freinet, cuya síntesis proponía la autogestión, cooperación y solidaridad entre el alumnado y se materializaba en la introducción de la imprenta en la escuela, el texto libre y el método natural de lectura y escritura. En definitiva, la razón y el corazón de los alumnos puestos como centro y motor del proceso de aprendizaje. Tanto Freinet como sus seguidores, entre ellos Benaiges, eran unos apasionados de la enseñanza y la pedagogía. Pero, ante todo, amantes de los niños. Unos niños, los de Bañuelos de Bureba, que quedaron huérfanos de maestro justo antes de que los llevara a conocer el mar.

    La idea era simple pero original. Maestro y alumnos hablaban sobre diversos temas y elegían uno que tratar con mayor profundidad. El maestro daba una pequeña introducción al tema y, a partir de ahí, los alumnos hablaban entre sí (el maestro corregía sobre la marcha algunos aspectos) y escribían pequeñas redacciones que eran recopiladas en unos cuadernillos que los propios niños elaboraban mediante la imprenta escolar. El resultado era una especie de revista que los niños leían y llevaban a sus casas para compartir experiencias con sus familias. Pero no solo eso: Benaiges mantenía contactos con otros maestros y pedagogos españoles, franceses y hasta mexicanos. Y, así, los cuadernos de Bañuelos de Bureba llegaban a los lugares más insospechados. Y los cuadernos de aquellos llegaban también a la pequeña población burgalesa. Y no solo los cuadernos. También cartas que se escribían entre los alumnos. Era una especie de comunidad educativa muy amplia. Unas pequeñas crónicas, hechas por niños, que se convertían en universales. Que les daban a conocer otros mundos y otras sociedades.

    Entre 1934 y 1936 el maestro Benaiges comenzó a cambiar la vida de los niños, sus familias y del pueblo entero. Algo que a algunas personas no les pareció bien. Especialmente al cura -antiguo maestro, además- y al alcalde. Quitar la cruz del aula -porque la República estableció el laicismo en nuestro país-, dejar de impartir clases de religión -pues opinaba que era un aspecto que debía tratarse en casa y no en la escuela- y dar a los alumnos protagonismo y amistad -en lugar de disciplina y mano dura-, queriendo abrir sus mentes hasta el extremo de pretender llevarlos a ver el mar fueron aspectos que le hicieron crearse unas enemistades que a la postre acabarían por condenarlo. No solo lo asesinaron a sangre fría. Persiguieron y destruyeron toda su obra -sus cuadernos, su imprenta y todos sus escritos publicados en el semanario La Voz de la Bureba-, silenciaron al pueblo mediante el miedo y, además, lo depuraron. Al no presentarse en la escuela para el nuevo curso y tratar de ponerse en contacto con él sin éxito, fue apartado de sus funciones de maestro de por vida. Una vida que aquellos que lo depuraron ya sabían que había sido segada.

    La historia de Benaiges permaneció enterrada durante tres cuartos de siglo. Hasta que entre 2010 y 2011 fueron exhumados 135 cuerpos de republicanos de la fosa común de los Montes de La Pedraja, cerca de Briviesca y Bañuelos de Bureba. Aunque, debido a su estado, solo 25 de los cuerpos pudieron ser debidamente identificados -entre ellos no se encuentra el del maestro-, la excavación sí sirvió para desenterrar su historia. La de un joven apasionado, valiente y abierto de mente que llegó a Bañuelos de Bureba en 1934, con solo 31 años, y luchó contra los convencionalismos de la época y del lugar. Un joven que por esas fechas -julio de 1936-, con el curso escolar ya finalizado, bien podría haber estado en su Mont-roig del Camp natal, junto a su familia, a salvo de las hordas fascistas, pero que estaba preparando el viaje prometido a los niños para que conocieran el mar. Una promesa que jamás pudo cumplir, víctima de la barbarie y la sinrazón. De la tiranía y la incultura.

    En el libro, además de Francesc Escribano, periodista, profesor universitario y productor de cine y televisión, autor principal del mismo, que aborda más profundamente la historia de Benaiges, participan Queralt Solé, Doctora y profesora de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, quien se ocupa de la parte que tiene que ver con la exhumación de cadáveres de la fosa común de los Montes de La Pedraja; Francisco Ferrándiz, Doctor de Antropología Social por la Universidad de California en Berkeley, especializado en la antropología del cuerpo, de la memoria y de la violencia; y Sergi Bernal, geógrafo, fotógrafo y documentalista de historias humanas y comprometidas, quien lleva más de trece años investigando y recuperando la figura de una gran cantidad de maestros republicanos asesinados durante la Guerra Civil y la larga posguerra. Los escritos de todos ellos se complementan y se amplían, conformando un libro imperdible para quienes quieran conocer más detalles sobre esa época a la que algunos quieren ahora retroceder.

    De todos los cuadernos escritos por los niños de la escuela de Bañuelos de Bureba el que adquirió más relevancia fue el titulado El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. De ahí el título de la película y el libro. Publicado en enero de 1936, sorprendió incluso al propio maestro, quien escribió en él que surgió el motivo, surgió el mar. No recordamos cómo. Se inició un aleteo. Ah, ¿pero ninguno de vosotros ha visto el mar? ¿Ninguno? A mí me han dicho... Debe de ser... Muy grande. Muy hondo. Eso sí que lo saben. Todos. ¿Lo presentirán? ¿Será una intuición? El mar, el mar... ¿Queréis escribir lo que sepáis del mar? Y lo escriben. Escriben lo que saben y lo que no saben que saben. Despiértales, dice el proverbio árabe. Duermen... Y la fantasía de unos niños que suben y bajan la loma, solo la loma, la ingrata loma, disparose hacia Lejanía para hundirse en la vastitud líquida, misteriosa, sublime... También ellos, los niños, saben del mar sin haberlo visto nunca.