LIBROS

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lunes, 25 de octubre de 2021

Parte de mí. Marta Sanz. Anagrama. 2021. Reseña

 




    Cada uno llevó la pandemia y el confinamiento a su manera. Lo que está claro es que todos tuvimos mucho tiempo para estar en casa --a la fuerza, claro-- y pensar en multitud de cosas sobre nuestras vidas y el mundo en general. El coronavirus nos pilló a todos en un mal momento --porque nunca lo es para ver morir a miles de personas, dejar de abrazar a nuestros seres queridos o renunciar a llevar la vida que a uno le da la gana--, pero a Marta Sanz más todavía. Acababa de publicar pequeñas mujeres rojas apenas una semana antes. Y, claro, todos los actos promocionales que tenía previstos hubieron de ser suspendidos. Le tocó, como ella misma afirma, criogenizar las amapolas de su novela y buscar nuevos medios de promoción. Y, ella, una convencida detractora de las redes sociales, se vio convertida --por voluntad propia, en este caso-- en una auténtica instagramer. Así, protagonizó no pocas entrevistas, presentaciones, clubs de lectura, etc a propósito de su nueva obra. 


    Instagram dio a Marta la oportunidad no solo de descriogenizar y hacer revivir progresivamente las amapolas y su última novela sino también de abrirse, más si cabe, a los lectores y contarles todo aquello que forma parte de ella. Porque Parte de mí es el peculiar diario de la pandemia que comenzó a andar días después de crear esa cuenta en la referida red social. Y un reflejo de ello es la propia portada del libro, donde aparecen la ya famosa gata Cala --Calabardina, la felina que se pasea ante la cámara en muchas de las presentaciones instagrameras de la autora, a la cual roba en algunas ocasiones el protagonismo--su esposo, Chema, y un cuadro pintado por su propio padre. Un ambiente de desescalada cálido, placentero y hasta feliz en plena tormenta pandémica. Así lo refleja ella: sé que echaré de menos estos instantes en el centro del huevo de una doméstica felicidad perfecta. Pues eso: ¿qué mejor manera de pasar el trago que con una gata, la mejor compañía y muchos libros por leer?


    ¿Y qué mejor manera que ponerse a escribir sobre uno mismo y todo aquello que de una u otra forma constituye parte de sí para dejar de pensar en el horror que ocurre de puertas para afuera? De ahí precisamente nace este nuevo libro de la autora madrileña. Y, como ocurre con todo, lo que al principio son posts con una foto y una corta frase se convierten con el paso del tiempo en reflexiones mucho más amplias sobre temas que en un principio pueden parecer nimios o de poca importancia --la caja de los hilos de la abuela, viejas fotos familiares, instantáneas tomadas desde un balcón durante el encierro, un plato de macarrones o postales antiguas-- pero que acaban constituyendo parte esencial de un libro. Como algunos rincones de la casa, sobre los cuales Marta acaba investigando y viviendo o reviviendo aventuras, especialmente en la librería. Y las reflexiones que se van desgranando, cómicas unas veces, serias otras, suelen hacer reflexionar también al lector.


    En este diario pandémico se alternan la curiosidad, el miedo, la ilusión y las ganas de saber qué ocurrirá cuando finalice el confinamiento. También la pena ante un 23 de abril tan triste y diferente a todos los demás y la alegría que supone un atípico 23 de julio reconvertido en el nuevo día de Sant Jordi y también en el del comienzo de la recuperación de las librerías. Porque, cómo no, las librerías y los libros forman parte de todos los lectores. Por eso, la literatura constituye la parte central --que no la única-- de este libro, donde aparecen varias portadas de obras literarias --no solo las de la autora--, reflexiones y referencias a otros escritores y anécdotas, tanto emotivas como divertidas, de diversos actos promocionales. Escribir es ensimismarse y enajenarse (sobre todo, lo segundo), reflexiona un día la autora. Y en referencia a ello cualquiera puede preguntarse: ¿qué mejor momento para ambas cosas que en plena pandemia confinada

     

    Otra de las partes fundamentales del diario la constituyen la desescalada y la nueva normalidad. Marta nos hace sonreír recordando su primera visita a la peluquería, su regreso a los cines, la aparición de su novela en La ruleta de la fortuna, compartiendo la foto de un plato de macarrones tan solo unos días después de escribir que nunca comparto fotos de comida porque me dan yuyu, la sensación de extrañeza sentida al firmar ejemplares de pequeñas mujeres rojas a extraños enmascarados protegida tras una mampara de cristal, con cita previa, ataviada con guantes y rodeada de geles hidroalcohólicos. También al contarnos cómo hacía algo de deporte a través de su itinerario hámster o carrera chiquita por el pasillo y el salón de su casa. O cuando nos explica que en el proceso de descriogenización de sus amapolas descubrí que resurrección y resucitación no son nombres sinónimos --el uno es religioso y el otro médico--, pero en estos días aún paranormales ambos interesan.


    Parte de mí es también un cálido homenaje a todo lo público. Sobre todo a la sanidad y a los sanitarios, quienes no son heroínas ni héroes, sino seres humanos que necesitan pagar sus facturas y descansar y llenar la cesta de la compra. También muestra un emocionado agradecimiento a las librerías, especialmente a las de los barrios, las que meten dentro lo que está pasando fuera, las que perviven con un empeño espeluznante. Cómo no, a su editorial, Anagrama (y a Jorge Herralde), que rescató en las mejores condiciones Amor fou --obra anteriormente rechazada por todas las editoriales y que casi termina con la carrera literaria de su autora--, una novela futurista que se convirtió en realista: la ciudad estaba llena de banderas de España y las personas cívicas eran las apestadas (un poco en la línea de pequeñas mujeres rojas). Sanz comparte la foto de la estructura de la novela bajo los hashtags #vulnerabilidadyfuerza y #persistencia.


    Pero ningún escritor/a podría serlo sin sus lectores. Por eso, Parte de mí es también un agradecimiento a todos ellos. Así lo describe Marta: lloro de felicidad. Habéis sido mi invernadero y mi estufa de flores. Habéis colaborado en la resucitación y en la resurrección de las amapolas. Habéis practicado la medicina, la magia y el rezo religioso. Esa calidez que me habéis transmitido desde tan lejos y tan cerca, las celebraciones que tenemos pendientes son ya... parte de mí. Pero, al margen de todo esto, quienes escribimos sabemos que la más importante necesidad vital es la estabilidad (en todos los sentidos de la palabra). ¿Y quién puede darnos mayor estabilidad? Pues nuestra pareja. Nuestra más fiel compañía. Por eso, el libro también es un homenaje-agradecimiento a Chema, esposo de la autora, que se ha transformado, como si el cuerpo no doliera mientras muta y crece, y es el contra-hombre blandengue del Fary.


    Parte de mí es también una original campaña publicitaria. Doble, además. Por un lado, respecto a pequeñas mujeres rojas; por otra, respecto a la propia Parte de mí. A través de ella, he pasado de ser un animal pretecnológico a una maldita ciberadicta, reconoce Marta. Una Marta para la que escribir es exponerme. Exposición que ahora se multiplicará no al cuadrado sino al cubo: no solo en sus libros, sino también en las redes sociales, que todo lo amplifican. Bienvenida pues, Marta, al mundo de Instagram. Gracias por dejarnos ser parte de ti. Y que sepas que tú también eres parte de nosotros. Más todavía en mi caso, sabiendo que de pequeña viviste en la vallecana calle de Gandía...