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martes, 11 de septiembre de 2018

Leones de Aníbal. Javier Pellicer. Edhasa. 2018. Reseña





     Tras el gran trabajo de documentación y escritura realizado en El espíritu del lince (Ediciones Pàmies, 2012), Javier Pellicer decidió contar en otra novela el período inmediatamente posterior a la conquista de Sagunto por los cartagineses. No se trata de una segunda parte al uso, con los mismos personajes, sino de una historia diferente, con protagonistas distintos, a través de los cuales se narra la historia de los siguientes años. Buena parte de la documentación necesaria obraba ya, pues, en manos del escritor valenciano (Benigánim, 1978). Su tarea consistía, por tanto, en completarla y crear la nueva novela. Algo nada fácil de realizar, por cierto, como comprenderán quienes hayan pasado por un proceso similar. Sé a lo que me refiero.

     Pellicer no es solo un escritor de novela histórica. Además, y sobre todo, es autor de literatura fantástica. Así, ha escrito la novela Legados (Ediciones Holocubierta, 2013), basada en el mundo del exitoso juego de rol español Aventuras en la Marca del Este, y ha participado en antologías de relatos fantásticos (Crónicas de la Marca del Este (volúmenes 1 y 2), Legendarium, Ilusionaria 2 o Monstruos de la razón I, entre otras). Su novela corta La sombra de la luna (2011) se puede conseguir gratis en formato digital en la plataforma solidaria de Save the children 1libro1euro. Así pues, nos encontramos ante un autor polifacético, multi temático y solidario.

     Leones de Aníbal, la novela que nos ocupa, narra la epopeya del ejército del estratega cartaginés camino de Roma en la parte final del siglo III a. C.. Al iniciarse la Segunda Guerra Púnica, Aníbal Barca decidió asestar un golpe a los romanos en su propia casa, dando inicio a una de las grandes gestas bélicas de la historia de la humanidad. Desde la recién conquistada Sagunto, el líder púnico reunió a soldados de todos los lugares y condiciones para atravesar los Pirineos y los Alpes y llegar a suelo itálico con el firme propósito de conquistar la ciudad de Roma. Una locura, según muchos; una genialidad, según otros. Sea como sea, Historia pura y dura.

     No obstante, la novela no está narrada por ningún líder de la expedición sino que se nos presenta a través de los ojos de algunos de los soldados del ejército. Aparecen, lógicamente, Aníbal Barca, sus hermanos Asdrúbal y Magón y los oficiales Maharbal y Hannón entre otros. Sin embargo, los verdaderos protagonistas son Alcón, exmediador del consejo de Arse, que actúa como intérprete y traductor del ejército cartaginés, y diversos personajes ficticios. Como Leukón, joven guerrero celtíbero del clan Okalakom del pueblo de los pelendones; Tibasté, caudillo pelendón; Tabnit, oficial y consejero cartaginés; Nunn, sanadora gala, del pueblo de los arecómicos.

     Son estos últimos quienes ocupan la mayoría de las páginas de la novela. Quienes, a través de sus sentimientos, sufrimientos, anhelos y promesas nos meten de lleno en la acción. Todos ellos han de soportar el tremendo peso de sus mochilas. Unas mochilas compuestas no solo de sus equipajes sino de hechos de vida que algunos de ellos apenas pueden arrastrar por el fango y las altas montañas. Así pues, deberán imponerse a sus propios fantasmas y a una naturaleza que se nos muestra tal y como es: casi inaccesible. Porque, de no ser por el ímpetu y las dotes de motivación de Aníbal, tal aventura no habría sido posible. 

     Leones de Aníbal es, sin duda, una novela histórica. Pero también se podría calificar como novela de aventuras. Porque eso es lo que fue aquel viaje a través de los Pirineos y los Alpes. La mayor hazaña conseguida hasta entonces por el hombre. Unos sesenta mil soldados y demás acompañantes, varios millares de caballos y centenas de elefantes atravesando lugares tan inhóspitos y en unas condiciones climatológicas poco o nada aconsejables. Una auténtica epopeya. Una aventura que, por fuerza, ha de unir o separar para siempre a los personajes que la protagonizan. Y de ello va también esta novela: de convivencia, de amistad, de lealtad.

     Aníbal se nos presenta como un gran estratega que basa sus triunfos más en la inteligencia que en la barbarie. Evita dar muerte por el simple hecho de dar muerte. Sabe que matar al enemigo es necesario, pero no se recrea en ello. Ni disfruta con ello. Quiere cambiar el curso de la Historia. El pelendón Leukón solo busca acabar cuanto antes con sus enemigos para poder volver a su poblado y reencontrarse con su amada Stena. El saguntino Alcón está acosado por la culpa de la traición y en ocasiones se debate entre la cordura y la locura. El oficial cartaginés Tabnit guarda un secreto inconfesable que amenaza con dar al traste con el buen nombre de su familia. Y lo más increíble de todo es que entre ellos, pese a todo lo anterior y a sus diferentes lugares de procedencia, nacen la amistad, el respeto, la empatía.

     Más allá de las grandes gestas y de las grandes personalidades, lo que hace grande el mundo es, en mi opinión, las relaciones interpersonales. Por eso, Leones de Aníbal me ha sorprendido. Gratamente. Quizás esperaba una sucesión de hechos más o menos verídicos (como reconoce el propio autor, ni siquiera los historiadores se ponen de acuerdo en muchos de los aspectos que sucedieron hace ya más de dos mil doscientos años) de cuanto aconteció en aquella expedición. Y, sin embargo, pese a que se debe tratar de todo ello, lo que he encontrado en la novela es un conjunto de hechos y situaciones anónimas que bien pudieron suceder tal y como relata Javier Pellicer. Lo cual hace de la esta historia algo perfectamente creíble. Y eso es algo digno de agradecer, felicitar y recomendar.