El novelista, dramaturgo, poeta y ensayista checo Milan Kundera suena casi cada año, como el japonés Murakami, como candidato al premio Nobel de Literatura. Ambos ven pasar los años sin que se les otorgue el galardón. Merecido, todo sea dicho, en los dos casos. El mes pasado, Kundera cumplió 89 años de edad. Su última obra publicada --la novela La fiesta de la insignificancia-- data de 2014. Probablemente no podamos leer ninguna obra más suya. No obstante, tenemos en las librerías y bibliotecas un total de diez novelas, cuatro ensayos, una obra de teatro, dos poemarios y varios cuentos y relatos cortos. Sin embargo, si es mundialmente conocido es por su celebérrima La insoportable levedad del ser, publicada en 1984 (a la que fue otorgada el Premio Jerusalén en 1985).
Se trata de una novela de difícil encaje categórico. Algunos la consideran filosófico-psicológica por sus ideas existencialistas y sus continuas referencias a ideas como el eterno retorno de Nietzsche y a teorías y a obras tan reconocidas como el psicoanálisis --los sueños y lo freudiano juegan un papel muy importante durante el desarrollo de la trama--, Parménides, Platón, Descartes, el Edipo de Sófocles, etc. Para otros, estamos ante una novela político-social, por cuanto describe cómo fue la vida en la capital checa durante la campaña soviética de 1968, así como en las épocas inmediatamente anterior y posterior, pertenecientes ambas a la etapa que conocemos como Guerra Fría. Por ello, no faltan quienes le otorgan también un componente histórico, aunque parece complicada su categorización como novela histórica propiamente dicha. Por último, muchos hablan de la obra como si se tratara de una obra sexual, afectiva y de pareja. Probablemente, todos tengan buena parte de razón.
De todo lo anterior es fácil deducir que nos encontramos ante una novela compleja y completa. El aspecto físico de los personajes no tiene ninguna importancia en la obra de Kundera. Modela sus protagonistas a base de una serie casi interminable de pinceladas --palabras-- que permite al lector tirar de su propia imaginación para hacerse una composición de las acciones y tramas de las novelas del escritor checo. La gran paradoja de este estilo literario es que, pese a tratarse de obras de gran componente psicológico, tampoco el mundo interior de los personajes forman parte de la composición esencial de los personajes de Kundera. Es decir, que cada lector ve de manera diferente a cada uno de ellos según otorgue mayor importancia a unos aspectos que a otros.
Temas como la disidencia, el exilio, la identidad, la forma de ver la vida, el amor, la sexualidad o el arte conforman las composiciones novelísticas del checo. Todo ello, para abofetearnos con la pura realidad. Con la pura realidad de cada uno de sus personajes. Las escenas de la vida cotidiana configuran el mapa de cada protagonista: sus dudas, su existencialismo, su vida en pareja, sus roces afectivos, sus experiencias sexuales, sus deseos o sueños no cumplidos, etc. Durante las siete partes de que consta la novela, Kundera desgrana las vidas de Tomás, Teresa, Sabina, Franz o Karenin. Unas vidas que el lector desea ir conociendo con el mayor detalle posible no por morbo sino por comprender sus actos. Porque una decisión --acertada o equivocada-- en un momento dado puede cambiar la vida de cada uno de ellos.
Tomás es el protagonista principal de la trama. Cirujano de profesión, se ve obligado a dejar su trabajo tras escribir un artículo contrario al régimen establecido. Queda apartado de su vida anterior y decide, junto a su esposa, Teresa, cambiar de aires. Ginebra y Zurich no encajarán en Teresa, que decide regresar a Praga. Tomás la sigue, aunque ambos deberán afrontar su destierro rural como única manera de eludir las persecuciones policiales. Tomás ama profundamente a su esposa, pero no puede evitar serle infiel con cualquier otra mujer que se cruza en su camino. Teresa acepta sus infidelidades por temor a perderlo. No en vano, es él quien le ha dado razones para seguir viviendo una vez ha abandonado ésta a su madre, por la que solo siente vergüenza y odio.
Sabina es la eterna amante de Tomás. Es un personaje básico en la novela, por cuanto se mete en la cama con hombres comprometidos --no solo Tomás--, lo cual otorga a la infidelidad una importancia insignificante y a la moral y a los valores un papel de ligereza que constituye la verdadera levedad de la que habla el propio título de la obra. Además, Sabina es el nexo de unión de la trama principal con la secundaria, que protagoniza Franz, un hombre que, amante pasajero de Sabina, acaba de iniciar una relación con una alumna que lo admira, lo cual abre una nueva etapa en su vida que lo llevará a abandonar a su esposa y a su hija. La conducta de Franz, que también puede ser interpretada de diversos modos según cada lector, también nos habla de levedad, así como de madurez (o inmadurez).
Karenin es la mascota de Tomás y Teresa. Es, nunca mejor dicho, un nexo de unión de la pareja. A través de la perrita, ambos reflexionan sobre sus vidas individuales y también sobre la conyugal. Especialmente emotivo es el pasaje final de la novela, donde el pequeño animal une y separa, más que nunca, a sus propietarios. Además, Tomás tiene un hijo de una relación de juventud fracasada. Simón no detesta a su padre pese a que éste jamás lo ha reconocido. Al contrario: su odio hacia su madre lo hace admirar a ese padre al que prácticamente nunca ha conocido. La vida los vuelve a unir (de alguna manera) muchos años después, y Tomás se siente incómodo al verse reflejado en él en algunas cosas.
Ha quedado dicho más arriba que una de las claves de la novela son las palabras. Así, servidor ha destacado multitud de frases --en ocasiones, párrafos enteros-- que deberían subrayarse. Como es imposible recalcarlas todas, dejo al menos unas cuantas a modo de despedida de esta reseña:
-Tomas se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no solo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).
-Entonces se percató con sorpresa de que no era desdichado. La presencia física de Sabina era mucho menos importante de lo que había supuesto. Lo importante era la huella dorada, la huella mágica que había dejado en su vida y que nadie podría quitarle. Aquella inesperada felicidad, aquella comodidad, aquel placer que le producían la libertad y la nueva vida, ése era el regalo que le había dejado.
-Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. ¿Pero qué le sucedió a Sabina? Nada. Había abandonado a un hombre porque quería abandonarlo. ¿La persiguió él? ¿Se vengó? No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser.
-A los que creen que los regímenes comunistas de Europa Central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestión esencial: los que crearon estos regímenes criminales no fueron los criminales, sino los entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso. Lo defendieron valerosamente y para ello ejecutaron a mucha gente. Más tarde se llegó a la conclusión generalizada de que no existía paraíso alguno, de modo que los entusiastas resultaron ser asesinos.
-¿Qué era entonces lo correcto? ¿Firmar o no firmar? La pregunta puede también formularse del siguiente modo: ¿Es mejor gritar y acelerar así la propia muerte? ¿O callar y lograr así una muerte más lenta? La vida humana acontece solo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En la situación dada solo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.
-La tierra puede estremecerse por las explosiones de las bombas, la patria puede ser expoliada cada día por un invasor distinto, todos los habitantes de la calle contigua pueden ser conducidos ante el pelotón de ejecución, todo eso lo soportaría con mucha mayor facilidad de lo que estaría dispuesto a reconocer. Pero era incapaz de soportar la tristeza de un solo sueño de Teresa.
-El redactor que organizaba la recogida de firmas para la amnistía de los presos políticos de Praga sabía perfectamente que aquello no ayudaría a los presos. El verdadero objetivo no era liberar a los presos, sino demostrar que aún había gente que no tenía miedo. Lo que hacía era teatro. Pero no tenía otra posibilidad. No podía elegir entre actuar o hacer teatro. La elección era: hacer teatro o no hacer nada. Hay situaciones en las que las personas están condenadas a hacer teatro. Su lucha contra el poder silencioso (el poder silencioso al otro lado del río, la policía convertida en silenciosos micrófonos en la pared) es la lucha de un grupo de comediantes peleando contra un ejército.