LIBROS

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lunes, 2 de mayo de 2016

La mediadora. Jesús Sánchez Adalid. Ediciones Martínez Roca. 2015. Reseña





     Jesús Sánchez Adalid me ha sorprendido con un cambio de registro absolutamente inesperado. Cuando me enteré, allá por el mes de marzo del pasado 2015, de que había ganado el VI Premio Abogados de Novela con una obra tan alejada a lo que nos tiene tan bien acostumbrados me quedé boquiabierto. No por nada: simplemente por ese giro tan repentino e impredecible. Porque que es un gran escritor es algo fuera de toda duda. Que sus novelas históricas son todo un éxito -y muy merecido, por cierto-, es de dominio público. Y que el autor es cura y abogado y que ejerció incluso como juez -aspectos, quizás, menos conocidos por el amplio público- lo instruían de sobra para abordar una obra como esta. Lo que servidor no esperaba era que se atreviera a abandonar por un tiempo su brillante carrera como novelista histórico para adentrarse en temas tan delicados. Y actuales.

     La novela introduce un aspecto jurídico que puede ser desconocido por la mayoría de la gente: la figura del mediador como herramienta de resolución de conflictos familiares: separaciones, divorcios, rupturas de parejas de hecho, custodia de hijos, decisiones sobre la patria potestad, modificación de medidas, liquidación del régimen económico matrimonial, ejecución de resoluciones judiciales, etc. Un mecanismo alternativo de resolución pacífica de los conflictos que para nada busca suplantar al sistema judicial sino, más bien, ayudarlo. Y todo, sobre la que debe ser de manera inexcusable la base del proceso: el restablecimiento de la comunicación entre los litigantes. Lo cual, obviamente, debe ser algo voluntario por ambas partes.

     La mediación familiar es algo todavía novedoso en el sistema judicial español. No le faltan detractores y defensores. Pero, como queda claro en la novela, cuenta con las enormes ventajas de ser ejercida por grandes profesionales que tienen los pies en el suelo y que dan a conocer a las partes las ventajas de una solución pacífica y consensuada. En un mundo como el actual, en el que todos conocemos casos como el de Mavi y Agustín, protagonistas del libro junto a Marga, la mediadora, se hace necesario contar con este tipo de gestión de conflictos.

     Mavi y Agustín formaban un matrimonio nada convencional: ella, ex jueza reconvertida en exitosa escritora de bestsellers de misterio, vive la mitad del tiempo en Madrid, donde afirma poder documentarse y concentrarse de manera conveniente para la escritura de sus novelas; él, aparejador venido a menos a causa de la crisis del ladrillo y amo de casa, pues se hace cargo de la misma y de las dos hijas del matrimonio, vive en Cáceres. La cuestión es que Mavi, que se mueve en círculos sociales mucho más amplios, conoce a otro hombre en Madrid y se enamora de él, decidiendo poner fin a un matrimonio que ha durado más de un cuarto de siglo. 

     Agustín -que sigue perdidamente enamorado de Mavi- se queda, de un plumazo, sin casa, sin su estudio de aparejador (situado en una de las habitaciones del domicilio matrimonial), sin hijas y con la obligación de pasar a su hija pequeña una pensión de manutención de 300 euros mensuales. Sin trabajo y debiendo pagar el alquiler de su nuevo lugar de residencia y la pensión de su pequeña se desespera al verse objeto de una gran injusticia. Una injusticia que le provoca mayor indignación al comprobar que los jueces no atienden a sus sucesivas reclamaciones. Su abogado, en vista de su situación personal y judicial, decide poner el caso en manos de Marga, mediadora familiar que da título a la novela.

     Desde sus primeras páginas la historia de Agustín y Mavi atrapa al lector. Con un lenguaje claro y conciso, cercano y a la vez alejado a lo habitual en Sánchez Adalid, este nos desgrana los acontecimientos que han llevado al matrimonio a una situación sin salida. La primera parte -Voy detrás de ti- describe la humillación e indignación de Agustín y el estado de las cosas. En la segunda -Cuando todo cambia- se centra en la vida de Mavi en Madrid y en esa nueva relación que pone fin a su matrimonio. La tercera -La vida- narra la historia en común de la pareja, así como el último viaje juntos a Grecia. La cuarta y última parte -El tiempo ganado- hace referencia a la resolución de la historia, algo que, por razones obvias, no contaré aquí.

     Uno de los fuertes de este autor es que maneja perfectamente la psicología de los personajes de sus novelas. Aspecto que cobra mayor importancia si cabe en una historia como esta. Agustín, Mavi y Marga se nos presentan de una manera que es imposible no verse reflejado en ellos. Con sus virtudes y defectos, son tan humanos y cercanos que nos hacen sentir lo mismo que ellos en cada una de las escenas. Sus incertidumbres, sus desconciertos, sus fracasos y sus pequeños ataques de locura son también los nuestros durante las 270 páginas de la novela. Y ello se debe, sin duda, a la buena mano del autor a la hora de presentarnos a sus personajes.

       La historia de La mediadora es la de un cada vez mayor número de matrimonios rotos, hundidos y fracasados. También la de una sociedad y toda una generación que probablemente no estaba preparada para afrontar tantos y tan profundos cambios. Y, ante todo, la mirada lúcida y esperanzadora de un autor que además es abogado y párroco. Como él bien dice en su nota final, esta historia se la debe a quienes me han contado, generosamente, sus propias experiencias vitales. Debe ser un lujo tener un confesor así. Porque Sánchez Adalid ha demostrado de nuevo que, además de saber escuchar a sus feligreses, escribe como los ángeles.