Conocí la existencia de esta novela hace unas semanas, gracias a una buena amiga de mi Facebook que me la recomendó. Jamás antes había escuchado nada sobre este libro ni su autora. Y lo primero que debo decir es que esta lectura me ha hecho reflexionar bastante sobre varios aspectos de su trama, ambiente y discurso. Tras dar las gracias a Olga por darme a conocer esta obra, paso a explicar mis impresiones sobre la misma.
Desde el punto de vista del contexto me han llamado la atención tres aspectos. El primero, la forma en que Murgia nos presenta el pequeño pueblo de Soreni, en el interior de la isla de Cerdeña. Me ha recordado aquella España profunda que Delibes retrató en Los santos inocentes. Lo arcaico y lo moderno (años cincuenta en la novela) conviven, a menudo de forma violenta, en un pueblo perdido de la Cerdeña de la posguerra. El segundo tema a abordar es el de la adopción del alma, inmemorial costumbre sarda por la cual una familia o un individuo (Bonaria Urrai en este caso) adoptaban a un hijo o hija (María Listru en esta historia) proveniente de otra familia que no podía mantenerla económicamente. La adopción se realizaba tras el acuerdo de las tres partes, y la adoptada no perdía ni contacto ni vínculos con su familia real. Hija y madre de alma quedaban así unidas mediante un vínculo sagrado. Y el tercer punto que me ha marcado durante la lectura de La acabadora ha sido la propia existencia de la referida figura: una mujer que consuela, acompaña y ayuda a morir a quienes están sufriendo y no tienen posibilidad ninguna de sobrevivir a su enfermedad.
Michela Murgia, nacida en Cabras, Cerdeña, en 1972, donde todavía reside en la actualidad, estudió teología y escribió algunos ensayos de cierto éxito en su país. Pero fue en 2011 cuando saltó a la primera plana de la literatura italiana al alzarse con el Premio Campiello, el más importante de Italia, por la obra que nos ocupa. En ella trata, con un lenguaje nítido y directo, sin perderse en mayores artes, el tema de la eutanasia y el fin de nuestra existencia. Y lo hace a través de una comunidad, la propia, que afronta este último paso hacia la muerte de forma colectiva, sin pudores ni falsos tabúes. Una forma nueva y diferente de ver el tema de la muerte que contrasta con lo arcaico de su forma de vida. Además, la autora no toma partido en favor ni en contra del asunto. Simplemente narra la historia. Sin más.
La propia isla de Cerdeña es tratada por Murgia como una hija de alma, separada de Italia, su madre de alma, pero conservando con ella sus vínculos de italianidad. Y el contraste entre lo arcaico y lo moderno se hace si cabe más evidente en los breves capítulos en que María Listru se desplaza a vivir y trabajar a Turín. Se trata de una huida, un distanciamiento respecto de Bonaria Urrai, su madre adoptiva, tras conocer el motivo real de sus extrañas salidas nocturnas, del enorme respeto que todo el mundo le profesa, de los ojos temerosos de quienes con ella se cruzan por las calles del pueblo. María, no conforme con la otra dedicación de su madre - que trabaja, además, como modista -, huye de ella y busca comenzar una nueva vida. Una huida que, paradójicamente, acabará trayéndola de vuelta al pueblo y al lado de Bonaria.
La vejez y la infancia (el paulatino conocimiento de los entresijos de la vida) también se contraponen en la novela. Bonaria Urrai, modista, solitaria, seca y estricta, pero bieintencionada y de marcado régimen ético - el cual le lleva a no aceptar todos los casos que se le presentan - es viuda. Su marido desapareció en la guerra, aunque según algunos vecinos realmente la abandonó y se hizo desaparecer. María Listru es la cuarta hija de una familia humilde que no se podía permitir una cuarta hija. Al lado de su tía - madre de alma - vive de manera humilde aunque no le falta de nada. Su amistad con algunos jóvenes del pueblo le hará conocer una especie de amor primario (Nicola) que no desarrollará plenamente hasta su estancia en Turín (Piergiorgio).
Y entre Nicola y Piergiorgio y sus respectivos mundos se establece una nueva contraposición en la que María hará también de bisagra. Nicola es el clásico arquetipo masculino: viril, fuerte, trabajador, defensor (hasta la muerte si hace falta) de cada metro de su propiedad y decisor último de su destino tras sufrir un desgraciado accidente. Piergiorgio, por contra, es un adolescente de ciudad que vive encerrado en sí mismo, atemorizado, tras sufrir una violación. La relación de María con Nicola será el motivo de su huida a Turín. Y su relación con Piergiorgio ocasionará su retorno a Soreni.
La acabadora es una novela impactante, turbadora, conmovedora y reflexiva sobre la vida, la muerte y la forma de llevar una y otra. Un testamento vital de una comunidad que vive el tema de la muerte con la mayor naturalidad posible. Una historia de amor, piedad y misericordia. Un libro que nos enseña costumbres provenientes de tiempos inmemoriales que nos harán pensar sobre nuestro presente y nuestro futuro. Sobre nuestra vida y nuestra muerte.
Y, como reflexión final, nos anima a no juzgar con tanta facilidad a los demás y a escuchar de manera diferente aquella máxima que afirma que de esta agua no beberé. Por todo ello, como en su día hizo Olga conmigo, no dudo en recomendar a quien lea esta reseña una novela que creo que no dejará a nadie indiferente. Una joyita de 190 páginas, de las que se saborea de principio a fin...