El escritor guipuzcoano Bernardo Atxaga, conocido hasta ahora por obras como Obabakoak - Premio Nacional de Narrativa en 1989 -, El hijo del acordeonista - Premios Mondello y Grinzane Cavour en 2004 - o Siete casas en Francia (2009), miembro de la Academia de la Lengua Vasca y autor traducido a treinta y dos lenguas ha deslumbrado al público con la reciente publicación de un trabajo autobiográfico y de viajes que se ha colocado como uno de los libros de este 2014 que ya casi toca a su fin.
La obra pone de manifiesto todo aquello que una persona siente cuando se desplaza a vivir a un nuevo lugar, aunque solo sea temporalmente, con lo que ello conlleva, especialmente la morriña y el retorno de recuerdos de infancia, juventud o ya plena adultez que, en algunos casos, parecían olvidados en la mente del viajero. Hasta que, por arte de magia, vuelven a aparecer al ocurrir en el presente una situación que enciende la bombillita del cerebro del referido individuo.
En la novela de Atxaga los sucesos del presente - situado entre agosto de 2007 y junio de 2008 en la ciudad de Reno, Nevada, USA - nos hacen retornar al País Vasco de décadas anteriores de la mano de una narración original, conmovedora y realmente atractiva. Sin duda, el autor ha hecho en esta obra un gran trabajo de reflexión, hilvanando una historia que entrelaza presente y pasado, desierto y monte, marrón aridez y verde boscoso, Nevada y País Vasco con una maestría al alcance de muy pocos elegidos.
Con un lenguaje directo, sin artificios, unas descripciones minuciosas de sensaciones, ambientes, personajes y recuerdos - incluso oníricos -, un sentido del humor afilado y en ocasiones causante de carcajadas y una elocuencia digna de mención, Atxaga nos transmite el temor familiar vivido ante una oleada de violaciones y hasta un asesinato en su barrio de residencia en Reno, la sensación de inmensidad del desierto de Nevada, la curiosidad por conocer en vivo la lucha por la supremacía demócrata en USA entre Hillary Clinton y Barack Obama, la desaparición del héroe nacional Steve Fossett en pleno desierto o el ambiente en torno a la presencia de las tropas norteamericanas en Irak y Afganistán.
Pero también los recuerdos de su País Vasco natal: la enfermedad y muerte de su padre y la de un demasiado joven primo, sus primeros bailes y sus primeras chicas, sus primeras amistades - algunas de ellas muy duraderas en el tiempo -, la música que le ha ido acompañando durante toda su vida, su madre leyendo aquellos volúmenes del Reader´s Digest, la historia familiar del conocido boxeador Paulino Uzcudun o la forma de vida de los pastores vascos.
Todo ello mientras asiste, desde la distancia, al lento declive de su anciana madre, con la que casi resulta imposible comunicarse vía telefónica ya que está como en otro planeta debido a su estado de (semi) ausencia. El autor establece una serie de conexiones entre todas y cada una de las historias que, a modo de piezas de puzzle, van encajando antes o después ayudándonos a comprender mejor la personalidad de este magnífico escritor. Los caballos, el boxeo, la música, la literatura y el amor a su familia y a su tierra de origen nos acercan a él de forma tal que, también como personaje de la novela, se convierte en un personaje carismático y a la vez humilde, de alta capacidad intelectual, deseoso de conocer todo lo posible de aquello que le rodea y escrutador de cada mínimo detalle.
Días de Nevada constituye un magnífico retrato de su autor, pero también una completa guía turística de Reno y sus alrededores - en ella se encuentran excursiones a San Francisco, Las Vegas, Virginia, el extenso desierto de Nevada y sus zonas escarpadas y las escasas pero todavía presentes minas y reservas indias -; una revisión de las vidas de personajes conocidos, como los boxeadores Paulino Uzcudun o Ringo Bonavena, la saga de poetas de origen vasco Laxalt (Dominique, Robert y Bruce) o el referido hombre-récord Steven Fossett; y un repaso a los músicos y cineastas de las últimas cuatro décadas.
En definitiva, Días de Nevada es una novela muy intimista sobre la multitud de vivencias, experiencias, historias y emociones que van creando entre sí vínculos personales, espaciales y temporales que tienen como consecuencia la creación de la personalidad de las personas. Una personalidad que sería diferente únicamente eliminando alguna de las características anteriormente reseñadas. Y es que es esa suma de elementos, que permanecen indelebles en nuestro cerebro, la que nos hace ser tal y como somos. Por ello se afirma que no hay dos personas iguales en el mundo...