LIBROS

LIBROS

lunes, 30 de septiembre de 2024

Los incomprendidos. Pedro Simón. Espasa. 2022. Reseña


 



    Tras el enorme éxito alcanzado un año atrás con Los ingratos, Premio Primavera de Novela 2021, el escritor y periodista madrileño Pedro Simón publicó su tercera novela, Los incomprendidos, a finales de 2022. Como en su predecesora, el autor nos narra una historia que llega y emociona al lector. Porque, como reconoce Javier, uno de los personajes y narradores de esta novela -junto a su hija Inés y su hermana Clara, que aparece como narradora epilogar-, las mejores historias no son las que hablan de los otros en sitios lejanos, sino las que hablan de ti. Aquí mismo. Ahora. Y hacen que se te iluminen los ojos y quieras conocer el final. Y no le falta razón. Porque las historias cercanas y corrientes, las que les pueden ocurrir a cualquiera de nosotros, suelen resultar a menudo las más atractivas. Aunque solo sea por ofrecer una mayor verosimilitud y, por tanto, también una mayor posibilidad de repetirse en nuestras propias carnes.   

    De los catorce capítulos que componen la novela, Javier, el padre, nos narra siete. Por su parte, Inés, la hija, narra seis de los restantes, quedando el epílogo para Clara, hermana de Javier y tía de Inés. Las mochilas que todos llevamos a cuestas, la culpa con la que cargamos, la incomprensión que sentimos más a menudo de lo deseado, la incomunicación, la soledad y la falta de diálogo dentro del núcleo familiar y los silencios más incómodos que existen en todos los hogares son los pilares de la historia de esta familia. Una familia que debe sobrevivir a un drama conocido desde el inicio, la muerte del hijo menor, Roberto, y a otros desconocidos en un principio pero que se irán presentando ante nuestros ojos de manera que al final los huecos de esta historia se van rellenando y permiten al lector recomponer el puzzle familiar de forma progresiva, hasta que la última de sus piezas encaja y todo cobra sentido. 

    A veces, cuando voy por la calle y veo a un adolescente hacerle un gesto airado a su madre, o cuando observo en el autobús cómo un padre trata de conversar con su hija y esa hija calla, me pregunto quiénes son en realidad los incomprendidos, narra Javier en la parte final de la novela. Somos esa generación errática que entonces dejaba el mejor sitio de la mesa para el padre y que ahora se lo deja al hijo. Eso somos, afirma unas páginas antes haciendo alusión a la crisis de solidaridad, valores y respeto en la que vivimos actualmente. Desnortados, en suma. Inés, por su parte, nos cuenta que la adolescencia puede ser un infierno. Basta con el cielo de los otros. Es suficiente con que te los imagines más felices y más guapos que tú y sin el nudo que sientes dentro. Algo que se completa con otra frase muy significativa que viene a decir algo así como que la adolescencia es parirse a uno mismo a los dieciséis o a los dieciocho.  

    Javier trabaja en una pequeña editorial que busca con ansia publicar la novela negra revelación del año. Nos habla de la que cree que va a serlo. Nos cuenta su trama, su desarrollo y su final. Y, además, narra la historia de su hija Inés desde su nacimiento hasta la actualidad -algo que le aconseja Diana, la psicóloga familiar a la que acuden todos sus miembros tras la muerte de Roberto- en un simulacro de novela escrita por él mismo. En ese sentido, Los incomprendidos podría ser calificada, además de como novela familiar, como metaliteratura. Y es que esas otras novelas paralelas o periféricas a las que se ha aludido tienen también conexiones con la realidad narrada por la novela central. Son, por tanto, una especie de explicaciones o anexos a la trama central. Una forma de aportar mayor información de una manera original y diferente a lo acostumbrado. Aunque, obviamente, tampoco sea ninguna gran novedad literaria.  

    La historia del matrimonio formado por Celia y Javier es la de tantos otros. Pareja que desea tener un hijo, lo intenta y lo vuelve a intentar, ve que no puede, se hace pruebas, observa que no hay ningún problema que impida poder tenerlo, decide adoptar y, de repente, ocurre el embarazo. Así es como, en cuestión de meses, el matrimonio da la bienvenida a su hogar a un hijo recién nacido, Roberto, y a una hija algo mayor, Inés. Una hija que ya arrastra una pesada carga. Una pesada carga proveniente de su familia natural que se acrecienta tras la trágica muerte en accidente de tráfico de su hermano. Una tragedia que separa a los miembros supervivientes de la familia. Hasta que la situación roza lo insostenible. Cada uno de ellos se considera culpable de la muerte de Roberto. La terapeuta, Diana, no logra recomponer las grietas aparecidas en el seno familiar. Trata por separado a cada uno de ellos, sin lograr retornar a esa feliz unión anterior al drama. 

    Javier e Inés, Inés y Javier nos narran, capítulo a capítulo, la historia del drama. Familiar y personal. Ambos tratan de comprenderse y de hacerse comprender. Pero les cuesta. Inés se refugia en su tía Clara. Una mujer trabajadora, luchadora, soltera, libre, con parejas esporádicas y sin hijos, que se encarga de levantar a Inés cada vez que esta parece desmoronarse. Y está a punto de hacerlo en varias ocasiones. No es agradable sentirse como un explosivo, afirma la propia Inés, que completa con la sensación que tiene de que, tras la muerte de su hermano, ella es lo único que les queda a sus padres. Una gran responsabilidad para ella, otra carga y otra culpa más, puesto que no tiene claro si sabrá estar a la altura. Algo que constata definitivamente con una frase desgarradora: confirmé lo muchísimo que mis padres lo querían a él. Hasta muerto, tenía algo de celos. Y me daba asco a mí misma por sentirlos. Tía Clara me miraba y creo que me adivinaba los pensamientos. Yo solo pedía en silencio que me siguieran queriendo, a pesar de todo. Si no tanto como a él, parecido

    Esa idea, la de poder leer el pensamiento, se repite a lo largo de la novela. Por ambas partes, además. Pero, sobre todo, por parte de Javier. Quisiera saber qué piensa su hija. Para hacer las cosas mejor. Para hacerle la vida más fácil. Aunque conocer sus pensamientos podría acabar de hundirlo a él. Tía Clara, en cambio, sí parece ser capaz de leer el pensamiento de su sobrina. Y se convierte en su tabla de salvación: con ella deja de hacerse pipí en la cama, con ella aprende a nadar, con ella aprende a confiar en alguien. Clara, además, también es la voz de la conciencia de su hermano y de su cuñada. La tormenta que resuena en las cabezas de los adultos. El nexo de unión de una familia que amenaza con separarse de por vida. Una familia cuyo uno de sus miembros (Inés) se ve como un círculo rodeado de cuadrados y piensa en la muerte. Y Javier se siente impotente: no hay peor sensación de fracaso que ver cómo se te ahoga una hija. Porque un hijo también es eso que a veces te mata o querrías matar, pero que te da la vida. 

    Inés, por contra, nos dice que si de niña creces cuando ves llorar a una madre, supongo que siendo un adulto te haces un poco más viejo cada vez que ves llorar a tu hija. Y es que, dentro de la soledad, la incomunicación y el horror de vivir juntos pero parecer unos extraños, en las historias que nos narran los protagonistas de Los incomprendidos, como ya sucediera en Los ingratos, también tienen cabida la esperanza y la ilusión. La ilusión de que los problemas siempre se pueden superar. Porque solo la muerte no tiene solución. Y hasta la muerte misma también puede acercar a quienes sobreviven a la tragedia. Aunque para ello hayan de viajar a lo más recóndito de sus almas. Aunque para ello hayan de mirarse en el espejo y decirse a la cara -en este caso, escribir sobre un papel- quiénes son y quiénes quieren ser a partir de ahora.            

    

lunes, 9 de septiembre de 2024

El orden del día. Éric Vuillard. Tusquets. 2018. Reseña

 




    Todos conocemos muchos de los sucesos ocurridos durante el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Es una de las épocas históricas más estudiadas y conocidas de la Humanidad. También sabemos que el aparato de propaganda nazi fue el primero y el más poderoso de todos los que hayan existido durante nuestra larga y a la vez corta Historia. En parte, de eso trata El orden del día, del escritor francés Éric Vuillard. La novela, que también podría calificarse como crónica, narra algunos aspectos de los orígenes del poder nacionalsocialista y del desarrollo de una leyenda que sin embargo fue más creada, idealizada y manipulada que real en no pocos casos. Ganadora del Premio Goncourt en Francia en 2017 -galardón justificado por la originalidad con la que su autor utiliza fragmentos de sucesos para unirlos y crear una imagen de conjunto sólida, inédita y apasionante de los primeros años del nazismo-, la novela llegó a España en 2018 de la mano de Tusquets. El orden del día demuestra que para crear un relato convincente no es necesario recurrir a una obra de mil páginas. Algo que ya vimos en 14 de julio.

    Las portadas de los libros nos dicen a veces algo -poco o mucho- sobre su contenido. En la imagen de la portada de esta novela del también guionista y realizador francés aparece el industrial alemán Gustav Krupp, famoso por ser el propietario del conocido grupo de industria pesada Krupp AG entre 1909 y 1941. ¿Qué pinta la imagen de un industrial en la portada de un libro sobre los orígenes del nacionalsocialismo? Pues mucho. Porque la narración de la novela comienza con una reunión de Goering y Hitler con veinticuatro importantes empresarios alemanes de la época. La fecha, 20 de febrero de 1933, bien podría catalogarse como el inicio del poder de Hitler en Alemania. De esa reunión, a la que acudieron, además de Krupp, los máximos dirigentes de empresas tan potentes como Agfa, Allianz, BASF, Bayer, IG Farben, Opel, Siemens o Telefunken, entre otras, nació la potencia económica de un partido que no tardó en hacerse con las riendas de un país que clamaba venganza tras la humillación sufrida en el Tratado de Versalles.

    La Historia nos cuenta que muchos de estos poderosos empresarios acabaron siendo condenados en los juicios de Nuremberg por apoyar económicamente al nazismo y, sobre todo, por beneficiarse del trabajo forzado de deportados y encarcelados, una mano de obra barata que hizo que sus empresas prosperasen más todavía. Pero eso ocurrió una década más tarde. Lo que importa en El orden del día es todo lo ocurrido en la década de 1930. Y Vuillard utiliza sucesos no muy conocidos para ilustrarnos sobre la importancia que tuvieron en el desarrollo del movimiento el dinero -proveniente en su mayor parte de los citados empresarios y demás círculos de poder alemanes- y la propaganda, que convirtió en leyenda algunos hechos que más bien fueron auténticos desastres. Vuillard llega hasta el punto de ridiculizar al mismísimo Hitler en diversos pasajes de la obra, tal como ya hiciera Charles Chaplin en El gran dictador (1940). Y es que solo un gran aparato de propaganda puede convertir lo grotesco, lo cómico, lo irrisorio en una leyenda nacional. Para ejemplos, diversas épocas y naciones nada lejanas, ¿verdad?

    La novela de Vuillard desenmascara muchos de los mitos del nacionalsocialismo y nos muestra las miserias de unos hombres que fueron elevados a los altares a base de burdas manipulaciones, grandes montajes dignos del gran Hollywood y la creación de múltiples falsas apariencias. Todo para crear una farsa trágica que todavía resuena a día de hoy. El orden del día desvela los mecanismos del mal. Denuncia la vileza. Y muestra cómo el nazismo se benefició de cantidades ingentes de dinero a cambio de la falsa estabilidad prometida a esos círculos del poder alemán. Y, lo mejor de todo, el autor francés lo cuenta de tal manera que al lector le parece estar en el lugar y el momento indicados, viviendo de primera mano, in situ, los acontecimientos descritos. Hasta el punto de llegar a reírse de unos monstruos que en realidad no fueron más que despiadados mequetrefes y de angustiarse al asistir a unos hechos que acabaron costando millones de vidas y millones y millones de las monedas que cada uno quiera utilizar.

    Las novelas de Éric Vuillard comparten una serie de características que también apreciamos en esta. A saber: toman como punto de partida un acontecimiento histórico; denuncian hechos sociales injustos; están narradas desde el punto de vista de la micro Historia, tratando al detalle cada acontecimiento; tienen una extensión corta (en este caso, unas ciento cuarenta páginas); sitúan al lector dentro de los sucesos narrados, convirtiéndolo en un intérprete más de la Historia; presentan altos debates morales y políticos; y se desarrollan a través de una acción fulgurante que atrapa al lector a sus páginas. Son obras de ficción, sí, pero presentan un elaborado proceso de documentación histórica que convierten la ficción en realidad. En testimonio de la realidad narrada. Y, todo ello, desde la concreción. Sin ambages ni circunloquios innecesarios. Haciendo bueno aquello de que lo bueno, si breve, es dos veces bueno. Dejando de lado la paja y centrándose en lo estrictamente necesario para dar luz a los hechos en cuestión.

    De los dieciséis capítulos que componen la novela cabe destacar principalmente tres de ellos. Los dos primeros hacen referencia a la entrevista en el Berghof de Berchtesgaden entre Hitler y el canciller austríaco, Schuchsnigg, el 18 de febrero de 1938 -una de las escenas más fantásticas y grotescas de todos los tiempos, en la que Schuchsnigg sucumbe a la influencia mágica de un Hitler que aparece como un ser sobrenatural, una criatura quimérica- y a la avería masiva de los panzers alemanes en su camino hacia Viena nada más establecerse en Anschluss, el 12 de marzo de 1938 -Hitler está fuera de sí, lo que debía ser un día de gloria, un viaje vivificador e hipnótico, se transforma en un atasco. En lugar de velocidad, congestión; en lugar de vitalidad, asfixia; en lugar del impulso, el tapón. Aquello parecía una película cómica: un Führer hecho una furia, todo lleno de mecánicos corriendo por la calzada, órdenes gritadas atropelladamente. Un ridículo asegurado-, aspecto que explica la teoría de que la denominada Blitzkrieg -o guerra relámpago- no fue más que una mera fórmula, una publicidad.  

    El tercero de los capítulos a destacar narra la surrealista despedida de Ribbentrop de Downing Street en la noche de ese mismo día -12 de marzo de 1938-, alargando hasta límites esperpénticos la cena junto a Neville Chamberlain para impedir la rápida respuesta británica a la anexión austríaca por parte de Alemania. Los Ribbentrop rieron la jugada que habían desarrollado: la misión de hacer perder a Chamberlain, y al resto de su equipo, el máximo tiempo posible. Chamberlain no había podido despachar el asunto más urgente, había estado ocupado hablando de tenis y degustando macarrones justo después de que las tropas alemanas acabaran de entrar en Austria. Como se puede observar, la novela se centra en los años y meses inmediatamente anteriores al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Acciones intermedias entre los orígenes del nazismo y el comienzo de los hostilidades en la frontera polaca. Cuando ya nadie podía pasar por alto los proyectos de los nazis, sus intenciones brutales.

    En definitiva, El orden del día desmitifica muchas de las ampliamente difundidas leyendas del nazismo, mostrándonos las miserias de quienes durante décadas fueron enaltecidos a base de propaganda, publicidad y manipulación. Y, además, nos adentra en la connivencia entre los ricos empresarios y demás poderosos personajes de la época con los miembros de un movimiento que encerraba dentro de sí mismo intereses espurios que ya nadie podía ocultar tras sucesos como el incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933, la apertura de Dachau, aquel mismo año, la esterilización de enfermos mentales, aquel mismo año, la Noche de los cuchillos largos, al año siguiente, las leyes sobre la salvaguardia de la sangre y del honor alemanes, el inventario de las características raciales, en el año 1935; todo junto era realmente demasiada cosa. Una novela-crónica, como ha quedado dicho más arriba, corta que se hace más corta si cabe debido a su originalidad, interés e intensidad. Una forma muy divertida de aprender la Historia.                     

         

sábado, 15 de junio de 2024

Mis diez mejores lecturas del primer semestre de 2024

 




10. Nadie lo conoce. Mari Jungstedt. Maeva. 2010. Mari Jungstedt reúne en una misma historia viejos rituales vikingos, asesinatos en serie, la Historia de Gotland -la saga completa se desarrolla allí-, los más modernos métodos arqueológicos, el robo y contrabando de joyas y demás objetos, las vidas personales de sus protagonistas -el policía Knutas y el periodista Berg- y las consecuencias que una infancia familiar destructiva puede provocar en algunos futuros adultos, que se convierten en unos inadaptados muy peligrosos para sí mismos y para sus conciudadanos. Un cóctel molotov que, agitado con la maestría de la autora escandinava, desencadena una historia que atrapa al lector y lo ata a sus páginas hasta la resolución definitiva. 

9. Vita brevis. Jostein Gaarder. Siruela. 2022. Ficción literario-filosófica que revela los desacuerdos y el descontento de Floria Emilia, la mujer que ocupó el corazón de San Agustín -tratado aquí simplemente como Aurelio- en sus años de juventud, por el hecho de haber sido abandonada, arrebatado su hijo además, debido al ascetismo del filósofo y sus nuevas creencias cristianas, de las que critica una visión centrada más en la vida después de la muerte que en la presente y terrenal. La novela capta a la perfección el enfrentamiento entre las filosofías del denominado carpe diem -vive el presente, aprovecha el tiempo-, ejemplarizadas por Floria Emilia, y las neoplatónicas y ascéticas, representadas por San Agustín. Como en su famosa novela El mundo de Sofía, Gaarder nos explica la filosofía de manera amena y entendible, como debería hacerse en las aulas.

8. Soldados de Salamina. Javier Cercas. Tusquets. 2001. La novela que relanzó la carrera literaria de Cercas narra unos hechos históricos -los fusilamientos acaecidos durante los últimos días de la guerra en el santuario del Collell (Girona)- desde puntos de vista variados, demostrando que la Historia no se puede conocer fehacientemente desde una única versión. Una novela que bebe directamente de los escritores Sánchez Ferlosio y Roberto Bolaño sobre dos historias reales que tienen que ver con el también escritor y político falangista Sánchez Mazas y un soldado republicano que lo dejó escapar con vida del lugar de los fusilamientos. Un ejemplo claro de cómo de complicado, arduo y tortuoso es el proceso de documentación de una novela histórica. Sobre todo cuando esta se basa en personajes reales a los cuales se debe encontrar y conocer para lograr la máxima perfección y veracidad posible. Una historia deslumbrante que fue apoyada por la magnífica película de David Trueba. 

7. El periodista deportivo. Richard Ford. Anagrama. 2023. Primera de las cinco novelas protagonizadas por el personaje ficticio -¿puede que un alter ego del propio autor?- Frank Bascombe, en las que el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2016 Richard Ford traza un exhaustivo retrato psicológico no solo de un personaje y hasta de la condición humana, sino también de una nación (EE.UU.) y una región (Nueva Jersey), cuyas ciudades principales (Haddam, Freehold o Asbury Park) son parte importante de la historia hasta el punto de condicionar la vida del protagonista principal. Un personaje que sufre la cotidianeidad, que es un superviviente -a tiempo completo, además- de la crisis personal y familiar que sufre desde años atrás, aunque por momentos él mismo no sea capaz de verlo de esa manera. El autor parece reflexionar en voz alta sobre cómo podría haber sido su vida si no hubiera decidido luchar por ser escritor. 

6. La biblioteca de la medianoche. Matt Haig. Alianza. 2021. Un canto al poder de los libros como fuerza impulsora de vitalidad y de amor. Una celebración de la multitud de posibilidades que nos ofrece la vida. Un estudio filosófico y casi psicológico -y muy empático- sobre la condición humana. Una fantasía en torno a lo que de verdad importa -o debería importar- en la vida. Una inyección de posibilidades en tiempos difíciles e inquietantes. Una experiencia sobre el amor, las segundas oportunidades y la valoración de la vida que nos ha tocado vivir. Una historia que mueve a la reflexión acerca de nuestra relación con el remordimiento por lo que hicimos o dejamos de hacer. Porque todos hemos cometido alguna vez el tremendo e injusto error de no ver sentido a nuestras vidas. De todo esto trata una novela que todo el mundo debería leer. Porque, además, es muy entretenida y realmente absorbente.

5. Surrender. 40 canciones, una historia. Bono. Reservoir Books. 2022. Bono, líder de la famosa banda irlandesa U2, nos descubre algunos aspectos menos conocidos de su vida a la vez que explica más detalladamente otros ya conocidos por todos. Un libro extenso que presenta los grandes momentos familiares, musicales y político-activistas de un cantante irrepetible por su importancia a todos los niveles. Unas memorias para fans y no fans. Porque, más allá de lo musical y familiar, resulta innegable la labor político-social del autor, con conexiones con Amnistía Internacional, Greenpeace y otras muchas ONGs. Así, se puede asistir, desde dentro, a complicadas reuniones, negociaciones y diseño de campañas como la condonación de la deuda externa de los países del Tercer Mundo o la de las ayudas a los países pobres africanos para poner fin a la transmisión incontrolada del SIDA. El tema del mesianismo político aparece en el libro, con todas las alabanzas y críticas recibidas. 

4. La última función. Luis Landero. Tusquets. 2024. La historia de quien quiere pero no puede. De quien da todo lo que lleva dentro pero no consigue más que pequeñas victorias que hacen estériles sus esfuerzos por alcanzar una meta mucho más amplia. De quien, pese a ello, atesora una dignidad y una honestidad a prueba de bombas. Porque solo fracasa quien abandona, nunca el que lo intenta con todas sus fuerzas. Tito, Rufete y Galindo ven en esa última función su última oportunidad en la escena teatral. Paula busca vivir una aventura que la lleve a iniciar una nueva vida mucho más satisfactoria. Y los ciudadanos de San Albín ven en esa representación la última ocasión de conseguir que su querido pueblo no caiga en el olvido y pase a engrosar la lista de pueblos de la denominada España vaciada. Una novela sencilla y a la vez complicada. Como la vida misma. Todo ello de la mano de un Landero que demuestra conocer al dedillo no solo el alma humana sino las mejores formas de hacer literatura. 

3. Baumgartner. Paul Auster. Seix Barral. 2024. ¿El testamento literario de Auster? Para nada. Sería injusto calificarla así. Porque el estilo de esta novela, su última novela, es fiel al conjunto de su obra: aparentemente sencillo pero que esconde en realidad una compleja arquitectura narrativa repleta de digresiones que parecen romper el hilo discursivo pero que completan información que más adelante será más importante de lo que parece; de una metaficción que esconde unas historias dentro de otras; y de un cuestionamiento de la identidad que hace que el lector se devane los sesos pensando si la obra en cuestión habla de los personajes de la misma o si el autor está hablando en realidad de sí mismo. Temáticamente hablando, también esta novela es fiel a toda su carrera: existencialismo, pérdida, amor, azar, soledad, duelo. Paso del tiempo. Un tiempo que no volverá, hecho que, lejos de abrumarnos y desanimarnos, debe alumbrar en nosotros el deseo de vivir con todas las ganas. Auster se moría. Lo sabía. Y buscó completar su legado. Como en su día David Bowie, Leonard Cohen o Freddie Mercury.

2. El niño. Fernando Aramburu. Tusquets. 2024. En 1980 una explosión de gas propano mató a cincuenta niños y tres adultos en el colegio público de Ortuella, Vizcaya. Aramburu documentó los hechos y se entrevistó con supervivientes y familiares de víctimas para poder construir una novela que describe el sufrimiento de una de las muchas familias afectadas. Otro magnífico capítulo de su serie Gentes vascas. Una novela en la que las vidas de los protagonistas cambiarán para siempre a partir de unos hechos devastadores y lacerantes. El autor nos muestra, con gran singularidad y originalidad, aspectos inesperados de cada uno de ellos. Nos los abre en canal gracias a su peculiar bisturí literario-psicológico para enseñarnos qué encierran sus cerebros devastados, cómo laten sus corazones heridos, cómo afrontan el drama personal y familiar y cuál será el destino de cada uno de ellos. Es obvio que la realidad siempre supera a la ficción, pero cuando esta bebe directamente de la realidad el resultado puede ser igualmente veraz. Y dibujarnos una obra de arte en forma de un extraordinario friso de desgarros. 

1. El tesoro de La Girona. Javier Pellicer. Edhasa. 2023. Pellicer derrocha unos bastos conocimientos de los hechos narrados -la derrota de la Armada Invencible en 1588 y los mitos y las leyendas irlandesas- y un gran saber hacer a la hora de mezclar la realidad histórica y unas tramas y unos personajes ficticios que bien podrían haber existido en la realidad. Como en todas sus obras, lo mejor del autor valenciano es la evolución psicológica de sus personajes: sus luchas internas, sus deberes morales, sus cambios en la forma de pensar y de actuar, la superación de sus debilidades, el aprovechamiento de sus fortalezas y la manera en que enfrentan las respectivas situaciones que se les presentan. Joan Mateu y Ealasaid guardan secretos. Ninguno cree merecer al otro. Los dos deben hacer frente a un presente ligado directamente al pasado de sus respectivas familias. Ambos deben afrontar los grandes contrastes de sus tan diferentes orígenes. El tesoro de La Girona es una novela para enamorarse, más si cabe, de la denominada Isla Esmeralda, una cultura en la que conviven en armonía santos, druidas, monjes y hadas.





martes, 4 de junio de 2024

El tesoro de La Girona. Javier Pellicer. Edhasa. 2023. Reseña

 




    En pleno verano de 1588 la denominada Armada Invencible de Felipe II cayó derrotada en el Canal de la Mancha ante los ataques de los defensores de Isabel I de Inglaterra. La batalla naval, una de las más famosas de la Historia, ha dado pie a multitud de obras de ficción a lo largo de los casi cuatro siglos y medio transcurridos hasta la actualidad. Son muchas las obras de arte, las películas y las novelas que han tratado, con mayor o menor éxito y veracidad -aspectos que no siempre van de la mano, por cierto-, la derrota española frente a las costas de Inglaterra. La novela que nos ocupa, El tesoro de La Girona, de Javier Pellicer, es una de ellas. El escritor valenciano derrocha en ella tanto unos bastos conocimientos -fruto de una documentación muy bien trabajada, tanto a nivel histórico como a través de mitos y leyendas irlandesas- como un gran saber hacer a la hora de mezclar la realidad histórica y unas tramas y unos personajes ficticios que bien podrían haber existido en la realidad. El propio autor explica, en la nota final, cuáles son reales y cuáles ficticios. Algo muy de agradecer.

    El personaje central de la historia es Joan Mateu, un soldado de los Tercios españoles que, después de sufrir la derrota naval y de abandonar el Canal de la Mancha rumbo a España, está a punto de perecer a causa de un naufragio tras un gran temporal frente a Dunluce, cuyo señor, Somhairle, sometido en teoría a unos ingleses a los que odia a muerte -como el resto de irlandeses y escoceses-, decide aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos y acoge a todos los españoles naufragados frente a sus costas. Así, Joan y otros de sus compañeros viven unos meses junto a los líderes del clan de los MacDonnell -el más poderoso de la región junto al de los MacQuillan y al de los O´Neill- hasta que sea posible sacarlos de la isla y ponerlos a salvo de los ingleses, que quieren acabar con ellos a toda costa. Es así como los irlandeses y los españoles aprenden los unos de los otros sobre la lengua, las costumbres y las tradiciones y la Historia, los mitos y las leyendas de ambas tierras. Una especie de hermanamiento, lealtad y fidelidad que se irá fortaleciendo a lo largo del tiempo.

    El tesoro de La Girona es obviamente una novela histórica y de aventuras. Pero también algunas cosas mucho más importantes e interesantes. A saber: las luchas intestinas -militares, políticas, palaciegas y familiares- de la Irlanda de la época; la prevalencia del sentimiento del deber por encima de todas las demás cosas; el profundo sentimiento religioso y el hecho de poner en valor la moral y la ética frente a la inevitable presencia del egoísmo y los placeres mundanos; el engendro del odio y el deseo de venganza hasta el punto de impedir el crecimiento personal; el aprecio que puede surgir hacia unas tierras y unas gentes que se presuponen salvajes pero acaban por presentarse mucho más habitables y humanas de lo esperado; el implacable papel que juega el azar en el destino de las personas y de los reinos; la enseñanza de que jamás se debe dar nada por hecho hasta que finalmente ocurre; los secretos inconfesables del pasado y su importancia en las acciones futuras; o el surgimiento de amores inesperados en lugares y momentos más inesperados si cabe. 

    Ealasaid es el otro personaje principal de la novela. Hija menor de Somhairle -señor del clan de los MacDonnell que domina con mano firme el condado de Antrim desde Dunluce- y hermana de Seumas -hijo mayor de Somhairle, que a sus cincuenta y pico años sigue a la sombra de su padre, deseoso de dar por fin un paso adelante para poder ejercer como el señor que cree ser- y de  Ragnall -una especie de segundo padre para Ealasaid, de carácter mucho más afable que el hermano mayor de ambos-, es una joven rebelde, libre y culta que ansía encontrar el amor verdadero y que no acepta a Artair O´Neill, hijo de Turlough O´Neill, jefe del clan que lleva su apellido, como su futuro esposo. Cuestión que conlleva disputas entre la joven y su hermano mayor, quien se cree con el derecho para obligar a su hermana a contraer un matrimonio por conveniencia familiar. Algo a lo que se opone el jefe del clan, quien ya casó en el pasado a una hija, Caitlin, con un MacQuillan, hecho que finalmente propició la pérdida para la familia de la ahora señora de Cúilín Gaelach.

    Ealasaid es quien encuentra a Joan en un estado lamentable, horas después del naufragio de La Girona. El joven solo posee una medallita de la Virgen del Rebollet de su Oliva natal (Valencia). Al verla aparecer cree estar en el paraíso y la confunde con la Virgen María. Desde el principio, surge entre ellos algo muy especial. Sin embargo, ambos guardan secretos que creen no hacerlos dignos el uno del otro. Además, el Tercio español debe cumplir con una venganza, pues ha de dar muerte a la mujer causante de las desgracias de su familia. Y eso, a pesar de lo que empieza a sentir por Ealasaid, hace imposible cualquier tipo de relación con ella. Ha de regresar cuanto antes a Oliva y llevar a cabo su plan. Por si todo ello fuera poco, además, sobre la familia de la joven se ciernen dos grandes amenazas. Una, esperada: los ingleses irán pronto a por los españoles, lo que supondrá un serio problema para todos. La otra, absolutamente inesperada: alguien del pasado está a punto de reaparecer en escena para poner fin a la hegemonía del clan en Dunluce.

    El amor, el sentido del deber y la lucha entre lo que es correcto y lo que no también son temas que están presentes en la trama de la historia que se desarrolla en Carrickfergus. Allí, el condestable del lugar y senescal de Clandeboye, Christopher Carleill, recibe órdenes reales de perseguir, capturar y enviar a Dublín a cualquier español que encuentre en la isla. Enamorado de Meike, una de sus sirvientas, cuestión que incomoda al resto de su familia, debe abandonar temporalmente su castillo para dirigirse a Dunluce. Desde allí, alguien le ha informado de la presencia de un grupo de españoles. Personaje real -como los miembros del clan de los MacDonnell, con la excepción de Ealasaid (por desgracia, de las mujeres de aquella época muy poco se sabe)-, Carleill, al que los historiadores españoles han calificado como el buen inglés, se debate entre el deber y la moral puesto que sabe de sobra qué clase de destino espera a los españoles que sean entregados a los ingleses. Y no piensa tomar parte en ello. Al menos, no de forma activa. 

    Como en todas las novelas de Javier Pellicer (El espíritu del lince, Leones de Aníbal y Lerna. El legado del minotauro), todas ellas reseñadas en este blog, lo más destacable es siempre la evolución psicológica de los distintos personajes. Sus luchas internas, sus debates morales, los cambios en sus formas de pensar y de actuar, la superación de sus debilidades, el aprovechamiento de sus fortalezas y la manera en que enfrentan las diversas situaciones que se les van presentando están descritas de forma minuciosa, reflexiva y amena. Algo realmente admirable. En El tesoro de La Girona, más si cabe. Los casos concretos de Joan Mateu y Ealasaid son resultado de un trabajo impecable. Ambos guardan secretos, ninguno se cree digno del otro y los dos deben hacer frente desde el presente a un pasado estrechamente ligado a sus respectivas familias. Eso sí, debo añadir que no están solos. Y es que reciben una ayuda, casi celestial, de mano del padre Pilip, otro personaje muy bien elaborado. Aunque en este caso se trate de un secundario.

    El tesoro de La Girona es una novela de contrastes -en la cultura de tan fascinante pueblo convivían en armonía santos, druidas, monjes y hadas, mientras que en España muchos habrían sido quemados en la hoguera por adorar al diablo-, de pesadas mochilas a la espalda -mientras observaba al español solo podía pensar en cuáles serían los demonios que lo atormentaban y en cómo podría ayudarlo a librarse de ellos. Quizá de ese modo lograse purgar también los suyos-, de juramentos solemnes -ya sólo queda una mujer en mi vida: aquella a la que debo matar. Juro por la Virgen del Rebollet y por la memoria de quienes más quiero que regresaré para saldar las cuentas que se me deben. Nada me desviará de mi objetivo- y de enseñanzas marcadas a fuego -porque en la guerra, hijo, el miedo hace que los hombres huyan. Pero el respeto hace que se queden a morir a tu lado. Créeme. Lo sé-. En definitiva, una novela muy completa -a nivel de temática y de tramas y sub tramas- y narrada de forma amena y admirable. Una novela para enamorarse, todavía más, de la denominada Isla Esmeralda.                                     

  

martes, 28 de mayo de 2024

El niño. Fernando Aramburu. Tusquets. 2024. Reseña

 




    El 23 de octubre de 1980 una explosión de gas propano mató a cincuenta niños y tres adultos en el colegio público de Ortuella, Vizcaya. Una tragedia que conmocionó a España durante unos días, al País Vasco durante semanas y al referido pueblo durante meses e incluso años -en los casos más directamente implicados en el terrible suceso-. Más allá del drama que cualquiera de nosotros pueda ser capaz de imaginar resulta imposible hacerse una idea exacta de lo que cada una de las familias hubo de soportar, y aún a día de hoy soporta, tras la serie de fatales hechos que desencadenaron el accidente, las muertes en el acto y las subsiguientes a través del tiempo. Fernando Aramburu, acostumbrado a tratar temas vascos en sus novelas -Los peces de la amargura, Años lentos, Patria o Hijos de la fábula-, decidió documentarse y hablar con varias de las familias. Finalmente, uniendo la realidad extraída de multitud de entrevistas y conversaciones y su capacidad para relatar cualquier tipo de hecho más o menos cotidiano, escribió El niño, novela que Tusquets publicó el pasado mes de abril.

    Para preservar la intimidad de las personas que aparecen en las páginas de su novela tomó la decisión de cambiar los nombres reales por otros ficticios, así como algunas de las localizaciones de la misma. Así pues, el Nuco, Nicasio, Mariaje y José Miguel, personajes principales de la acción, existieron en realidad, aunque con distintos nombres, profesiones y lugares de residencia -siempre, eso sí, dentro del municipio de Ortuella-. Municipio que, junto a sus pobladores de la época, se convierte también en personaje de la misma. La gran originalidad de El niño es que también incorpora como personajes al autor -el Fernando Aramburu de 2024- y al propio texto, que nos explica diferentes pasajes de la trama a modo de pequeños capítulos aclaratorios que aparecen reflejados en cursiva. Fragmentos breves que, como se indica al comienzo de la obra, aportan datos valiosos sobre los personajes y sus circunstancias y que contribuyen a introducir remansos de sosiego reflexivo en una historia que se mueve con frecuencia en los bordes de la intensidad. 

    La novela cuenta el drama en todas sus posibles extensiones. A nivel poblacional en su conjunto, a nivel familiar y a nivel personal. Eso sí, se centra en una familia en concreto, la formada por Mariaje y José Miguel, padres de el Nuco, uno de los niños fallecidos en la explosión, y Nicasio, su abuelo materno, uña y carne del niño durante sus seis años de vida. Puede uno imaginar que tras una desgracia como la vivida en Ortuella en 1980 cada persona -o personaje- puede reaccionar de maneras bien diferenciadas. Lo que es complicado de alcanzar es lo que con tanto detallismo se nos muestra en esta novela: una disección psicológica de cada uno de ellos labrada con una precisión que deja al lector atónito. Y conmocionado. Porque, aunque los capítulos de la explosión y sus momentos inmediatamente posteriores ya muestran con pelos y señales -aunque sin un ápice de morbo ni de recreaciones obscenas, que quedarían fuera de lugar- el nerviosismo, la negación, el miedo y las reacciones de cada uno de los personajes, lo que de verdad importa en la acción es lo que pasó después.

    Y es que, aunque en ocasiones resulte un hecho insoportable, la vida no se detiene. Sigue. Y ello significa que se debe convivir con la tragedia. Y, lo que es peor, con las ausencias derivadas de la misma. Y ahí es donde pone su acento Aramburu en esta novela: en las diferentes formas de afrontar -o no, porque no afrontar algo es en sí mismo ya una forma de afrontarlo- una vida que ya nunca será la misma. En efecto, cada uno de los personajes lo lleva como puede. Y actúa como actúa. Y, dentro del sufrimiento -porque todos sufren a rabiar la ausencia de el Nuco-, cada uno vive la vida que quiere -o que puede- y trata de buscar su nueva manera de estar en el mundo. Porque Nicasio ha dejado de ser abuelo. Mariaje ha dejado de ser madre. Y José Miguel ha dejado de ser padre. Pero deben seguir siendo padre, hija, esposa y marido. Y deben apoyarse los unos en los otros para seguir siendo una familia. Una familia que, aunque rota, debe seguir unida. Y, a ser posible, por algo más que por la desgracia.  

    Nicasio camina cada jueves -porque la tragedia ocurrió un jueves-, y algún que otro día más, hasta el cementerio municipal para ver a el Nuco. Pasa un rato con él, limpia el cristal que protege su lápida y le cuenta cosas sobre ellos, sus padres o el Athletic de Bilbao. Para poder seguir viviendo, aunque no está loco ni trastornado, se ha hecho a la idea de que su nieto continúa con él. Se lo imagina cogido de su mano cuando camina por el pueblo, lo acompaña al colegio cada mañana y hasta se lleva a su casa los muebles de su habitación, la cual recrea de forma casi idéntica a la original. Una habitación que Mariaje y José Miguel deciden desinstalar porque no se ven capaces de verla vacía cada día. Nicasio pasa horas sentado junto a la cama de su nieto, hablándole y velando su sueño. Es consciente de que ha muerto, pero no quiere separarse de él ni de sus recuerdos. Todo lo contrario que José Miguel, quien solo conserva algunas fotos de su hijo, pero se deshace de todo lo demás. Se hace a la idea de que nunca ha existido y trata de convencer a Mariaje para tener otro hijo y empezar así desde cero.

    Mariaje es, junto al propio texto de la novela -el que aparece en cursiva, como ha quedado dicho ya más arriba-, la única que cuenta su historia en primera persona. La única que tiene, pues, voz propia. Lo cual tiene una explicación muy importante para el desarrollo y fin de la obra. Algo que, por motivos obvios, no explicaré en la presente reseña. Además, guarda también un gran secreto. Un secreto que se prometió guardar hasta la tumba y que mantiene en vilo al lector durante un buen puñado de páginas. Un secreto a pesar del cual ha seguido viviendo durante los últimos años. En efecto, Mariaje es el personaje más fuerte, de mayor carácter, de todos los de la novela. Por eso, a pesar de los pesares, trata de reconducir su vida. Una vida sin hijo. Pero con padre, marido y un anhelo: vivir. Que la terrible ausencia de su hijo no la aparte de la vida. Es peluquera. Y vuelve a ejercer después unos años de inactividad. No se excusa en la mala suerte, como su marido, sino que quiere seguir viviendo. Porque vida solo hay una.                

    La Mariaje real, de la cual desconocemos su identidad, es quien contó su historia personal y familiar a un Aramburu que dio forma a una novela que por momentos emociona, conmociona y hasta inquieta. El autor hubo de llegar a una serie de acuerdos con ella. Básicamente, por mantener protegida su privacidad, la actual y también la pasada, pero también por no desvelar públicamente los secretos familiares del resto de los protagonistas de la historia. Incluido ese gran secreto aludido en el anterior párrafo. La omisión por parte del autor de una determinada cantidad de hechos reales y su sustitución por otros ficticios no resta en absoluto verosimilitud a la historia narrada. Simplemente enmascara datos, señales, evidencias que podrían ayudar a algún lector ocioso y/o morboso a investigar sobre las identidades de los diferentes personajes. Unos personajes que también sustituyen a las personas reales que vivieron en Ortuella en 1980.

    Fernando Aramburu ha escrito otra gran novela. Otro magnífico capítulo de su saga sobre Gentes vascas. Una novela en la que a partir de hechos devastadores y lacerantes sus protagonistas verán cambiar sus vidas para siempre. Y el autor nos muestra, con gran singularidad y originalidad, aspectos inesperados de cada uno de ellos. Nos los abre en canal de forma milimétrica gracias a su peculiar bisturí literario-psicológico para enseñarnos qué encierran sus cerebros devastados, cómo laten sus corazones heridos, cómo afrontan el drama familiar y personal y cuál será el destino de cada uno de ellos. Es obvio que la realidad siempre supera a la ficción. Pero cuando la ficción bebe directamente de la realidad el resultado puede ser igualmente veraz, desgarrador y dibujante de una obra de arte en forma de un extraordinario friso. Sobre todo si sale de la mente y de las manos de un genio literario de la talla de Aramburu, uno de los grandes de nuestra literatura junto a Landero, Vilas, Carrasco, Trueba o Del Árbol.     

        

martes, 14 de mayo de 2024

Baumgartner. Paul Auster. Seix Barral. 2024. Reseña

 




    Cuando en marzo de 2023 Siri Hustvedt anunció que su marido, Paul Auster, padecía cáncer el mundo de la literatura contuvo el aliento. A partir de ese momento, sobre todo debido a la falta de noticias sobre su estado de salud, nos temimos lo peor. Sin embargo, conociendo a Auster, sabíamos que su tenacidad le iba a hacer poder escribir como mínimo una obra más. Y así fue. Un año después del fatal anuncio, y solo unas pocas semanas antes de su fallecimiento, su editorial española de los últimos años, Seix Barral, publicó Baumgartner, su primera novela desde el tremendo éxito alcanzado con 4, 3, 2, 1 (2017). No sabíamos que tan solo un mes y unos pocos días después el autor de Newark (New Jersey), conocido también por obras como La trilogía de Nueva York (1985-6), El palacio de la luna (1989), El cuaderno rojo (1994), Brooklyn Follies (2006), Sunset Park (2010) o Diario de invierno (2012), nos dejaría huérfanos de su genio.

    Se ha dicho de esta obra que se trata del testamento literario de Auster. Me parece algo tan exagerado como injusto, además de falto de originalidad. Algo que queda muy bonito y rimbombante pero que no es cierto. Dicho testamento se esconde en cada página de cada una de sus obras, no solo en esta. Porque esta novela, su última novela, es fiel al estilo del conjunto de su obra: aparentemente sencillo pero que esconde en realidad una compleja arquitectura narrativa repleta de digresiones que parecen romper el hilo discursivo pero que completan información que más adelante será más importante de lo que parece, de una metaficción que esconde unas historias dentro de otras y de un cuestionamiento de la identidad que hace que el lector se devane los sesos pensando si la obra en cuestión habla de los personajes de la misma o si el autor está hablando en realidad de sí mismo. En cuanto a temática, también Baumgartner es fiel a la obra austeriana, que siempre trata sobre existencialismo, pérdida, amor, azar, soledad, etc.

    Seymour Tecumseh Baumgartner, personaje central que da título a la novela, es un septuagenario profesor de Filosofía que, nueve años después de perder a su esposa, Anna, el gran amor de su vida, sigue sumido en el dolor y la soledad. Está cerca de jubilarse y, mientras trabaja en un nuevo libro filosófico, repasa los numerosos manuscritos de su esposa, escritora y traductora, y trata de recordar los hechos vividos junto a ella. Aunque tras su muerte le rindió una especie de homenaje reuniendo sus ochenta y ocho mejores poemas en un único volumen bajo el título de Lexicón, con notable éxito de crítica y ventas, por cierto, ahora piensa en publicar los más de cien restantes. Vive una cadena perpetua de soledad y trata de no perder la memoria, sabedor de que el simple hecho de olvidar subirse la cremallera del pantalón después de ir a orinar es el comienzo del fin de un hombre. Algo que, por desgracia, a él ya le sucede con cierta frecuencia.

    La novela abarca aproximadamente un año y medio de la vida de Baumgartner. Unos dieciocho meses -desde abril de un año sin especificar hasta septiembre del año siguiente- que ocupan los cinco únicos y largos capítulos -unos más que otros- de la obra (261 páginas en total, las mismas que escribe el protagonista en su obra filosófica, Misterios de la rueda). La narración comienza con un ritmo endiablado y de forma casi cómica, contando una serie de catastróficas desdichas del protagonista, que empieza a perder memoria y reflejos. Poco a poco el ritmo va bajando e introduce los muchos y variados pensamientos del protagonista. Además, en diversos fragmentos se reviven momentos de su vida anterior. Con Anna y con sus familiares, tanto los de la rama Baumgartner como los de la rama Auster -sí, de nuevo, como tantas veces a lo largo de su carrera literaria, parece que el autor habla de sí mismo y de su familia-, que se remonta a la Ucrania del siglo anterior. 

    La pérdida, la desposesión y la identidad, temas recurrentes en la obra de Auster se ponen de manifiesto también en Baumgartner. Por ejemplo, en este párrafo en el que se nos habla de Ivano-Frankivsk, la ciudad de origen del abuelo materno del protagonista: una ciudad polaca se había convertido en en una ciudad de los Habsburgo, una ciudad de los Habsburgo se convirtió en una ciudad austrohúngara, una ciudad austrohúngara pasó a ser rusa durante los dos primeros años de la Primera Guerra Mundial, luego austrohúngara, después ucraniana durante un breve espacio de tiempo al término de la guerra, luego polaca, después soviética (de septiembre de 1939 a julio de 1941), luego fue una localidad controlada por los alemanes (hasta julio de 1944), después por los soviéticos y ahora, a raíz del derrumbe de la Unión Soviética en 1991, es una ciudad ucraniana. Con tantas idas y venidas, como para no cuestionarse uno la identidad.

    Una identidad que a veces solo puede reconstruirse a base de recuerdos personales. Y cuando estos se acompañan de los recuerdos de tu compañera de vida la composición de lugar se hace más evidente si cabe. Así le ocurre al protagonista mientras relee los escritos de Anna, en los que su mujer narra los comienzos de la relación, el matrimonio y diversos fragmentos de una vida en común que el destino -o más bien el azar, si hablamos con más propiedad del estilo austeriano- quiso que no tuviera descendencia en forma de hijos. Un azar que, como resaltó más notablemente el propio Auster en 4, 3, 2, 1, determina la vida de las personas. Como la de la propia Anna, cuyo primer amor, Frankie Boyle, murió en la guerra. Y, como consecuencia de ello, también determinó la vida de Baumgartner, cuya existencia en este mundo no habría sido la misma si Anna no hubiera sido su mujer sino la de Frankie. Ni que decir cabe que todas estas cuestiones dan para que el lector piense, y mucho, sobre la vida.

    Dos mujeres más tienen cabida en las páginas de la novela póstuma de Auster. Por un lado, Judith, una mujer con la que el protagonista mantiene una relación. El narrador habla de las semejanzas y diferencias entre esta y Anna, así como del tipo de relación existente entre ella y Baumgartner, quien, pese al duelo, el dolor y el amor que todavía siente hacia Anna, busca seguir adelante sin renunciar a la libertad y al amor. Con muchas dudas, sí. Pero también sin miedo. Porque vivir con miedo a perder es negarse a vivir. Y es que la pérdida no debe atarnos a la depresión. La otra mujer importante en la vida presente del protagonista es Beatrix Coen, una joven estudiante que contacta con él para realizar su tesis doctoral sobre la obra, conocida y no conocida, de Anna. Baumgartner y ella planean una estancia de la joven en casa del anciano para que esta pueda leer los manuscritos de su mujer, lo que ilusiona sobremanera a un Baumgartner que, por fin, piensa hacer todo lo posible para que la obra de su esposa sea conocida y divulgada.

    Baumgartner no es, como ha quedado dicho más arriba, ningún testamento literario. Es, más bien, un canto a la reflexión, a la pérdida, al amor, al azar, a la memoria, a las ganas de seguir viviendo. Reflexiona sobre el significado del amor en cada etapa de la vida de las personas y sobre cómo estas afrontan el duelo, la pérdida y el transcurrir del tiempo. Un tiempo que no volverá jamás y que, lejos de abrumarnos y desanimarnos, debe alumbrar en nosotros el deseo de vivir con todas las ganas. Todo ello, narrado por uno de los mayores escritores contemporáneos, a la edad de 77 años y conocedor de que su tiempo se acabará pronto, constituye un testamento no literario sino absolutamente vital. Testamento vital que haríamos muy bien en incorporar a nuestra razón de ser en esta tierra. Servidor no puede dejar de admirar a quienes, sabiendo que su tiempo se acaba, en lugar de desesperarse buscan dejar un legado, una despedida, un agradecimiento final en forma de novela, disco, película, etc. Bravo por Leonard Cohen, por David Bowie, por Freddie Mercury y por Paul Auster (a pesar de ese final abierto a interpretaciones que deja al lector más noqueado si cabe).         

    

martes, 30 de abril de 2024

Nadie lo conoce. Mari Jungstedt. Maeva. 2010. Reseña

 




    Mari Jungstedt (Estocolmo, 1962) es una de las escritoras más populares de novela negra nórdica. Entre sus obras destacan las quince novelas --hasta hoy-- que componen la denominada serie Gotland. Todas ellas se desarrollan en la isla de Gotland, de cuyas playas de arena se enamoró la autora desde la primera vez que la visitó, a los nueve años de edad. La propia Jungstedt asegura que se trata de un lugar idílico, casi paradisíaco, apartado, hermético, cerrado, casi inhóspito durante la mayor parte del año. Un ambiente que, inspirador, ventoso, llano y con múltiples zonas boscosas, resulta ideal para escribir novela negra. Y con una Historia muy interesante, pues la isla fue un importante enclave vikingo entre Rusia y el resto del continente europeo, además de contar con casi un centenar de iglesias, numerosos sitios arqueológicos y varias ciudades medievales amuralladas como Visby. En definitiva, una ambientación ideal para albergar una serie de novelas.

    A través de cada una de las novelas se recorren las vidas de sus protagonistas principales. Así pues, aunque lo recomendable es ir leyéndolas por orden cronológico, también se pueden leer de forma alternativa sin que por ello sea más difícil seguir cada una de las tramas presentadas, pues estas son diferentes en cada una de ellas, Yo, por ejemplo, he comenzado la lectura directamente por esta tercera entrega, y he podido seguir perfectamente las vicisitudes de las vidas del comisario Anders Knutas, el periodista Johan Berg y el resto de personajes. Esto es así porque la historia aparece salpicada de pequeños flashbacks de lo ocurrido con anterioridad, lo que refresca la memoria de quienes han leído las historias precedentes y sitúa en contexto a quienes no lo han hecho. Un gran mérito de la autora, por cierto. Nadie lo conoce (2010) fue, como ya he indicado, la tercera de las historias que componen la serie Gotland. Y en las siguientes líneas paso a reseñarla.

    Nadie lo conoce es la historia de una suma de robos en yacimientos arqueológicos, decapitaciones de caballos, extraños rituales que parecen invocar a las antiguas divinidades del lugar y, sobre todo, asesinatos en serie que amenazan las tranquilas vacaciones de los turistas de Gotland. Unos turistas que solo aparecen por la isla con el buen tiempo, puesto que durante la mayor parte del año se trata de un lugar frío, ventoso y desapacible. Una historia de intriga, celos, desapariciones y violencia que va aumentando la velocidad de sus acontecimientos y su tensión hasta un clímax final de aquellos que dejan al lector en vilo durante una noche entera. Un lector que asiste a los hechos sin poder dejar el libro aunque tenga que madrugar a la mañana siguiente. Como mandan los cánones de una buena novela negra bien tramada, escrita y presentada en una atmósfera turbia y nebulosa acompañada de una sensación opresiva que hace intuir que habrá más muertes y más misterios en las siguientes páginas. 

    La historia comienza con el descubrimiento de un caballo decapitado, con el hecho añadido de la macabra desaparición de su cabeza. ¿Quién haría algo así? ¿Por qué? Cuando el comisario Anders Knutas y el periodista Johan Berg intentan responder a estas preguntas, la alegre y turística Gotland se sobresalta con la desaparición y posterior muerte de Martina Flochten, una joven y entusiasta arqueóloga que participaba, junto a otros jóvenes de medio mundo, en una excavación de un antiguo yacimiento arqueológico vikingo. Su cuerpo, encontrado colgado de un árbol, presenta, además, mutilaciones y marcas rituales que hacen pensar a los investigadores que alguien está convocando a las antiguas divinidades de Gotland. A todo ello cabe añadir otro misterio más: la joven parecía estar teniendo una relación sentimental con alguien de la isla. Un hombre cuya identidad nadie conoce. El comisario, por un lado, y el periodista, por otro, comienzan a investigar los hechos.

    La novela presenta las investigaciones de los dos protagonistas de la historia. Son paralelas, pero obviamente por separado. Y, como suele ocurrir, el periodista lo tendrá mucho más complicado que el policía, puesto que desde el cuerpo policial tratan de mantener bajo secreto los detalles más escabrosos de los asesinatos. Por no entorpecer los avances de la investigación y por no alarmar más si cabe a la población de la isla. Así las cosas, Berg ha de buscar vías alternativas para desentrañar los misterios de la intriga. Ayudado por su situación sentimental, pues está iniciando una relación con una enfermera local, está más animado que nunca. Ha pasado de ser un hombre solitario a apostar por una mujer que no se quita de la cabeza y con quien desea vivir el resto de su vida. Más todavía cuando esta le anuncia que está embarazada. De esta forma, incluso adelanta en sus pesquisas a un Knutas que está tocado tras su último caso --el de la anterior novela de la saga-- y que solo ansía poder tomarse unas vacaciones.

    Según avanzan las pesquisas del comisario el director de las excavaciones, el profesor de arqueología Staffan Mellgren, conocido por su círculo por despertar los celos de su esposa manteniendo relaciones extramatrimoniales con algunas de sus alumnas, parece ser el hombre con el que Martina tenía una relación secreta en el momento de su desaparición y posterior asesinato. Knutas cree haber resuelto el crimen a la primera, pero todo salta por los aires cuando Mellgren recibe la cabeza de otro caballo decapitado en lo que se antoja como una amenaza. Una amenaza que se cumple cuando el profesor y jefe de las excavaciones aparece asesinado mediante el mismo método que su alumna. Un viejo ritual vikingo denominado la triple muerte, consistente en la defunción de la persona en cuestión a causa del ahogamiento, el desangramiento y la asfixia. No solo el caso no se resuelve, sino que se complica aún más. Sobre todo porque todo hace prever más asesinatos todavía.

    Paralelamente a los asesinatos, el periodista investiga también una serie de robos de los almacenes de los yacimientos arqueológicos de la isla. Mientras que la universidad no otorga gran importancia al hecho de estas sustracciones y la policía parece no avanzar en sus indagaciones respecto a este tema, más que nada por falta de interés verdadero en él, el periodista va descubriendo que la cuestión es mucho más honda, oscura y seria de lo que en un principio pudiera parecer. Alguien parece estar enriqueciéndose vendiendo a precios desorbitados en el mercado negro todo tipo de objetos de la época del asentamiento vikingo en Gotland. Berg ve cómo su curiosidad y su incredulidad crecen mientras va adelantando en su proceso de indagación. Una indagación que lo llevará a enfrentarse a unos peligros que tampoco podía prever. Ambas investigaciones, la de los asesinatos en serie y la de los robos de joyas arqueológicas, acabarán confluyendo en un punto avanzado de la trama de la novela.

    En Nadie lo conoce Mari Jungstedt aúna en una misma historia viejos rituales vikingos, asesinatos en serie, la Historia de la isla de Gotland, los métodos arqueológicos, el robo y contrabando de objetos y joyas, las vidas personales de sus protagonistas y los efectos que una infancia familiar destructiva --la del asesino-- pueden tener --y tienen-- en esos futuros adultos inadaptados que tan peligrosos pueden resultar para sus vecinos y vecinas. En definitiva, un cóctel molotov que, agitado con la maestría de Jungstedt, desencadena una historia que atrapa a un lector que no puede dejar de leer hasta llegar a la resolución de la novela. Una novela de una saga ya muy larga que conviene ir descubriendo poco a poco en el futuro. Será un placer leer más vicisitudes de las vidas de Anders Knutas y Johan Berg.                               

  

martes, 9 de abril de 2024

Soldados de Salamina. Javier Cercas. Tusquets. 2001. Reseña

 




    Una década después de sus novelas de debut --El móvil y El inquilino-- Javier Cercas reemprendió su carrera como escritor con Soldados de Salamina (2001), una obra que cuenta varias historias y desde diferentes puntos de vista. Una novela sobre dos historias reales que tienen que ver con un escritor-político falangista y con un soldado republicano durante el período final de la Guerra Civil Española, aunque en el caso del soldado republicano su historia continúa durante toda la Segunda Guerra Mundial, concretamente hasta la liberación de París. Un trabajo que bebe directamente de otros dos escritores, Sánchez Ferlosio y Roberto Bolaño, quienes hablan a Cercas de Sánchez Mazas y Antonio Miralles, los grandes protagonistas de la novela. Una novela que nace siete años antes de su finalización y posterior publicación. Y es que en 1994 el escritor Sánchez Ferlosio le dio a conocer a Cercas la historia de su padre, Sánchez Mazas. Una historia deslumbrante cuyo punto central es su fusilamiento en el santuario del Collell (Girona) en 1939.

    Un fusilamiento del que sobrevivió de forma milagrosa, aunque existen dos versiones diferentes de los hechos: la primera, contada por el propio Sánchez Mazas durante el resto de su vida, habla de que las balas lo rozaron y se hizo el muerto antes de poder escapar con vida del lugar; la otra, recogida de otros supuestos testigos de los hechos, hablan de su huida a plena carrera aprovechando la confusión creada por el hecho de que los fusilados eran un gran número. Esclarecer la verdad obsesiona a Cercas desde el principio. Y comienza a investigar los sucesos para tratar de dar con la realidad. Y, ya puestos a obsesionarse, los dos relatos hablan de una persecución por los alrededores del Collell. Y de que un soldado republicano encuentra a Sánchez Mazas, lo mira, y decide dejarlo marchar sin delatarlo ni ejecutarlo allí mismo. ¿Quién fue ese soldado republicano que dejó con vida al falangista --e ideólogo-- más antiguo de España, coautor del Cara al sol? La cuestión inquieta a Cercas, quien durante años investiga sobre los hechos.

    Durante las dos primeras partes del libro, Los amigos del bosque y Soldados de Salamina, Cercas nos acerca la figura del ideólogo de la Falange y estrecho colaborador de José Antonio Primo de Rivera, su particular historia --antes, durante y después de la Guerra Civil Española-- y esos días anteriores y posteriores a su fusilamiento en el Collell. Los amigos del bosque son tres soldados republicanos --los hermanos Pedro y Joaquim Figueres y Daniel Angelats-- que han desertado y se esconden por los alrededores del santuario mientras esperan la llegada de los nacionales. Se encuentran con un Sánchez Mazas desarmado e indefenso, uno de ellos lo reconoce, y acuerdan protegerlo a cambio de que después él los ayude a ellos una vez llegue el ejército nacional a la zona. Y así fue. Durante un buen número de páginas, Cercas confronta las diferentes versiones de los protagonistas, buscando llegar a la realidad. Una realidad que por momentos se le escapa entre los dedos de las manos, como si se tratara de agua o arena.

    La novela muestra todos los vaivenes de la investigación llevada a cabo por Cercas. Sus momentos de euforia, cuando consigue logros que hacen avanzar esa búsqueda en pos de la verdad, y otros en los que el autor llega a abandonar la investigación al verse en callejones sin salida. En ese sentido, los métodos de búsqueda de documentos, objetos, identidades, testimonios escritos y de testigos presenciales, muertos o incluso vivos, nos muestran la enorme complejidad del proceso de investigación. Un proceso en el que cuentan las destrezas. casi detectivescas del autor, y también la suerte. Si, porque, sin suerte --hay que buscarla, pero no siempre se encuentra--, a veces no vale para nada la tenacidad. Y son dos conversaciones aparentemente normales --con Ferlosio y Bolaño-- las que ponen a Cercas en el buen camino hacia el conocimiento de la historia real. Una historia real que el autor debe desenterrar, como si de un arqueólogo se tratara, de entre tantas versiones contradictorias y poco esclarecedoras.

    Una de las cosas que más cautivan de la figura de Rafael Sánchez Mazas es cómo su actitud va virando desde la euforia inicial hasta la decepción final. Reconoce el propio protagonista que hizo todo lo que estuvo en su mano para generar la mayor cantidad de crispación en la España de su época. Perdido el país electoralmente, solo cabía la guerra como medio para recuperarlo. Se esforzó y ocupó de ello con todas sus fuerzas. Incluso luchó en la guerra. Y, cuando todo parecía ganado y a la vez perdido, un golpe de suerte le salvó la vida a escasos días de finalizar la guerra. Después de ayudar a aquellos amigos del bosque a los que jamás olvidaría pero a los que nunca más vio en persona, Franco lo hizo incluso ministro. Y, cuando todo parecía ganado, tuvo que asistir al hecho de que la España que él soñó estaba cada vez más alejada de la España que estaba creando Franco. Así, hastiado y deprimido, decidió aislarse del mundo y vivir los años que le quedaban de vida alejado del régimen que había ayudado a crear. Una historia escalofriante.  

    La tercera y última parte de la novela, Cita en Stockton, aborda las conversaciones entre el autor y el escritor chileno Roberto Bolaño; la investigación de Cercas sobre la figura de Antonio Miralles, un soldado republicano que, una vez acabada la contienda nacional, luchó contra el fascismo y el nazismo en Europa y el norte de África hasta la liberación de París y la victoria final; y la búsqueda del soldado por parte del autor. Un autor que sabe que a su novela le falta una pieza importante: conocer a quien perdonó la vida al falangista y, sobre todo, los motivos que lo llevaron a ello. La fe, la cabezonería, la suerte y el saber hacer de Cercas lo llevan, una vez más, por el buen camino en ese obsesivo intento de alcanzar la verdad. Una verdad que a veces hay que inventar. O no. Una verdad que no solo puede salvar a un huido --en este caso, Sánchez Mazas--, sino que también puede salvar la carrera literaria de un escritor --léase Javier Cercas--. Y es que, aunque no sabemos al ciento por ciento quién salvó al falangista, sí sabemos que Miralles salvó al Cercas escritor. Un Cercas que ya había tirado la toalla en lo literario.

    En lo que concierne a Antonio Miralles, su historia no es demasiado diferente a la de Sánchez Mazas. El soldado luchó contra la injusticia, tanto a nivel nacional como europeo. Arriesgó su vida en innumerables ocasiones contra un fascismo que se hizo con España y amenazaba con hacer sucumbir a toda Europa. Pasó por situaciones difíciles de narrar con el propósito de salvar a su patria y a su continente de las garras de la opresión. Y, sin embargo, jamás recibió un solo agradecimiento. Ni en España ni en Francia. Desencantado, deprimido y hasta cabreado --como Sánchez Mazas--, se quedó a vivir en un pueblecito cercano a Dijon, no volviendo a España más que en períodos vacacionales. Unas vacaciones que pasaba en un camping llamado Estrella de Mar, en Castelldefels. Un camping en el que trabajó, ¿casualidades del destino?, un joven escritor chileno que debía ganarse la vida como podía hasta que llegara el momento de ganársela con la literatura. Un escritor llamado, cómo no, Roberto Bolaño.

    Soldados de Salamina --un título ambiguo pero muy significativo desde variados puntos de vista-- relanzó la carrera literaria de Javier Cercas. Un Javier Cercas que recibió, además, la inestimable ayuda del genial cineasta, guionista y escritor David Trueba, quien en 2002, solo un año después de publicarse la novela, la llevó a la gran pantalla. Una adaptación que, aunque con algunos cambios argumentales, resultó muy emotiva, algo que hizo más popular si cabe a la novela. Una novela que también puede calificarse como histórica, pues narra unos mismos hechos históricos desde diferentes puntos de vista. Porque la Historia no se puede conocer fehacientemente desde un único punto de vista. Es necesario ver las dos caras de una misma moneda para hacerse una buena composición de lugar. Y esta novela es un buen ejemplo de ello.     

  

domingo, 24 de marzo de 2024

Vita brevis. Jostein Gaarder. Siruela. 2022. Reseña

 




    En 1996, seis años después del notable éxito de su obra El mundo de Sofía, ya reseñada en este mismo blog hace unos años, el profesor de filosofía y escritor noruego Jostein Gaarder trazó una especie de crítica de las célebres Confesiones de San Agustín de Hipona, considerado el padre de la Iglesia y uno de los grandes filósofos cristianos, desde los puntos de vista humano y femenino. No en vano, dicha crítica se fundamenta en una supuesta carta dirigida al doctor de la Iglesia por parte de Floria Emilia, la madre de Adeodato, hijo en común fruto de una relación pasional adolescente entre ambos. La carta, a la que el autor, en un recurso literario de verosimilitud, denomina Codex Floriae, encontrado por el autor en una librería de viejo de Buenos Aires, no existe en realidad. Sin embargo, sí está absolutamente comprobada la relación entre el santo y una mujer, la cual, en efecto, le dio un hijo que falleció durante su adolescencia. Un hijo que le fue arrebatado a su madre, de quien nada más se supo.

    Así pues, mezclando realidad --la relación de San Agustín con una mujer desconocida, de la cual nació Adeodato-- y ficción --la carta de dicha mujer, a la que Gaarder da el nombre de Floria--, el autor noruego novela, de forma epistolar, una severa crítica tanto de la figura del santo como de sus teorías ascético-cristianas. Una manera original y necesaria de dar voz a una mujer anónima que debió sufrir sobremanera durante toda su vida. Apartada para siempre de su amor y del hijo nacido de él, y habiendo de conocer las renuncias del después santo hacia su vida pasada, que considera pecaminosa, concupiscente y apartada del recto camino que debe seguir un cristiano que ansía salvar su alma para la inmortalidad. Además, el recurso literario utilizado por Gaarder se completa con el hecho de que el propio santo trata de convencer a su amante de juventud para que se convierta al cristianismo, por lo cual le envía una copia de sus Confesiones. Confesiones que ella critica con dureza en su carta de vuelta al obispo.

    La novela, titulada en lengua latina --la que debieron utilizar los protagonistas de la historia-- Vita brevis --la vida es breve--, es, por tanto, una ficción literario-filosófica que revela los desacuerdos y el descontento de la mujer por el hecho de haber sido abandonada, arrebatado su hijo además, debido al ascetismo del filósofo y sus nuevas creencias cristianas, de las que critica su visión centrada más en la vida después de la muerte que en la vida presente. Una vida que, como el título indica, es breve. A pesar de que la carta es falsa, muchos la dieron por real sin ningún tipo de fundamento, por lo que la obra sembró polémica entre los fieles de la Iglesia. Dicha polémica hizo famoso al libro. Y de forma injusta. Porque para ello debería haber bastado con el original estilo narrativo del autor, sus análisis espirituales y humanos y la magistral forma en que nos muestra el enfrentamiento entre las filosofías del denominado carpe diem --vive el presente, aprovecha el tiempo--, ejemplarizadas por Floria Emilia, y las neoplatónicas y las ascéticas, representadas por San Agustín.

    Gaarder no solo nos muestra en la novela los enfrentamientos filosóficos carpe diem versus ascetismo y las disputas de género hombre versus mujer --sí, la obra puede considerarse también feminista--, sino que aparece, además, la rivalidad suegra versus nuera. Y es que Santa Mónica, madre de San Agustín y abuela de Adeodato, tampoco sale muy bien parada en este texto. Y es que Floria Emilia habla constantemente de los intentos de su suegra por interponerse en la relación que mantuvo durante doce años con el futuro santo. Hasta el punto de robarle el hijo nacido de esa relación y conseguir finalmente que su hijo la abandonase para comprometerse con una mujer de mayores recursos y mejor familia. Compromiso que tampoco llegó a plasmarse en matrimonio debido al abandono de las pasiones mundanas por parte de su hijo, convertido a un cristianismo asceta que deja de disfrutar los placeres de la vida para centrarse en tratar de salvar el alma de cara a la otra vida, la eterna.

    También la historia de amor entre Floria y Aurelio --primer nombre del santo, con el cual se dirige a él su amante de juventud-- ocupa buena aparte del relato de la novela epistolar. Un amor adolescente, de esos que creemos eternos, para siempre, para toda la vida. Esos que a uno lo deprimen hondamente cuando la persona amada está a más de cinco metros, fuera del alcance de nuestras caricias, de nuestros besos, de nuestros deseos y placeres sexuales. Esos cuyas promesas muy a menudo se acaba llevando el viento. O el ascetismo cristiano, en este caso. Un amor que llega a imponerse durante muchos momentos a las constantes intromisiones de Santa Mónica, quien nunca estuvo a favor de una relación que la privaba de la exclusividad del cariño de su hijo. En efecto, de las palabras de Floria se desprende que la relación materno filial era muy estrecha. Por momentos, incluso demasiado estrecha. Tanto que se llega a hablar de complejo de Edipo y de complejo de Agripina. Una relación, en suma, insana.

    Floria se muestra durante sus escritos todavía enamorada de Aurelio. Pero también despechada, herida y furiosa. Es una mujer ya instruida, leída, sabia que conoce a los escritores y filósofos del pasado y de la actualidad del siglo V. Rechaza la huida hacia la vida eterna de su amado pero, sobre todo, el hecho de que este hable de la época de su relación como un período pecaminoso, concupiscente y negativo. No entiende que piense que el amor que sentía por ella fuera un obstáculo para poder amar también a Dios. Quiere convencerlo de que el tiempo pasado juntos no fue algo malo o negativo. De que ambos amores son completamente compatibles. De hecho, el punto crucial de la novela, que tan bien refleja su autor, es si el amor que una persona siente por otra es un límite o impedimento para amar a Dios o si, por contra --ya que se afirma que Dios es amor--, uno alimenta más si cabe al otro. Floria está convencida de que su amado se contradice y trata de convencerlo de ello. Lo analiza, lo rebate y lo zarandea por los hombros para hacerlo reaccionar.

    Como ya hiciera con El mundo de Sofía cinco años antes, Jostein Gaarder nos acerca con Vita brevis una gran cantidad de aspectos de la filosofía. Y lo hace de una manera amena y mucho más fácil de entender que los manuales al uso. Como ya escribí en su momento en la reseña de su obra magna, si la filosofía fuera explicada en las aulas de esta manera viviríamos en una sociedad mucho mejor. Un mundo en el que la filosofía dejaría de ser un suplicio para los alumnos y algo prescindible para los ciudadanos y pasaría a ser algo apasionante que los convertiría en seres mucho más analíticos, reflexivos, morales, cívicos, éticos, etc. En definitiva, en mejores personas. Sin duda, vale la pena leer a Gaarder. Prácticamente en cada página nos deja reflexiones para calentarnos la cabeza, analizar las cosas y no dar nada por hecho ni sentado. Vita brevis es un claro ejemplo de ello. Una obra de la cual, para finalizar esta reseña, me gustaría resaltar estas palabras que le dirige Floria a San Agustín:

    La vida es corta, y sabemos demasiado poco. Pero si fue voluntad tuya que tus confesiones me fueran dadas en Cartago, para que las leyera, la respuesta es no. No me dejo bautizar, señor obispo. No es a Dios a quien temo. Tengo la sensación de que ya vivo en él, y ¿no es él, también, quien me creó? No es tampoco el nazareno quien me retiene, probablemente era en verdad un hombre de Dios. ¿Y no era justo con las mujeres? Son los teólogos a quienes temo. Que el Dios de los nazarenos os perdone per toda la ternura y todo el amor que habéis condenado

    Pues eso, que las dos cosas --amar a Dios y procurarse la vida eterna y disfrutar de nuestro breve presente en este mundo-- son perfectamente compatibles. Y quien no lo quiera ver, que no lo vea.                             

   

jueves, 14 de marzo de 2024

La última función. Luis Landero. Tusquets. 2024. Reseña

 




    Cuentan los relatores --en plural, pues son algunos vecinos del pueblo en el que se desarrolla la historia-- de La última función, la nueva novela de Luis Landero, que igual que Tito --el protagonista masculino de la historia-- se entregó al mandato paterno de estudiar Derecho sin discusiones ni protestas, lo mismo le pasó a Paula --la protagonista femenina-- con el matrimonio y con el proyecto empresarial --de su esposo--. Los dos sabían que actuaban contra sus impulsos y deseos, y que ese camino podía conducir a la desdicha, pero lo aceptaron como un deber insoslayable, uno por su condición de hijo y la otra por su condición de esposa y madre. Y de eso trata la novela: de los sueños rotos por atenerse a los dictados ajenos y no a los deseos propios. Tito y Paula, sin duda, sienten que han desperdiciado sus vidas por vivir las de otros. Lo llevan lo mejor que pueden, cómo no, qué remedio les queda, pero se preguntan qué habría sido de ellos en caso de haber seguido los caminos que les marcaban sus corazones. 

    Otros temas que trata la nueva novela del escritor extremeño son las segundas oportunidades, el mundo del teatro y el espectáculo, el amor que por él siente muchísima gente --la mayoría de ella, de forma altruista y muy modesta-- y la España vaciada. No en vano, la historia se desarrolla durante los primeros meses de 1994 en San Albín, o solo Montealbín, que de las dos formas se le puede llamar a este lugar, o más bien se le llamaba, porque hace ya tiempo que está abandonado de Dios y de los hombres, como tantos otros de por aquí, de estas tierras pobres de la periferia de Madrid, lindantes ya con Guadalajara y con Segovia, y que tuvieron, aunque cueste creerlo, sus tiempos de esplendor. Y el último, y sin duda el más grande, de esos esplendores, sobrevino precisamente durante esos meses, y con aquella magnífica, deslumbrante explosión, y después de tantos siglos de historia, se extinguió definitivamente este lugar. 

    Tito es un actor vocacional de los de toda la vida que debe renunciar a su sueño porque su padre se empeña en que estudie Derecho para que trabaje con él en su gestoría. Durante años trabaja con su padre. Hasta que este fallece y el negocio pasa a ser de su propiedad. Entonces, fuera de las horas de trabajo, se dedica a montar pequeñas obras de teatro por distintas salas de la capital. Obras de poco presupuesto que, aunque a menudo alcanzan cierto éxito, no le permiten dar el salto a tratar de vivir de ellas y no de la gestoría. Y así, después de 35 años, regresa a su pueblo natal. Todos en San Albín recuerdan a aquel niño prodigio que debería haber triunfado en España y en el mundo entero. Pero allí, donde nunca ocurría nada excepcional o memorable, es una leyenda. Y los vecinos no tardan en pedirle una función que lleve turismo al pueblo. Un pueblo que lucha por no quedar despoblado, abandonado y olvidado para siempre.

    Paula, antes de dormirse y pasarse de estación en el último tren del día, piensa en una juventud arruinada, un matrimonio absurdo, un trabajo odioso, un futuro por delante consabido y vulgar, y la culpa y la rabia contra sí misma por haber desperdiciado su vida sin llegar apenas a vivirla. Lleva una vida aburrida, piensa en abandonar a su marido y querría vivir aventuras. Y se le presenta una, de sopetón, cuando despierta, no reconoce el decorado que ve a través de las ventanas y se baja del tren en la primera estación porque se ha pasado su parada. Encuentra a un único hombre en el andén. De pocas palabras, le pregunta si es Claudia --sin duda, la ha confundido con otra--, la agarra del brazo, la sube a su moto y arranca camino de un pueblo desconocido. Tito ha llamado a una antigua compañera, una actriz llamada Claudia, para que lo ayude en su obra. Claudia no acude, pero la aparición de Paula, aunque sea por error, revoluciona San Albín. Y ella se deja llevar. Por fin va a vivir una aventura.

    Aunque hace tiempo que no ve a Claudia, Tito sabe que no es la mujer que acaba de llegar al pueblo. Sin embargo, sabedor de que su antigua amiga no ha acudido, convence a Paula para que haga de actriz principal en la obra. Y la ayuda a preparar su papel. Ella, por su parte, prefiere eso a los madrugones diarios, las jornadas agotadoras, las más de cuatro horas entre tren y metro y la culpa y la rabia ya referidas más arriba. Se entrega a la tarea de ser actriz como si lo fuera en realidad y no desfallece en su nuevo papel en el mundo. Además, todo el pueblo se vuelca con ella. Y, por primera vez en mucho tiempo, se siente querida, admirada, respetada y bien tratada. Por si fuera poca cosa vivir por fin una aventura excitante y sentirse bien consigo misma, se ve en la situación de poder corresponder el afecto de todo el pueblo participando de forma muy activa en el intento de atraer a esos turistas cuyo dinero podría salvarlo ante el éxodo a las ciudades.

    La mayor parte de la vida de Tito ha transcurrido en Madrid. Su familia se trasladó allí cuando él era un niño ya conocido por todo el pueblo. Los relatores de la historia cuentan su adolescencia, sus estudios, sus trabajos en la gestoría familiar y sus pinitos en escenarios de poca monta de la capital. Escribe los guiones, hace los montajes e interpreta los papeles principales. Y en la mayoría de las ocasiones no cuenta más que con la ayuda de su incomparable voz y de sus inseparables compañeros de andanzas teatrales: Rufete, un electricista del barrio que ansiaba trabajar como luminotécnico en el cine, en la televisión o en el teatro, y Galindo, un profesor de instituto de latín y griego que era medio músico y repartía sus afanes entre la flauta y la guitarra clásica y flamenca. Juntos, los tres forman un equipo entusiasta y muy bien avenido que monta todo tipo de obras y va cosechando pequeños grandes éxitos por toda la capital. Éxitos, sin embargo, insuficientes a la hora de hacerse un hueco y un nombre.

    La última función es la historia de quien quiere pero no puede. De quien da todo lo que lleva dentro pero no consigue más que pequeñas victorias que hacen estériles los esfuerzos por alcanzar una meta mucho más amplia. De quien, pese a ello, atesora una dignidad y una honestidad a prueba de bombas. Porque solo fracasa quien abandona, nunca el que lo intenta con todas sus fuerzas. Por eso, para Tito y sus acompañantes, para Paula y para los ciudadanos de San Albín, esa función se convierte en la gran y última oportunidad de conseguir sus propósitos. A saber: en el caso de Tito, Rufete y Galindo, triunfar en la escena teatral; en el de Paula, vivir una aventura que la lleve a iniciar una nueva vida mucho más satisfactoria; y en el caso de los ciudadanos del pueblo, conseguir que su querido pueblo no caiga en el olvido. La unión de todos ellos hará la fuerza. Sin embargo, algunos conseguirán sus propósitos mientras que otros no. Porque así es la vida.

    La historia de esta novela es así de sencilla y complicada a la vez. Puede que haya un buen puñado de historias más atractivas o llamativas que las que nos cuenta Landero en sus obras. Pero, sin duda alguna, la gran fortaleza del escritor extremeño es cómo nos las cuenta, cómo nos las narra, cómo nos las analiza. Porque es ese estilo landerista o landeriano el que lo ha ido convirtiendo en uno de los grandes escritores españoles y europeos de los últimos años. Un escritor en mayúsculas que, apartado de los focos mediáticos, demuestra conocer al dedillo no solo el alma humana sino las mejores formas de hacer literatura. De ahora y de siempre. Y, para muestra, este párrafo magistral: 

    Quinito Maya también tenía alma de artista. Nosotros lo conocimos bien. Quería ser escritor, pero aún no sabía qué escribir. De momento, solo tenía un afán: pulir el estilo; luego, ya buscaría las historias, temas o ideas de los que tratar. Pero esa elección la haría cuando tuviese ya su propio estilo. Es más, el mismo estilo le revelaría qué camino tomar. De momento, dudaba entre los muchos o pocos adjetivos, entre las frases largas o cortas, entre escribir al modo racional y diáfano de Ortega, por ejemplo, o al borrascoso y turbio de Unamuno. ¿Qué era mejor, y qué le vendría mejor a él, contar extenso y por menudo como Galdós o Tolstoi, o breve y por encima como Chéjov o Hemingway? ¿Desatar la fantasía al modo de Poe o de Borges, o atenerse a los rigores de la cercana realidad como Delibes o Baroja? ¿Retorcer y encoger el lenguaje como Quevedo o allanarlo y dilatarlo como hacía Cervantes? Porque era muy lector, y tenía muchos modelos y todos le parecían bien. En realidad, le hubiese gustado escribir como todos ellos a la vez, y ser a un tiempo turbulento, sereno, opaco, transparente, torrencial y lacónico, culto y popular, leve y denso, severo y burlón...