LIBROS

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lunes, 30 de septiembre de 2024

Los incomprendidos. Pedro Simón. Espasa. 2022. Reseña


 



    Tras el enorme éxito alcanzado un año atrás con Los ingratos, Premio Primavera de Novela 2021, el escritor y periodista madrileño Pedro Simón publicó su tercera novela, Los incomprendidos, a finales de 2022. Como en su predecesora, el autor nos narra una historia que llega y emociona al lector. Porque, como reconoce Javier, uno de los personajes y narradores de esta novela -junto a su hija Inés y su hermana Clara, que aparece como narradora epilogar-, las mejores historias no son las que hablan de los otros en sitios lejanos, sino las que hablan de ti. Aquí mismo. Ahora. Y hacen que se te iluminen los ojos y quieras conocer el final. Y no le falta razón. Porque las historias cercanas y corrientes, las que les pueden ocurrir a cualquiera de nosotros, suelen resultar a menudo las más atractivas. Aunque solo sea por ofrecer una mayor verosimilitud y, por tanto, también una mayor posibilidad de repetirse en nuestras propias carnes.   

    De los catorce capítulos que componen la novela, Javier, el padre, nos narra siete. Por su parte, Inés, la hija, narra seis de los restantes, quedando el epílogo para Clara, hermana de Javier y tía de Inés. Las mochilas que todos llevamos a cuestas, la culpa con la que cargamos, la incomprensión que sentimos más a menudo de lo deseado, la incomunicación, la soledad y la falta de diálogo dentro del núcleo familiar y los silencios más incómodos que existen en todos los hogares son los pilares de la historia de esta familia. Una familia que debe sobrevivir a un drama conocido desde el inicio, la muerte del hijo menor, Roberto, y a otros desconocidos en un principio pero que se irán presentando ante nuestros ojos de manera que al final los huecos de esta historia se van rellenando y permiten al lector recomponer el puzzle familiar de forma progresiva, hasta que la última de sus piezas encaja y todo cobra sentido. 

    A veces, cuando voy por la calle y veo a un adolescente hacerle un gesto airado a su madre, o cuando observo en el autobús cómo un padre trata de conversar con su hija y esa hija calla, me pregunto quiénes son en realidad los incomprendidos, narra Javier en la parte final de la novela. Somos esa generación errática que entonces dejaba el mejor sitio de la mesa para el padre y que ahora se lo deja al hijo. Eso somos, afirma unas páginas antes haciendo alusión a la crisis de solidaridad, valores y respeto en la que vivimos actualmente. Desnortados, en suma. Inés, por su parte, nos cuenta que la adolescencia puede ser un infierno. Basta con el cielo de los otros. Es suficiente con que te los imagines más felices y más guapos que tú y sin el nudo que sientes dentro. Algo que se completa con otra frase muy significativa que viene a decir algo así como que la adolescencia es parirse a uno mismo a los dieciséis o a los dieciocho.  

    Javier trabaja en una pequeña editorial que busca con ansia publicar la novela negra revelación del año. Nos habla de la que cree que va a serlo. Nos cuenta su trama, su desarrollo y su final. Y, además, narra la historia de su hija Inés desde su nacimiento hasta la actualidad -algo que le aconseja Diana, la psicóloga familiar a la que acuden todos sus miembros tras la muerte de Roberto- en un simulacro de novela escrita por él mismo. En ese sentido, Los incomprendidos podría ser calificada, además de como novela familiar, como metaliteratura. Y es que esas otras novelas paralelas o periféricas a las que se ha aludido tienen también conexiones con la realidad narrada por la novela central. Son, por tanto, una especie de explicaciones o anexos a la trama central. Una forma de aportar mayor información de una manera original y diferente a lo acostumbrado. Aunque, obviamente, tampoco sea ninguna gran novedad literaria.  

    La historia del matrimonio formado por Celia y Javier es la de tantos otros. Pareja que desea tener un hijo, lo intenta y lo vuelve a intentar, ve que no puede, se hace pruebas, observa que no hay ningún problema que impida poder tenerlo, decide adoptar y, de repente, ocurre el embarazo. Así es como, en cuestión de meses, el matrimonio da la bienvenida a su hogar a un hijo recién nacido, Roberto, y a una hija algo mayor, Inés. Una hija que ya arrastra una pesada carga. Una pesada carga proveniente de su familia natural que se acrecienta tras la trágica muerte en accidente de tráfico de su hermano. Una tragedia que separa a los miembros supervivientes de la familia. Hasta que la situación roza lo insostenible. Cada uno de ellos se considera culpable de la muerte de Roberto. La terapeuta, Diana, no logra recomponer las grietas aparecidas en el seno familiar. Trata por separado a cada uno de ellos, sin lograr retornar a esa feliz unión anterior al drama. 

    Javier e Inés, Inés y Javier nos narran, capítulo a capítulo, la historia del drama. Familiar y personal. Ambos tratan de comprenderse y de hacerse comprender. Pero les cuesta. Inés se refugia en su tía Clara. Una mujer trabajadora, luchadora, soltera, libre, con parejas esporádicas y sin hijos, que se encarga de levantar a Inés cada vez que esta parece desmoronarse. Y está a punto de hacerlo en varias ocasiones. No es agradable sentirse como un explosivo, afirma la propia Inés, que completa con la sensación que tiene de que, tras la muerte de su hermano, ella es lo único que les queda a sus padres. Una gran responsabilidad para ella, otra carga y otra culpa más, puesto que no tiene claro si sabrá estar a la altura. Algo que constata definitivamente con una frase desgarradora: confirmé lo muchísimo que mis padres lo querían a él. Hasta muerto, tenía algo de celos. Y me daba asco a mí misma por sentirlos. Tía Clara me miraba y creo que me adivinaba los pensamientos. Yo solo pedía en silencio que me siguieran queriendo, a pesar de todo. Si no tanto como a él, parecido

    Esa idea, la de poder leer el pensamiento, se repite a lo largo de la novela. Por ambas partes, además. Pero, sobre todo, por parte de Javier. Quisiera saber qué piensa su hija. Para hacer las cosas mejor. Para hacerle la vida más fácil. Aunque conocer sus pensamientos podría acabar de hundirlo a él. Tía Clara, en cambio, sí parece ser capaz de leer el pensamiento de su sobrina. Y se convierte en su tabla de salvación: con ella deja de hacerse pipí en la cama, con ella aprende a nadar, con ella aprende a confiar en alguien. Clara, además, también es la voz de la conciencia de su hermano y de su cuñada. La tormenta que resuena en las cabezas de los adultos. El nexo de unión de una familia que amenaza con separarse de por vida. Una familia cuyo uno de sus miembros (Inés) se ve como un círculo rodeado de cuadrados y piensa en la muerte. Y Javier se siente impotente: no hay peor sensación de fracaso que ver cómo se te ahoga una hija. Porque un hijo también es eso que a veces te mata o querrías matar, pero que te da la vida. 

    Inés, por contra, nos dice que si de niña creces cuando ves llorar a una madre, supongo que siendo un adulto te haces un poco más viejo cada vez que ves llorar a tu hija. Y es que, dentro de la soledad, la incomunicación y el horror de vivir juntos pero parecer unos extraños, en las historias que nos narran los protagonistas de Los incomprendidos, como ya sucediera en Los ingratos, también tienen cabida la esperanza y la ilusión. La ilusión de que los problemas siempre se pueden superar. Porque solo la muerte no tiene solución. Y hasta la muerte misma también puede acercar a quienes sobreviven a la tragedia. Aunque para ello hayan de viajar a lo más recóndito de sus almas. Aunque para ello hayan de mirarse en el espejo y decirse a la cara -en este caso, escribir sobre un papel- quiénes son y quiénes quieren ser a partir de ahora.            

    

lunes, 9 de septiembre de 2024

El orden del día. Éric Vuillard. Tusquets. 2018. Reseña

 




    Todos conocemos muchos de los sucesos ocurridos durante el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Es una de las épocas históricas más estudiadas y conocidas de la Humanidad. También sabemos que el aparato de propaganda nazi fue el primero y el más poderoso de todos los que hayan existido durante nuestra larga y a la vez corta Historia. En parte, de eso trata El orden del día, del escritor francés Éric Vuillard. La novela, que también podría calificarse como crónica, narra algunos aspectos de los orígenes del poder nacionalsocialista y del desarrollo de una leyenda que sin embargo fue más creada, idealizada y manipulada que real en no pocos casos. Ganadora del Premio Goncourt en Francia en 2017 -galardón justificado por la originalidad con la que su autor utiliza fragmentos de sucesos para unirlos y crear una imagen de conjunto sólida, inédita y apasionante de los primeros años del nazismo-, la novela llegó a España en 2018 de la mano de Tusquets. El orden del día demuestra que para crear un relato convincente no es necesario recurrir a una obra de mil páginas. Algo que ya vimos en 14 de julio.

    Las portadas de los libros nos dicen a veces algo -poco o mucho- sobre su contenido. En la imagen de la portada de esta novela del también guionista y realizador francés aparece el industrial alemán Gustav Krupp, famoso por ser el propietario del conocido grupo de industria pesada Krupp AG entre 1909 y 1941. ¿Qué pinta la imagen de un industrial en la portada de un libro sobre los orígenes del nacionalsocialismo? Pues mucho. Porque la narración de la novela comienza con una reunión de Goering y Hitler con veinticuatro importantes empresarios alemanes de la época. La fecha, 20 de febrero de 1933, bien podría catalogarse como el inicio del poder de Hitler en Alemania. De esa reunión, a la que acudieron, además de Krupp, los máximos dirigentes de empresas tan potentes como Agfa, Allianz, BASF, Bayer, IG Farben, Opel, Siemens o Telefunken, entre otras, nació la potencia económica de un partido que no tardó en hacerse con las riendas de un país que clamaba venganza tras la humillación sufrida en el Tratado de Versalles.

    La Historia nos cuenta que muchos de estos poderosos empresarios acabaron siendo condenados en los juicios de Nuremberg por apoyar económicamente al nazismo y, sobre todo, por beneficiarse del trabajo forzado de deportados y encarcelados, una mano de obra barata que hizo que sus empresas prosperasen más todavía. Pero eso ocurrió una década más tarde. Lo que importa en El orden del día es todo lo ocurrido en la década de 1930. Y Vuillard utiliza sucesos no muy conocidos para ilustrarnos sobre la importancia que tuvieron en el desarrollo del movimiento el dinero -proveniente en su mayor parte de los citados empresarios y demás círculos de poder alemanes- y la propaganda, que convirtió en leyenda algunos hechos que más bien fueron auténticos desastres. Vuillard llega hasta el punto de ridiculizar al mismísimo Hitler en diversos pasajes de la obra, tal como ya hiciera Charles Chaplin en El gran dictador (1940). Y es que solo un gran aparato de propaganda puede convertir lo grotesco, lo cómico, lo irrisorio en una leyenda nacional. Para ejemplos, diversas épocas y naciones nada lejanas, ¿verdad?

    La novela de Vuillard desenmascara muchos de los mitos del nacionalsocialismo y nos muestra las miserias de unos hombres que fueron elevados a los altares a base de burdas manipulaciones, grandes montajes dignos del gran Hollywood y la creación de múltiples falsas apariencias. Todo para crear una farsa trágica que todavía resuena a día de hoy. El orden del día desvela los mecanismos del mal. Denuncia la vileza. Y muestra cómo el nazismo se benefició de cantidades ingentes de dinero a cambio de la falsa estabilidad prometida a esos círculos del poder alemán. Y, lo mejor de todo, el autor francés lo cuenta de tal manera que al lector le parece estar en el lugar y el momento indicados, viviendo de primera mano, in situ, los acontecimientos descritos. Hasta el punto de llegar a reírse de unos monstruos que en realidad no fueron más que despiadados mequetrefes y de angustiarse al asistir a unos hechos que acabaron costando millones de vidas y millones y millones de las monedas que cada uno quiera utilizar.

    Las novelas de Éric Vuillard comparten una serie de características que también apreciamos en esta. A saber: toman como punto de partida un acontecimiento histórico; denuncian hechos sociales injustos; están narradas desde el punto de vista de la micro Historia, tratando al detalle cada acontecimiento; tienen una extensión corta (en este caso, unas ciento cuarenta páginas); sitúan al lector dentro de los sucesos narrados, convirtiéndolo en un intérprete más de la Historia; presentan altos debates morales y políticos; y se desarrollan a través de una acción fulgurante que atrapa al lector a sus páginas. Son obras de ficción, sí, pero presentan un elaborado proceso de documentación histórica que convierten la ficción en realidad. En testimonio de la realidad narrada. Y, todo ello, desde la concreción. Sin ambages ni circunloquios innecesarios. Haciendo bueno aquello de que lo bueno, si breve, es dos veces bueno. Dejando de lado la paja y centrándose en lo estrictamente necesario para dar luz a los hechos en cuestión.

    De los dieciséis capítulos que componen la novela cabe destacar principalmente tres de ellos. Los dos primeros hacen referencia a la entrevista en el Berghof de Berchtesgaden entre Hitler y el canciller austríaco, Schuchsnigg, el 18 de febrero de 1938 -una de las escenas más fantásticas y grotescas de todos los tiempos, en la que Schuchsnigg sucumbe a la influencia mágica de un Hitler que aparece como un ser sobrenatural, una criatura quimérica- y a la avería masiva de los panzers alemanes en su camino hacia Viena nada más establecerse en Anschluss, el 12 de marzo de 1938 -Hitler está fuera de sí, lo que debía ser un día de gloria, un viaje vivificador e hipnótico, se transforma en un atasco. En lugar de velocidad, congestión; en lugar de vitalidad, asfixia; en lugar del impulso, el tapón. Aquello parecía una película cómica: un Führer hecho una furia, todo lleno de mecánicos corriendo por la calzada, órdenes gritadas atropelladamente. Un ridículo asegurado-, aspecto que explica la teoría de que la denominada Blitzkrieg -o guerra relámpago- no fue más que una mera fórmula, una publicidad.  

    El tercero de los capítulos a destacar narra la surrealista despedida de Ribbentrop de Downing Street en la noche de ese mismo día -12 de marzo de 1938-, alargando hasta límites esperpénticos la cena junto a Neville Chamberlain para impedir la rápida respuesta británica a la anexión austríaca por parte de Alemania. Los Ribbentrop rieron la jugada que habían desarrollado: la misión de hacer perder a Chamberlain, y al resto de su equipo, el máximo tiempo posible. Chamberlain no había podido despachar el asunto más urgente, había estado ocupado hablando de tenis y degustando macarrones justo después de que las tropas alemanas acabaran de entrar en Austria. Como se puede observar, la novela se centra en los años y meses inmediatamente anteriores al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Acciones intermedias entre los orígenes del nazismo y el comienzo de los hostilidades en la frontera polaca. Cuando ya nadie podía pasar por alto los proyectos de los nazis, sus intenciones brutales.

    En definitiva, El orden del día desmitifica muchas de las ampliamente difundidas leyendas del nazismo, mostrándonos las miserias de quienes durante décadas fueron enaltecidos a base de propaganda, publicidad y manipulación. Y, además, nos adentra en la connivencia entre los ricos empresarios y demás poderosos personajes de la época con los miembros de un movimiento que encerraba dentro de sí mismo intereses espurios que ya nadie podía ocultar tras sucesos como el incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933, la apertura de Dachau, aquel mismo año, la esterilización de enfermos mentales, aquel mismo año, la Noche de los cuchillos largos, al año siguiente, las leyes sobre la salvaguardia de la sangre y del honor alemanes, el inventario de las características raciales, en el año 1935; todo junto era realmente demasiada cosa. Una novela-crónica, como ha quedado dicho más arriba, corta que se hace más corta si cabe debido a su originalidad, interés e intensidad. Una forma muy divertida de aprender la Historia.